DEPORTES • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Pablo Vignone
El partido acabó lustrando la jerarquía de un auténtico clásico rioplatense, con esa tensión y ese raspado que sólo puede producir la historia latente que acumulan los choques entre la Argentina y el Uruguay. Acaso fue un encuentro que brilló menos que el anterior contra Paraguay, pero la actuación de la Selección despertará menos quejumbre, simplemente porque se ganó. Sin demasiados cambios en cuanto a nombres respecto de la formación anterior, lo cual demuestra una vez más que la histeria no es buena consejera en el fútbol.
Sin duda, la categoría del rival realza el valor del triunfo conseguido en La Serena, porque aunque Uruguay planteó el primer tiempo como si fuera un equipo sin historia que respetar, como un clú chico, como si no fuera el campeón de la Copa América, estuvo a la altura de su circunstancia cuando le tocó, después de que Agüero se calzara el disfraz de un tanque alemán para aprovechar acaso la única distracción de Godín en el partido. Uruguay llegó a poner a la Argentina contra las cuerdas y anoche no estaba disponible el colchón de dos goles sobre el que el equipo nacional descansó el sábado pasado.
Aun jugando menos, pese al control de la pelota y lo que marcaron las estadísticas, la Argentina repitió el trámite de su debut: machacó hasta abrir el marcador y entonces se asomó al abismo. Sufrió –sufrimos– porque el rival volvió a desnudar su cara más desa- gradable: la que lo escracha como partenaire, como conjunto de reparto, despojado de la pelota y corriendo sin tino para cubrir espacios. Con mucho menos, Uruguay lo complicó al final con vergüenza. Martino lo tiene claro, o al menos eso dio a entender en la charla posterior al clásico.
La ventaja es que el programa futuro depara un respiro. Jamaica ya cayó frente a los rivales que no superaron en el resultado a la Argentina, y una victoria prácticamente le asegura el primer puesto del grupo. Es una oportunidad magnífica para sumar algo más de confianza y crecer de cara a la fase decisiva, rellenando esas lagunas que se producen en el segundo tiempo cuando el contrario herido reacciona con más o menos orgullo, lagunas en las que el equipo argentino va naufragando. La merma física puede estar incidiendo en esos hundimientos.
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