DEPORTES • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Pablo Vignone
Un entrenador amigo solía tirarse de los pelos mientras se preguntaba: “¿¡A ver si todavía tenemos que explicar qué es jugar bien al fútbol!?”. Un rato antes del partido, un comentarista de los que siempre apuestan al equilibrio afirmaba sin ambages: “Me encanta Pastore pero el de esta noche es un partido para Banega...”. El Mono Navarro Montoya recordaba vía Twitter durante la semifinal –porque no hay que perder de vista el status del choque para justipreciar con exactitud la goleada– que la clave de este equipo es que el estilo no se negocia.
Son retazos conceptuales que ayudan a entender un poco más el goce que el hincha de la Selección, el hincha común, siente en la piel cuando su equipo, dueño de los futbolistas más admirados, llega a un resultado tan terminante por la fabulosa vía del fútbol bien jugado, el que no hay que explicarle qué significa, porque lo sabe. Lo de siempre. Toque, circulación, pases cortos, sorpresa, intérpretes dotados (que de eso se trata el fútbol, no de atletas travestidos) para el amague, la gambeta, la asociación, el placer por el juego.
La Argentina convirtió ayer más goles que en los cuatro partidos anteriores. El dato es engañoso si no se tiene en cuenta que el partido se acabó a los 50 minutos. Tuvo menos la pelota que contra Colombia pero aumentó notablemente la eficacia, con seis goles convertidos en apenas 14 disparos al arco. Si sintió el golpe que le produjo el descuento de Paraguay, se sobrepuso con celeridad y liquidó el partido en los primeros cinco minutos del complemento. Sin prepotear el juego ni forzarlo, sino interpretándolo como si tuviera delante una partitura para, por momentos, transformar el relato futbolístico en una auténtica sinfonía de pases.
Con Pastore jugando más adelantado que Messi, la Argentina disfrutó una sociedad en torno de la cual giró la formación, integrada por ejecutantes en un alto nivel promedio, salvo alguna que otra excepción en la zaga; una sociedad que anoche en Concepción alternó entre la pausa y la reacción, con las que agrietó la defensa paraguaya para encontrar la profundidad que al ataque le faltó en jornadas anteriores. Acaso por eso los seis goles de anoche.
La Selección unió belleza y eficacia. No siempre se consigue, pero sólo se logra con continuidad si se lo intenta a menudo. De eso se trata la fidelidad al estilo. Porque a este equipo no le da lo mismo ganar como sea. Por eso produce actuaciones como ésta. Jugando así, se perfila como favorito a quedarse con la Copa América, aunque en la final –la número 27 que juega a nivel continental– deba medirse contra el local Chile, que ha protagonizado partidos valerosos, pero nunca tan lujosos como los que la Argentina regaló ante Colombia y ante Paraguay.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux