DEPORTES • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Pablo Vignone
Le guste a quien le guste, le pese a quien le pese, la transparencia no es la cualidad más lustrosa del fútbol argentino. Son más que folklore las historias en torno de, por ejemplo, la definición del Apertura 1992 entre Boca y San Martín de Tucumán, o del empate 1-1 de River y Argentinos en el cierre del Clausura 1994. Cuando Andrés Ducatenzeiler, ex presidente de Independiente, sorprendió con declaraciones sobre el papel de los árbitros en el Apertura 2002, que terminó ganando el equipo rojo, la AFA no decidió investigar las autoincriminaciones sino punir al dirigente díscolo. En ese marco desgraciado, ¿son las apuestas, como se propone desde la AFA para salvar esta enésima crisis en el fútbol profesional, la solución más adecuada? Se preguntó el lunes Juan Pablo Varsky en La Nación: “¿Se imaginan las repercusiones del Vélez-Huracán arbitrado por Brazenas con las apuestas de por medio?”. Más que las repercusiones, la imaginación no alcanza para aterrarse lo suficiente frente a la pintura de en lo que puede transformarse este fútbol con tanto más dinero en juego de por medio.
Los escándalos de partidos arreglados no son producto de una sensibilidad afiebrada. En 2005, el referí alemán Robert Hoyzer fue sentenciado a dos años y cinco meses de prisión por haber manipulado cuatro partidos de la Bundesliga alemana. ¿Un caso aislado? Según el libro El arreglo, del periodista canadiense Declan Hill –una de las autoridades en la materia– hubo arreglos comprobados en varios países de Europa.
Más: Hill cuenta que un mafioso chino le aseguró, dos días antes del partido, que Brasil le ganaría a Ghana en octavos de final del Mundial 2006 “por al menos dos goles”. Se recuerda ese encuentro, el 27 de junio de 2006: los ghaneses jugaron bárbaro, pero erraron goles increíbles, y la selección de Parreira venció 3-0, con goles de Ronaldo, Adriano y Zé Roberto. Ese día, en Dortmund, Juan José Panno escribía para este diario que “los africanos (marcaban) ingenuamente”, “gol de Adriano en posición adelantada” y “explosiva mezcla de defensores que marcan mal con referí y líneas que cobran mal”. Según Hill, “el fútbol precisa hoy que las asociaciones se despierten y enfrenten los peligros reales de los arreglos”. Son las apuestas las que multiplican obscenamente esos peligros.
Otros deportes profesionales en los que se aceptan apuestas, como el tenis, están sufriendo serios problemas a raíz de ello. Y esa ola también puede arrasar la escasa credibilidad que le queda al fútbol argentino como un tsunami feroz de infinita suspicacia.
Ayer, Sergio Roitman (121 del mundo) arrancó en Umag, Croacia, ganándole los primeros cinco games al portugués Frederico Gil (91). Pero luego perdió once games consecutivos y terminó cayendo 7-5, 6-2. La página web de TyC Sports tituló “Roitman perdió un extraño partido”. Quizá sea prejuicioso, pero la sospecha está instalada en un deporte en el que se están mezclando muy a menudo las historias deportivas con las policiales. Se sabe que la ATP tiene una lista de al menos 45 partidos sospechados por inusuales cruces de apuestas, jugados en los últimos dos años. Uno de esos partidos es el que Julien Benneteau le ganó 6-3, 6-0 en Moscú 2006 a Roitman.
En los últimos meses sobresalieron por las cifras fabulosas apostadas en tres partidos del circuito ATP: Hernández-Tipsarevic en primera ronda de Stuttgart, Odesnik-Melzer en la ronda inicial de Wimbledon (un caso reflejado en la edición de este diario del 25 de junio pasado) y Hernández-Koellerer en el Ondina Open en Holanda.
De implementarse, los cálculos de AFA indican que el sistema de apuestas permitiría recaudar alrededor de 25 millones de pesos adicionales, algo así como la octava parte de lo que la TV le pasa al fútbol de Primera por televisar en directo los 190 partidos de cada torneo. Se cae de maduro que es mucho más lógico y transparente reclamar un aumento en la alícuota (bastante magra en función de lo que recauda el negocio) que tentar a la indecencia abriendo una lata de gusanos.
Michael Franzese, el ex capomafia neoyorquino que, reformado, colabora con la ATP y la NBA para combatir los arreglos, había dicho a Página/12 el mes pasado: “Mientras haya dinero en juego, ningún deporte es inmune”.
Varsky opina también que es “atendible” el reajuste de los derechos de TV en favor de los clubes. Viniendo de alguien que conduce Fútbol de Primera, su toma de posición no deja de ser tan valiente como instructiva.
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