DIALOGOS › JULIO PEñALOZA, GERENTE DE INFORMACIONES DE LA EMPRESA ESTATAL BOLIVIA TV
Peñaloza destaca que, si bien no existe el fenómeno de los grandes multimedios como en Argentina, los propietarios de medios gráficos y electrónicos responden siempre a los mismos intereses. La ley que regula la actividad en Bolivia es de principios del siglo pasado.
› Por Walter Isaía y Natalia Aruguete
–¿Cuáles son las características más destacables del sistema de medios en Bolivia?
–Acaba de estar en La Paz Enrique Santos, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Desde la perspectiva del periodismo alternativo y de los medios estatales en los que trabajo, la SIP es la organización que defiende los intereses propietarios de las grandes corporaciones de medios en América latina. Vinieron a La Paz alarmados porque supuestamente el gobierno de Evo Morales estaba arremetiendo contra la libertad de expresión y las garantías de los periodistas. El presidente lo recibió en el Palacio de Gobierno y se hizo una transmisión en directo en Canal 7, el canal estatal. El gobierno expuso un conjunto de argumentos que ponen en evidencia que todo lo que venía a preguntar la SIP en defensa de esos medios es una construcción que responde a estrategias manipuladoras, que tienen que ver con la estructura propietaria y los intereses económicos de los grandes medios.
–¿Cómo es la estructura de propiedad de los medios en su país?
–Los canales de TV son propiedad de empresarios de Santa Cruz, terratenientes-agroexportadores, gente que estuvo siempre en el poder político a través de los distintos partidos y manejó el país como se les antojó.
–¿A quiénes podría nombrar?
–Osvaldo Monasterio es el dueño de la Red Unitel, un acaudalado empresario ganadero con miles de hectáreas. También están los cruceños Kuljis, que tienen la red Uno. Otro es Periodistas Asociados Televisión (PAT), un medio comprado al ex presidente Carlos Mesa, que era su propietario. Esos son los tres grandes medios de la derecha. Un último ejemplo es ATVR Nacional, que hasta hace poco estuvo en manos del grupo Prisa de España y ahora tiende a cambiar porque un pedazo de la participación accionaria ha pasado a un grupo venezolano. Ese medio está más equilibrado.
–De lo que usted describe no surge que en Bolivia haya una concentración de tipo multimedia en el sector.
–No, son varios propietarios pero responden a intereses parecidos e ideológicamente coinciden.
–¿Cómo es la situación con los diarios allí?
–El 95 por ciento está en manos de ellos. Por ejemplo, el diario El Nuevo Día, de Santa Cruz, es de Branco Marincovich, presidente del Comité Cívico Pro-Santa Cruz. El diario Los Tiempos pertenece al Grupo Líder. En sociedad con Los Rivero, de Santa Cruz, manejan un conjunto de diarios, entre ellos El Deber, que es el más grande de Bolivia, y además Los Tiempos, La Prensa, El Correo del Sur, El Potosí. En La Paz está El Diario, de Los Carrasco, que es el más antiguo de Bolivia, con una estructura propietaria familiar tradicional. La Razón, donde también los venezolanos han comprado parte, sigue siendo un diario de centroderecha, bastante conservador, que pone diariamente en sus ediciones una altísima concentración de prejuicios y miedos típicos de la clase media más conservadora respecto de lo que está haciendo el Gobierno.
–¿Qué hay de otro lado?
–Un conjunto de medios de comunicación del Estado, que son Canal 7, el diario Cambio, un periódico oficial que acaba de inaugurarse, la radio Patria Nueva, de alcance nacional, y una red de radios comunitarias situadas en las zonas rurales, que son manejadas por comunicadores indígenas. Esos son los medios con los que se defiende el gobierno.
–¿Por qué dice que el gobierno “se defiende”?
–Es paradójico, pero si no estuvieran estos medios, no habría agenda presidencial en Bolivia. Los medios minimizarían lo más posible lo que hace Evo Morales, que empieza a trabajar a las 5 de la mañana, termina a la 1 de la mañana del día siguiente y está en 3 o 4 ciudades durante el día.
–¿De qué otras cosas debe “defenderse” el gobierno?
