–Bajo su dirección, Alemania cambió su imagen, se la ve más audaz en los partidos. ¿Cómo lo hizo?

–La base de nuestro trabajo es prepararnos minuciosamente para cada partido, cada jugador en lo individual y en el equipo, ya sea en lo físico como en lo táctico. Lo esencial es generar un estilo en el que no se reaccione a lo que haga el rival, sino de crear uno mismo, tomar la iniciativa de entrada. Imponemos un ritmo muy alto. Se rieron de mí cuando llegué e introduje la palabra norteamericana “proactive”. Pero es así, yo no quiero esperar a ver cómo se presenta el rival para después adaptarme a lo que están haciendo. Quiero dictar el partido, claro, en lo posible, contra Brasil es algo más difícil. Pero ése es nuestro objetivo. Permite además la creatividad del jugador, que crezca, el jugador se da cuenta, “guau, estoy mejorando, juego cada vez mejor, estoy aprendiendo”. Eso es nivel internacional.

–Usted tiene una vasta experiencia internacional, con muchos entrenadores....

–Uff, tuve tantos, muchos de ellos geniales. Cada uno de ellos me enseñó algo, cosas que me fui guardando en el bolsillo. Algunas cosas de Arsene Wenger, muchas de Ossie Ardiles, mucho de César Luis Menotti, pero también Beckenbauer, Rehhagel, Trapattoni, técnicos increíbles, cada uno con lo suyo, y yo aprovechando lo bueno de cada uno.

–¿Cuál es su meta?

–Tenemos dos metas muy fuertes. Una, como entrenador, la de llevar a este equipo hasta la final, esperemos. Y la otra, tal vez más difícil aún, que es una tarea de todos los alemanes. Mostrarle al mundo que ésta es otra Alemania. Este es un país completamente distinto después de la reunificación hace 16 años. Esta es la mejor oportunidad que tenemos en décadas para mostrar esta nueva cara. Estuve viajando por todo el mundo junto a Franz Beckenbauer y los dos coincidimos en un deseo: que la gente diga que Alemania ya no es lo que se decía que era. Es algo fuerte, pero que está pasando.