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Con la camiseta de la Patria
› Por Gustavo Veiga
Felipao, tal su mote, es un técnico con carisma, temperamental y que ha cosechado en el fútbol tantos títulos –dieciséis– como desparramado frases que lo ubican en un terreno cenagoso. El mensaje que difunde no prescinde de nada. Ni siquiera de las cuestionables invocaciones a la patria en vísperas de un partido trascendente, tan usuales entre personajes que ha descalificado la historia.
“Del lado de allá hay un equipo, del lado de acá una patria”, contó que les transmitió a sus jugadores antes de disputar la final ante Alemania en Japón. Esa arenga se compadeció con los papelitos que multiplicó entre Ronaldo, Rivaldo, Roberto Carlos, Cafú y compañía a minutos de comenzar cada partido. Allí, los astros brasileños podían leer las estrofas del himno nacional para ensayar con énfasis ciertos estribillos. “Vivir o morir” fue la dicotomía que empleó ante un auditorio que, lejos de quedar pasmado con sus comentarios patrioteros, lo seguía con un silencio que conjugaba admiración y respeto.
Scolari, “el gerente de una gran empresa”, como gustó definirse, transmitió con cierta simpatía sus ideas. Este trotamundos que conducía a la selección de Kuwait durante la Guerra del Golfo, que dirigió a trece equipos en cuatro países –también trabajó en Arabia Saudita y Japón, además de Brasil–, es un personaje más reconocido en el exterior que en su propio país. Quizá, por eso, se sintió como pez en el agua entre sus colegas argentinos. Pero no aportó nada nuevo en materia futbolística (“No existe nada definitivo en fútbol”, sentenció) y, en cuestiones que exceden a la táctica o la técnica, nos hizo recordar a oscuros gobernantes que se valieron del juego para confundir la pelota con una bandera.
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