–Del discurso político tradicional de la derecha, que a partir de la nueva Constitución Política del Estado comenzó a instalar una serie de miedos, como que se perdía la propiedad privada y la religión, que se institucionalizaba el aborto. Bolivia era un país muy fácil de manejar porque la mayoría de la sociedad estaba invisibilizada y excluida, ni siquiera se la miraba: no salía en los medios. Pero cuando hay una explosión de participación popular, todos se asustan. Porque resulta que los indígenas están formados, muchos de ellos han ido a la universidad, tienen un proyecto político. Y resulta que son inteligentes y habían comprendido el país mucho mejor que la clase media.
–¿Cuál es el discurso de los medios de comunicación privados en Bolivia en relación con la gestión de Evo?
–Para defender sus intereses económicos, tienen que “atacar al indio” (en referencia a Evo Morales). Porque “el indio” está cambiando el país, está desactivando los mecanismos de privilegio y está manejando políticas económicas en las que el Consenso de Washington es un sacrilegio. El nuevo modelo económico es plural. Por supuesto que la empresa privada sigue existiendo, pero hay una participación estatal en un doble nivel. Incentiva los negocios de los pequeños y microempresarios que nunca tuvieron acceso al crédito y participa en la regulación de precios. En 2007 hubo un intento de inducción inflacionaria para generar desestabilización política. El gobierno introdujo el concepto de precio justo y empezó a regular. Prohibió las exportaciones, diciendo “primero está el mercado interno y después pueden exportar”. En Bolivia está el trauma de la hiperinflación que vivimos en el ‘82.
–¿Hay alguna política de medios que el gobierno esté planteando en el marco de la reforma de la Constitución?
–En Bolivia, la única referencia legal para el funcionamiento de los medios se llama “Ley de Imprenta”, es de 1925. No hay legislación especial en materia de medios electrónicos, de publicidad, etc. Eso se irá construyendo cuando la gente que está vinculada con el proyecto político de Evo Morales cuente con las condiciones para tener un poder hegemónico. Evo apunta a un 70 por ciento del electorado en diciembre de este año. En este momento no tenemos una política en el sector. Hay en Bolivia un empate catastrófico. Si bien la mayoría se ha expresado en las urnas a favor de Evo y lo ha elegido, la composición parlamentaria, por la forma de distribución proporcional de escaños hace que, por ejemplo, el Senado esté en manos de la oposición.
–Dentro de su trabajo, y ligado a los medios públicos, ¿cuál es el concepto de comunicación que comienzan a manejar desde la asunción de Evo?
–Es muy importante, para comenzar, la participación de los sectores sociales en nuestros escenarios noticiosos. Yo produzco cuatro noticieros diarios y además comparto noticieros de última hora cada vez que la situación lo exige. Y les damos muchísima cobertura a los actos en los que Evo participa en los distintos lugares del país. Los movimientos sociales son la fuerza en pantalla de los distritos de la diversa sociedad boliviana. También difundimos la agenda del presidente, los logros del gobierno y, por supuesto, el registro de los criterios de la oposición contrastados con los criterios del gobierno. Somos absolutamente claros en ese sentido, somos estatales, pero en la estructura de funcionamiento respondemos a la agenda que plantea el gobierno. Somos parte de los únicos medios de los que dispone el gobierno. Hay una base electoral muy amplia, pero un conjunto de medios muy chiquito, frente a las grandes televisoras, los grandes diarios y radios, que son abrumadoramente más en cantidad y se multiplican en todo el país.
–¿Han recibido críticas, más allá de la oposición?
–En Bolivia hay un ejercicio democrático tan extraordinario que la gente hace zapping con los noticieros televisivos y dice: “El canal estatal es el que refleja las opiniones, los criterios o la información gubernamental. Unitel es el canal que refleja la opinión de la derecha y de los sectores empresariales privilegiados. Yo, como espectador, saco mi conclusión”. En ese sentido, tengo mucho respeto por las audiencias bolivianas porque, en estos años de democracia, aprendieron a ser muy selectivas, cuidadosas y críticas al asimilar los mensajes de los medios de comunicación.
–¿Qué realidad del país construyen unos medios y otros?
