DEPORTES • SUBNOTA
OPINION
› Por Pablo Vignone
¡Qué curioso, ¿no?! Recorriendo ayer el dial, el fanático de fútbol podía sentirse razonablemente perplejo. Muerto el perro, la rabia continúa. El anuncio de Juan Román Riquelme de abandonar la Selección Argentina no atenuó las críticas que tanto afectan a su mamá. Por el contrario: ayer se le criticaba su falta de entereza para asumir una situación adversa. Peor aún: unos cuantos de los que lo censuraban, futbolísticamente hablando, ahora se tiran de las mechas preguntándose quién podrá defendernos... acaso porque se dieron cuenta de que no hay tantos jugadores de su jerarquía en esa posición. Remedando el viejo dicho español: “Palos porque juegas y palos porque no juegas”. Es como si ciertas posiciones contrarias a la presencia de Riquelme en el seleccionado resultaran sorprendidas porque la polémica, con la que tanto se relamían, haya acabado por decisión del propio futbolista y no suya. Porque la agenda la haya manejado el jugador. Haya formado parte o no de la intención de Riquelme, ese gesto vafangulesco de abrirse de repente, como afirmando –sin decirlo– “ahora arréglense ustedes”, los deja vacíos de motivo para seguir promoviendo la polémica. Riquelme era una bandera que se arrió. Pero que no se dejó conquistar.
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