DEPORTES • SUBNOTA › OPINION
› Por Juan Sasturain
Me dirán que siempre se ha hecho, que con distintos protagonistas pasó muchas veces. Se puede hacer una cronología de la sospecha: de partidos entregados, de poco empeño, de equipos de emergencia, de “idas a menos” que han salpicado de una manera u otra a distintos clubes. Sin embargo, lo que está pasando últimamente es inédito. Y es peor que nunca. Porque más allá de ventas o compras o manipulación de partidos y de resultados, lo que ahora repugna es la aceptación lisa y llana del “ir a menos” por razones digamos livianamente “afectivas”: con tal de joder al histórico adversario (o enemigo, en el lenguaje bélico de los tiempos), hoy está “bien” ir para atrás. Gimnasia, para arruinar a Estudiantes y viceversa; Boca para perjudicar a River y al revés; Central para cagarlo a Newell’s y la recíproca. Y eso no sólo lo sostienen los energúmenos fanatizados entre la imbecilidad y la intolerancia, sino que lo aceptan como posibilidad atendible jugadores y dirigentes.
En este caso puntual, tácitamente, el mismo presidente del club de La Plata que había llegado supuestamente a la amenaza física para garantizar el triunfo de su equipo a principios de septiembre, se mostró capaz de dejarse convencer de la necesidad de no beneficiar a Estudiantes dos meses después. Y no es un caso aislado sino ejemplar, aparatosamente representativo.
Y tanto es así, tan aceptable aparece hoy lo que es vergonzoso, que los mismos periodistas –nosotros, quiero decir– hemos considerado, a lo largo de la semana previa al partido, en preguntas directas a los jugadores platenses, la posibilidad de que “no pusieran” ante Boca, se supone que razonablemente “tironeados” afectiva aunque no éticamente...
No es cuestión de ser hipócritas ni de rasgarse las vestiduras. Sólo ratificar que lo inaceptable sigue siéndolo en cualquier circunstancia. Lo mismo nos pasó –y ya lo dijimos entonces– cuando nada menos que la Selección Argentina no pareció poner todo contra Uruguay en el último partido de las Eliminatorias, perdió sin gloria y ayudó a “salvar” a los hermanos y acostar a los colombianos, claro. Por eso: por favor, déjenme pasar. Pido permiso para vomitar.
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