En principio, no puede haber dudas en el país futbolero: los que tenían que estar, están. No falta nadie trascendente, decisivo. Como señal, la lista en general cautiva; como efecto, produce entusiasmo. Que contenga dos o tres apellidos para la discusión no debe hacer perder de vista el nudo de la cuestión, que éste es un plantel del que saldrá un equipo para jugar fútbol con las más excitantes chances.

Dado que Abbondanzieri va a ser el arquero titular, que sea Ustari y no Lux el tercer arquero carece de sustancia. Que no haya laterales clásicos no parece constituir una dolencia cruel para la salud del equipo. ¿Se pone en tela de juicio el tino de la presencia de Scaloni y Cufré? No se cree que vayan a ser titulares, así que... ¿Sobran Lucho González y Maxi Rodríguez y faltan, por decir alguno, Gago e Insúa? Cuestión de gustos e interpretación. Pekerman le puso su firma a la lista aunque parezca que, al final, haya tenido que hacer una concesión a Grondona, que a eso suena la presencia de Cruz en desmedro de Demichelis. Es de creer que, en última instancia, se hará cargo de sus preferencias.

Los nombres que deslumbran, el plato fuerte de este seleccionado, se paran del medio hacia arriba. Con el 4-2 esquemático ya determinado (Coloccini, Ayala, Heinze, Sorin; Mascherano, Cambiasso al medio), el entrenador tiene suficiente material que elegir para completar el equipo de campo, con jugadores que, mayoritariamente, nos causan placer ver jugar, lo que representa la gran noticia de esta convocatoria. Aunque Pekerman no deja caer en el desuso esa (desaconsejable) tendencia a otear el horizonte del rival para tomar su decisión partido a partido respecto del equipo titular, al hincha común no le caben interrogantes: los cuatro que faltan son Riquelme, Messi, Tevez, Crespo. Pueden entrar Saviola o Palacio (idea seductora), puede ser Cruz en lugar de Crespo (ya no tanto). Pero variantes sobran. Sólo falta que el fútbol acuda a la cita.