DEPORTES • SUBNOTA › A PUNTO DE CERRARSE LA PRIMERA FECHA DE LA FASE DE GRUPOS, EL MUNDIAL NO DESPEGA
Partidos que aburren más de lo que entretienen, equipos que juegan a no perder, mezquina cantidad de goles, llamativa escasez de figuras de relieve. El negocio puede ser brillante para la FIFA, pero el fútbol se revela opaco.
Difícil encontrar a un hincha, un aficionado, un fanático, por más obseso, que se sienta satisfecho con lo que le devuelve el Mundial de Fútbol. Casi terminada la primera fecha de la fase de grupos (se cierra hoy con los partidos Honduras-Chile y España-Suiza), las conclusiones son evidentes a juicio de lo que nos regalan las pantallas: se insinúan pocos equipos, hay escasez de goles, alcanzan los dedos de una mano para señalar figuras. A este ritmo, sólo la Selección Argentina y Alemania han conseguido entusiasmar; Brasil cumple, pero Holanda no dignifica y el fixture despierta poca pasión por lo que viene. ¿Será España, que se muestra hoy por primera vez, el equipo destinado a sho- ckear al mundo del fútbol?
Está claro que, aunque el negocio se haya ampliado, la FIFA no puede reunir aún a 32 selecciones de nivel competitivo similar como para producir una fase de grupos inicial de tono interesante, atractivo, emocionante. Pero además, quizá porque prendió esa premisa de que el primer partido no hay que perderlo, la mayoría de los seleccionados se tuvieron excesivo respeto, en general escondido debajo del tacticismo, de la premisa de defender siempre detrás de la línea de la pelota, de distribuirse el campo teniendo más en cuenta la cercanía del arco propio que del ajeno.
Acaso por eso, acaso por las dificultades que les impone Jabulani, la pelota del Mundial, a los jugadores, hay muy pocos goles: apenas 22 en 14 partidos, una media de 1,57, muy inferior a la media histórica más baja, los 2,19 goles por partido de Italia 90. Salvo en Alemania-Australia o en Brasil-Corea del Norte, ayer, en el resto de los partidos se convirtieron dos tantos o menos. Que la mayoría de esos goles se conviertan con la cabeza no es a causa de un capricho de los entrenadores por las jugadas preparadas. Es que con las características de la pelota, tan liviana y aerodinámica que el aire no la frena –especialmente en los estadios de Johannesburgo, a 1800 metros de altura–, no sólo no dobla, sino que ni siquiera baja: todavía no se convirtió un solo tanto de tiro libre, y los futbolistas perdieron confianza para pegarle de media distancia. Así, el centro a la cabeza parece lo más lógico.
En ese panorama son escasas las figuras que sobresalieron hasta ahora: sólo Lionel Messi, el alemán-turco Mesut Özil o el holandés Eljero Elia (ver aparte) pueden arrogarse ese gesto distintivo. A nivel de equipos, los africanos perdieron su condición indómita, domesticados por la táctica europea, y sin frescura su juego no deslumbra; los asiáticos son ordenados y ágiles, pero poco creativos o lúcidos; en Europa se destaca Alemania, precisamente por su juego poco teutón. La apuesta argentina de los tres delanteros no es muy copiada ni común en este Mundial. Ojalá que eso dé sus frutos.
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