DIALOGOS › LAS ELECCIONES DE ESTADOS UNIDOS Y LA CRISIS FINANCIERA VISTAS POR EL ANALISTA CUBANO RAMóN SáNCHEZ PARODI-MONTOTO
Con un largo camino en la diplomacia cubana, Ramón Sánchez Parodi-Montoto es además periodista y escritor. Su especialidad: Estados Unidos y su relación con Cuba. Aquí analiza la crisis financiera y cómo repercutirá en América latina. También, Obama y McCain y el futuro de las relaciones entre ambos países.
› Por Walter Isaía y Natalia Aruguete
–¿Cuál es su opinión sobre la crisis del sistema financiero de EE.UU.?
–Es el resultado de un proyecto conservador que ha estado en vigor en Estados Unidos desde que Nixon fue electo en 1968. Esta política se ha basado en la libertad empresarial y de comercio y en la desregulación, en la no intervención del Estado en estos aspectos supuestamente empresariales. Se produjo la crónica de una muerte anunciada, no sorprendió a nadie.
–En esta concepción neoliberal, ¿cómo se entiende la intervención que acaba de tener el Estado?
–El Estado sólo interviene para salvar a la empresa del desastre. Con Freddie Mac y Fannie Mae, el Estado puso bajo tutelaje (en inglés, overnorship) a estas dos gigantes que han actuado a su mejor entender y conveniencia. Sin embargo, están aplicando el mismo procedimiento que se aplica para declarar la bancarrota de una empresa.
–¿En qué consiste ese procedimiento?
–El capítulo 11 de la ley norteamericana de bancarrotas liquida la empresa para dejarla en condiciones de reestructurarla y volver a operar. Y carga el Estado con los costos, no la empresa. No hablan de bancarrota, sino de tutelaje. Pero, en la práctica, es una bancarrota a una empresa a la que no le pueden aplicar el concepto de bancarrota.
–¿Por qué no le pueden aplicar ese concepto?
–Porque de esa forma diluyen el concepto esencial de lo que pasa. Es un artificio. No es lo mismo decir que han entrado en bancarrota que decir que están bajo la tutela del Estado.
–¿Cree que la situación macroeconómica de Estados Unidos influyó en la crisis?
–La concepción de la desregulación permitió una gigantesca especulación financiera. Hay una política económica demagógica y populista, que crea un sentido de bienestar diciendo: “todo el mundo puede tener una casa”. ¿Y qué sucede? La gente empieza a pagar la hipoteca y le revalúan y logran la segunda hipoteca... Hay ganancias ilícitas. Se dice que desde el 2005 a la fecha, el CEO de Freddie Mac recibió compensaciones por más de 30 millones de dólares, porque supuestamente la empresa era eficiente y tenía altas ganancias. Mentira. Estas empresas pueden operar así por la concepción neoliberal.
–¿Qué rol puede jugar el alto nivel de gastos que tiene Estados Unidos en el frente militar, por ejemplo?
–Yo no creo que esto sea porque necesitan dinero para la guerra. Las cifras éstas son tan absurdas, no son ni siquiera los cincuenta o setenta mil millones que gastan en un año en Irak. Estamos hablando de casi un millón de millones de dólares, nada más que en esta parte inicial.
–¿Cómo puede repercutir esta situación en la economía norteamericana futura?
–Ahora están tratando de ver cómo resuelven el problema con cuestiones que a mi modo de ver son inefectivas. Porque otorgar 85 mil millones de dólares no alcanza ni para empezar, de acuerdo con los activos que manejan esas empresas. Es un préstamo para ver si logran reavivarse y salir de esta situación. Si en dos años pagan el préstamo, está todo bien. Pero si no lo hacen, el Estado asume el empréstito, la pérdida y todo el desastre.
–¿Este salvataje puede ser contraproducente?
–Seguro, puede crear aún más problemas. Porque el Estado no es capaz de asumir eso. Si uno analiza los ingresos del Estado, que además es deficitario en la ejecución de su presupuesto, se pregunta: “¿De dónde va a sacar recursos?” No hay que ser economista para entender: si usted no tiene, cómo es que usted asume esas pérdidas económicas que están muy por encima de usted. Se habla de pérdidas de Fre-ddie Mac y Fannie Mae de 5,7 millones de millones de dólares. Eso está casi próximo al Producto Bruto Interno de Estados Unidos de un año. Ni siquiera los ingresos federales, cuyo déficit para el año que viene se calcula en más de 500 mil millones de dólares.
–¿Qué impacto tendrá esta crisis en los países de Latinoamérica?
–La implicancia no sólo será financiera sino económica. Estados Unidos es el primer mercado de la economía mundial. Cuando ese mercado empiece a descender, los países que tienen una relación con Estados Unidos se verán afectados y eso se extenderá a otros países. Y, por supuesto, los de América latina, que tienen una relación económica, financiera y comercial muy importante con Estados Unidos. Entre los analistas norteamericanos hay consenso en que el país está en recesión, aunque no se declaró oficialmente.
–¿Por qué no?
–Porque no hay instituciones oficiales para declarar la recesión, son instituciones privadas. Pero hay gente seria que dice que se está produciendo una depresión y especula que lo más grave que ha sucedido desde el ’29 a la fecha.
–¿Qué efectos políticos puede tener esta crisis, con vistas a las elecciones? Las encuestas se torcieron hacia Obama al día siguiente del momento más tenso de la crisis.
–Las encuestas son efímeras y pueden seguir cambiando. Eso hay que evaluarlo cuando se asiente más este cambio provocado. La economía hace rato que se convirtió en el principal tema de preocupación del electorado norteamericano. Y aunque el gobierno de (George) Bush no sea el responsable de toda esta debacle, se les adjudica a él y a los republicanos la responsabilidad. Las encuestas recientes indican una reacción del electorado de que hay que ir a los demócratas para tener alguna esperanza de resolver el problema.
–¿Cree que el resultado de las elecciones está conectado con la crisis del sistema conservador que usted mencionó?
–Claro, directamente.
–Pero esa crisis es más estructural que lo “efímero” de las encuestas.
–Porque este proyecto lleva 40 años en ejecución y los problemas son gigantescos. Estados Unidos tiene serios problemas en lo económico y lo social: la atención pública, la educación, la seguridad social y la deuda. Hay estudios que dicen que de aquí al 2030, esos cuatro puntos van a absorber el ciento por ciento de sus ingresos federales. No queda dinero para más nada. Es indudable que el proyecto conservador contribuyó a crear este problema y a no darle solución. Los demócratas tampoco plantearon una solución a largo plazo. Hablan de medidas limitadas que no resuelven el problema, sólo lo administran para darle un poco de sobrevida.
–O sea que esta crisis del sistema conservador incluye a ambos partidos.
–Claro.
–Entonces, ¿qué diferencia a demócratas y republicanos?
–En lo táctico hay algunas diferencias. En lo estratégico es donde hay que plantear ese problema, porque realmente el problema de Estados Unidos es estratégico. El principal analista de inteligencia de Estados Unidos decía en un informe (que se suele preparar para ilustrar al próximo presidente la situación de los Estados Unidos) que Estados Unidos iba a perder su capacidad de ejercer una influencia determinante en el mundo. Yo digo que es la pérdida de la capacidad de Estados Unidos de ejercer una política imperial. Ya nadie usa el término de que estamos en un mundo unipolar donde Estados Unidos la potencia. Se ha demostrado que no tiene la capacidad de actuar unipolarmente.
–Pero en términos militares siguen siendo una potencia mundial.
–Este mismo señor decía que eso no importa. Ni el hecho de que Estados Unidos siga siendo la potencia mundial en términos militares le va a permitir ser mayor económicamente. En este proceso electoral se habla de cuestiones estratégicas pero a muy corto plazo. Estos son indicios dramáticos que no tienen solución desde el punto de vista real. Lo que requiere Estados Unidos es replantearse su papel en el mundo. En cambio, lo que dicen los candidatos es que hay que recuperar su papel de liderazgo en el mundo. No sé qué liderazgo, porque el liderazgo anterior no lo pueden recuperar. No entienden el problema. Creen que es un problema de percepción cultural, de valores.
–¿Por qué cree que no entienden el problema?
–Es que hay prácticas concretas: dónde se aplican los recursos o cómo se desarrollan las relaciones con los demás. En general, para los líderes norteamericanos, Obama o McCain, lo que está en el centro es la cultura imperial inculcada en su mentalidad a través de muchos procesos y mecanismos, incluyendo los medios de difusión. Y el norteamericano promedio tiene inculcada esa cultura imperial.
–¿Cree que ese pensamiento lo encarna más la población anglosajona o atraviesa a todos los norteamericanos? Porque es muy variada la población de Estados Unidos.
–Es que estar sometido a la vida en Estados Unidos lleva a todos a asumir eso. Obama dice: “Hay que recuperar el liderazgo norteamericano, difundir los conceptos y valores norteamericanos”.
–¿El también tiene esa concepción?
–Sí. Es que hay que ver simplemente su discurso, que habla quizá con otro matiz. McCain hace énfasis en la cuestión militar, el poderío norteamericano, que no se debe negociar sino imponer estas cosas. Obama y los demócratas están hablando de la coordinación, la cooperación, el uso de la diplomacia por encima de la fuerza. Pero son matices; si se profundiza, eso se va mezclando y los conceptos de uno los usan los otros.
–¿Entonces cuál sería la conveniencia de un gobierno administrado por demócratas o de uno gestionado por republicanos?
–Para el que no es norteamericano, aparentemente Obama no sería una continuidad de las formas en que se expresa la “doctrina Bush”: ataque preventivo, militarización, el eje del mal. Obama plantea el uso de la diplomacia, de la negociación, el multilateralismo. Creyendo que eso se desarrolle así, la posición de Obama es menos confrontacional, menos peligrosa y menos fanática que la de McCain, que ahora dice que si él rompe con la concepción de Bush nadie le cree. Porque, en la práctica, sus posiciones son de total apoyo a la política de Bush.
–¿Cómo caracteriza las estructuras partidarias norteamericanas?
–Los partidos políticos norteamericanos no son como nosotros vemos en Europa o en América latina, que son estructuras que funcionan y se expresan políticamente. Los partidos políticos norteamericanos no existen fuera del momento electoral, son un esqueleto que tiene un funcionario que lo mantiene, pero nadie sabe quiénes son los dirigentes de ese partido. Están durmiendo y se reactivan para participar de los procesos electorales. Son un mecanismo por el cual los grupos de interés, agrupados en demócratas o republicanos, se reparten votos de poder.
–¿Y en estas elecciones cómo se da ese mecanismo?
–Eso se ve claramente en las elecciones primarias. En el caso del Partido Demócrata, durante el primer período, hubo una pugna grande dentro del partido. ¿Y qué hizo el partido como tal? Se mantuvo al margen.
–¿No intervino?
–Para nada. “Es un problema entre ustedes, no del partido.” Ahora se ve a los candidatos por un lado y a los partidos por otro. No es como funciona un partido tal como nosotros lo entendemos, con concepciones eurocéntricas. Esos no son partidos políticos, son etiquetas que funcionan en el momento de las elecciones. Asumen el nombre de republicanos o demócratas, van a las boletas y ganan unos u otros. Las recaudaciones más importantes son de los candidatos, no de los partidos.
–¿Cuánto pesan los estados en la elección nacional, teniendo en cuenta que algunos siempre votan por el mismo partido mientras que unos 15 estados suelen cambiar su voto?
–Esos 15 estados son lo que llaman “el campo de batalla”. Desde las elecciones del ’70 hasta las de 2004, hay 36 estados que han votado siempre a los demócratas o a los republicanos, como California y Nueva York (demócratas) y Virginia, Nueva Orleans, Nueva Carolina (republicanos). Nadie discute que eso va a ser así. En estas elecciones hay algunas variaciones. Por ejemplo, Obama puso su energía en ver si puede ganar Virginia, que es un estado republicano tradicional. McCain dice que puede ganar Pensilvania, que es tradicionalmente demócrata. Los 15 estados restantes son los que han decidido. Ha habido muy pocas excepciones.
–¿Y usted quién cree que va a ganar?
–No es esencial adivinar quién va a ganar. En términos probabilísticos, un candidato tiene el 50 por ciento de posibilidades de ganar. Si uno decidiera eso tirando una moneda va a dar 50 por ciento para uno y otro. De la elección sale cualquiera de acuerdo con criterios probabilísticos. La diferencia está dentro del margen de error que dan las encuestas. Pero hay cuestiones como el ambiente político, la organización de la campaña, la mayor y más eficiente recaudación, la adopción de una táctica mejor. En cada uno de estos factores, la situación es favorable a Obama. Eso puede llevar a decir que ganará Obama, pero puede suceder que gane McCain. El proceso electoral en Estados Unidos da lo que da cada etapa.
