DEPORTES • SUBNOTA › PERFIL DE RAFAEL DI ZEO, LIDER DE LA HINCHADA DE BOCA
La suspensión del encuentro que debían jugar mañana Racing y Boca dejó como protagonista clave de esta historia a Rafael Di Zeo. El líder de la barra brava boquense apareció nuevamente vinculado a la Justicia penal, y en otra situación comprometedora. Este personaje volvió a cobrar interés en los últimos días, sobre todo luego del accionar que tuvo en el ingreso al estadio de River, que fue filmado por distintos medios, y en donde Di Zeo aparece como encargado de una organización perversa. “Venir con la barra de Boca es como el Harvard de un hincha”, les contaba a las cámaras de Canal 9 mientras mostraba a un Ultra Sur –barra de Real Madrid– que había llegado a Buenos Aires para ir a un River-Boca con la Doce.
Este hombre de 44 años trabaja en el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires como inspector, aunque ahora se encuentra suspendido con goce de sueldo, debido a que el estatuto del empleado municipal no permite el desempeño de una persona procesada. Pero además, Di Zeo siempre fue muy versátil: prestó servicios tanto para el PJ como para la Alianza.
No es el único individuo con antecedentes violentos en el fútbol que se nutre del Estado: Santiago Lancry, alias “El Gitano”, ex referente de la barra brava boquense, controla la seguridad en la Legislatura porteña. Y en las oficinas del Ministerio de Justicia donde se desempeñaba Javier Castrilli, recibieron la información de que presuntos integrantes del sector más pesado de Nueva Chicago estarían desperdigados por diferentes organismos estatales gracias a los buenos oficios de Cristian Ritondo, diputado nacional electo que acompañó a Mauricio Macri en su lista, y que responde a Miguel Angel Toma en el peronismo porteño.
Pero Di Zeo es apenas un engranaje de una maquinaria mucho más compleja. El barrabrava y su hermano Fernando son el producto de jerarquías que se dirimen a los tiros en el corazón de una tribuna. Su protagonismo comenzó cuando ocupaban cargos expectantes en el grupo que lideraba el fallecido José Barritta, más conocido por el mote de “El Abuelo”. La dinámica que fueron adquiriendo sus fechorías se explica, en parte, por una disposición de la Inspección General de Justicia que data del 3 de abril de 1991. Gobernaba Carlos Menem y el interventor de la IGJ, el doctor Ramón Miralles, firmaba la resolución 155 que le otorgaba personería jurídica a la denominada fundación El Jugador Número 12.
La comisión directiva del engendro ideado por el barrabrava calabrés estaba integrada por Rafael Di Zeo y Fernando Héctor Di Zeo, como prosecretario y protesorero, respectivamente. Tenía su sede en Uruguay 546, 5º piso y sus socios preveían aportes por 88.500.000 australes de entonces cuando “precalificaron” el trámite ante la IGJ. A junio de 1994, se estimaba que Barritta y su gente habrían recaudado en tres años unos tres millones de pesos. Hoy, esa suma que resultaba descabellada para la época, no lo es tanto. Y sobre todo porque al Rafa Di Zeo se le hallaron en el departamento de Flores de donde escapó (se dijo que salió por los balcones con sábanas anudadas) de la policía, allá por 2003, 100 mil pesos en billetes de baja numeración, diez mil dólares, DNI apócrifos, un grueso arsenal y –en el estacionamiento– dos automóviles: un Mitsubishi y un Peugeot 206.
Los vínculos permanentes u ocasionales que este individuo estableció en los últimos años no sólo comprendieron al mundo de la política. Di Zeo consiguió que lo recibiera en una ocasión, en su propio despacho, Mariano González Palazzo, vicepresidente de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional. Del encuentro desarrollado en mayo de 2000 también participaron el ex volante de Boca José Basualdo y el abogado Marcelo Roquetti, integrante del bufete de Adrián Menem, hijo del senador Eduardo Menem, en lo que constituyó una situación muy llamativa. En los medios trascendió que durante la charla se le solicitó al magistrado que intercediera ante sus pares sobre el destino del barrabrava, por entonces ya procesado. Aún hoy se recuerda que, por aquella tertulia, el juez –que además integraba el Colegio de Arbitros de la AFA en representación de Boca– no salió bien parado.
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