Desde Río de Janeiro

–¿Qué está haciendo acá?

–¿Y qué sé yo? Acá estoy, dando vueltas.

–¿Siempre en Brasil?

–Acá nací hace más de sesenta años y acá me quedaré para siempre. No se puede ir contra el destino.

–¿Usted es consciente del miedo que le tienen?

–Hay un poco de paranoia y otro poco de mala prensa. La gente se asusta de cualquier cosa, hasta de los muñecos ridículos del Tren Fantasma, se asustan.

–¿Mañana va a ir al Maracaná?

–Mucha gente me va a ver ahí, dando vueltas, girando en torno de la pelotita y del partido.

–¿Uruguayos?

–Uruguayos y brasileños, todos piensan en mí, los de afuera también, aunque –como dijo el Negro Jefe– los de afuera son de palo. Porque si llega a ganar Colombia, ¡imagínese de qué van a hablar!

–“Maracanazo” van a poner en los diarios.

–Exactamente. Y también van a decir que la responsabilidad es mía, que el Fantasma del Maracaná jugó esta vez a favor de los brasileños y les impidió a los uruguayos pasar a los cuartos y enfrentar nuevamente a sus vencidos en el ’50.

–¿Y si gana Uruguay?

–¡Uhhh! Ahí sí que se va a poner lindo. Van a decir que me mudé a Fortaleza, me van a meter en todos los anuncios del partido. Se lo puedo anticipar letra por letra... Brasil tendrá que enfrentarse hoy a dos rivales, a Uruguay y al Fantasma del Maracaná de 1950, cuando estaba todo preparado para la fiesta de los uruguayos e i-nesperadamente Ghigghia, bla bla, bla...

–Es una pena que Brasil y Uruguay no puedan enfrentarse en la final, ¿no le parece?

–Para mí que lo armaron así para que el mito siga vivo. La FIFA es así. ¿Quiere que le diga la verdad? No me parece mal, porque las grandes epopeyas son únicas, inmortales y no pueden tener un lado B o una continuación.

–Bueno, Brasil le ganó a Uruguay 3-1 en Guadalajara durante el Mundial 1970 y se lo sacaron de encima a usted, un poquito.

–No me va a comparar...

–Era una semifinal...

–Sí, pero no es lo mismo que un partido en el que se define un campeonato. Y además era en México. Aquella vez también se dijo que yo iba a perjudicar a los brasileños.

–Pero si tienen que jugar ahora, usted, como brasileño, querrá que gane Brasil, me imagino.

–No necesariamente.

–¿No cree que la exagerada suspensión a Luisito Suárez es una maniobra para evitar que usted entre en acción si juegan Brasil y Uruguay?

–Puede ser. A mí, de la FIFA no me extraña nada. A Zidane, por el cabezazo a Materazzi, le dieron sólo 3 fechas y una multa de 4780 euros.

–Además no hay pruebas del mordiscón.

–Fue una mordida fantasmal. Je.

–¿Usted sabía, Fantasma, que en toda la historia Brasil sólo perdió tres veces como local en partidos oficiales?

–Sí, en el ’50, con Uruguay, con Paraguay en los años ’40 y la última vez en el ’75, contra Perú. Hace nada menos que 58 partidos oficiales que Brasil no pierde de local. Pero son sólo datos estadísticos. A mí me da lo mismo. Yo soy brasileño, de nacimiento, pero pasé a ser universal. Nosotros los fantasmas del fútbol no somos de nadie. Mire, sin ir más lejos mi primo, el Fantasma del Descenso, está en todos lados y no se casa con nadie.

–Gracias, Fantasma.

–Merece.

–¿Merece? ¿Usted no será uruguayo?

–No, no, universal, ya le dije.