–¿Puede haber algún cambio en la política norteamericana hacia Cuba?
–Ese problema tiene varias lecturas. En el caso de Cuba, hay unas leyes de 1992 y 1996 que condicionan lo que puede hacer el presidente de Estados Unidos. Acá determina el Congreso, las facultades del presidente en este tema están limitadas. Obama planteó medidas tales como cambiar el trato hacia Cuba. Pero cambiar el trato, en su concepción, es eliminar la prohibición de gastar dinero para viajar a Cuba. No está prohibido viajar a Cuba pero sí gastar dinero. Es un artificio para saltar la Constitución que encontraron en la Ley de Comercio de 1917, según la cual podía tomarse esa medida con el enemigo, aunque Cuba no esté en guerra con Estados Unidos. La otra cuestión es permitir remesas a Cuba, pero esto no resuelve el problema. Lo que resuelve el problema es destrabar el bloqueo y Obama dijo: “Vamos a mantener el bloqueo”.
–¿Qué más plantearon en relación con Cuba?
–Que para comenzar a negociar el levantamiento del bloqueo, Cuba debe liberar a todos los presos políticos. Nosotros no vamos a aceptar esas condiciones. Se debe negociar bajo condiciones de igualdad y respeto mutuo, es la única forma. McCain es peor que Bush. Por eso el problema no es adivinar o saber quién va a ganar las elecciones sino en qué condiciones, con qué poder, en qué circunstancias, con qué dificultades, con qué oposición, con qué apoyo. Eso permite saber en qué condiciones va a gobernar ese presidente cuyos poderes son limitados por una serie de regulaciones.
–Desde la asunción de Raúl Castro, ¿que cambió en Cuba?
–Nada. En eso, los cubanos de Miami tienen razón. No significa ningún cambio. Es un cambio en el estilo, porque Fidel Castro es irrepetible, sus características son únicas. Nadie aspira en Cuba a tener un Fidel dos o un Fidel tres. Esto es un proceso perfectamente organizado, estable, que cuenta con el consenso de la población y no se basa en la represión, sino en la participación y el esfuerzo de la población en el respaldo de todas las políticas. En un momento, por determinadas circunstancias, Fidel dejó de estar en la conducción directa del gobierno y del Estado y asumió Raúl. Lo que se presenta como cambios se ha venido discutiendo desde hace mucho tiempo. En 1992 tuvimos que empezar el “período especial”, con circunstancias nuevas, difíciles, de supervivencia prácticamente. Las condiciones que tenía Cuba variaron del día a la noche.
–¿Y ahora en qué condiciones está el país?
–Ya hemos salido de ese período. Hubo un período de casi dos años en que enfermó Fidel y asumió Raúl interinamente, hasta que Fidel dijo que no podía seguir porque su estado de salud no lo acompañaba. Estaba claro que iba seguir Raúl, porque es la persona que le sigue en cuanto a autoridad y respaldo. Pero no tiene el mismo estilo ni la misma capacidad de trabajo, ni la misma experiencia. Raúl trabaja con más delegación. Controla lo esencial, no se preocupa de la administración micro de las cosas. Fidel, al contrario, se ocupaba hasta de cómo estaban los baños en las escuelas. Son estilos distintos y la población reconoce que Fidel Castro es Fidel Castro y Raúl Castro es Raúl Castro.
–¿Y hay socialismo para muchos años más en Cuba?
–Claro, entre las cosas que se dicen, se le mete en la cabeza a la gente la idea de la transición. Que el socialismo estaba en Cuba por Fidel Castro. Sale Fidel Castro y viene Raúl y él va a ir hacia el capitalismo y eso lo acompañan con otra cosa: Cuba adopta el modelo prochino, y no ven las grandes diferencias que hay entre Cuba y China. China va hacia el capitalismo, por lo tanto Cuba va hacia el capitalismo. Es totalmente falso. Nada más hay que analizar cuáles son los problemas esenciales que tiene Cuba en estos momentos: vivienda, transporte, alimentación, salarios, en una población de doce millones de habitantes. Nosotros no podemos aplicar ahí las concepciones chinas, que son más de 1200 millones de habitantes. Además, nuestra población es mayoritariamente urbana, la de China es mayoritariamente rural. Tienen una escala de economía que nosotros no tenemos. Los que pretenden que los cubanos tienen que aplicar el modelo chino tienen que pensar que los dirigentes están locos.
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