–Yo hacía un diagnóstico de lo que pasa con la Red ATV, que tiene una posición más intermedia, está con los sectores empresarios pero de una manera más moderada. Aquí existe Clarín, que tiene una agenda periodística, es un periódico. Allí, los medios están al servicio de otros intereses. Les pongo otro ejemplo. El Deber, de Santa Cruz, tiene una estructura empresarial muy concreta y responde a una determinada orientación, pero no por eso deja de informar sobre lo que pasa en el país. Si hay un logro del gobierno lo destaca, porque hace periodismo. Los otros medios que mencioné, sobre todo los televisivos, están haciendo menos periodismo y más “vocería de intereses”. Hago una diferenciación entre un trabajo periodístico que refleje todas las voces y el sesgo, la omisión.
–¿Cuál es el concepto de “comunicación” con el que trabajan, en relación con la agenda informativa dominante? ¿Hacen contrainformación, comunicación alternativa?
–Creo que es una combinación de comunicación oficial que termina convirtiéndose en alternativa, frente a lo que hay en los grandes medios: espectacularidad, manejo de amplísimos recursos tecnológicos y muchos espejitos de colores. Esa pantalla seduce a la gente y nosotros mostramos lo que ellos no muestran.
–¿Si los medios oficiales terminan teniendo una agenda alternativa, no cree que es necesario discutir una política comunicacional más integral?
–Creo que es imprescindible tener nuevas políticas de comunicación.
–¿Se está pensando en ello?
–Se está pensando en muchas cosas. Pero creo que primero se debe reconfigurar el mapa político a partir de las elecciones de diciembre. Una vez que tengamos claro cómo será la conformación del Parlamento, cómo se va a reformar el Poder Judicial, cómo va a funcionar el órgano ejecutivo y cómo se van a consolidar las políticas que forman parte de este programa del gobierno empezaremos a pensar en las otras políticas que, en este momento, no se pueden hacer. Porque, en nombre de la libertad de expresión, la derecha dice: “Quieren conculcar nuestros derechos, nos están avasallando, nos están presionando, traemos a la SIP para que nos defienda”. Y Evo demostró ante la SIP que los medios mienten y manipulan.
–¿Y los convencieron?
–Yo creo que quedaron bastante impresionados por la calidad de la exposición, con ejemplos muy concretos. Un ejemplo de cobertura: “El presidente dio luz verde a contrabandistas”, fue el titular del diario La Prensa. Si leen el contenido de la noticia, en ninguna parte se demuestra que Evo Morales negoció y dio luz verde a estos 33 camiones que pasaron con la venia del presidente. Nunca se demostró eso, Evo lo reclamó en un acto público y dijo: “Ustedes son unos mentirosos”. A partir de allí se desató un escándalo nacional.
–¿Hay instrumentos legales que contemplen estas situaciones?
–El gobierno le ha iniciado un juicio a través de la Ley de imprenta al diario La Prensa. Se ha conformado un tribunal de imprenta, integrado por notables con reconocimiento y trayectoria limpia, pero esto recién ha comenzado. La sanción que se consigue al final es pedir disculpas por equivocarse. Allí se acabó todo. Los medios son tan perversos en Bolivia con el derecho a réplica que, por ejemplo, en mi caso, mintieron sobre un par de cosas, hice la réplica y me hicieron la contrarréplica inmediatamente. Entonces, el derecho a réplica queda relativizado porque la contrarréplica cierra el criterio con que se manejo el tema. Hay mucha perversidad, falta de ética y de escrúpulos de estos periodistas, que son peones de las empresas periodísticas. Ese periodismo aguerrido de los ’70 y ’80, que peleó contra las dictaduras, fue sustituido por una subalternación del periodismo en función de un salario y una línea periodística donde, o te gusta o te vas.
–¿Cuál es la relación del sistema de medios estatal boliviano con las radios comunitarias?
–Durante las dictaduras hubo un conjunto de radios mineras, que fueron la contestación al autoritarismo de la dictadura. Muchos de los periodistas y comunicadores de esas radios fueron desaparecidos y perseguidos. Ahora hay una nueva red de radios comunitarias, que son de zonas rurales y están siendo financiadas en parte por un proyecto del Estado. Estas radios responden a sus comunidades con un alcance dirigido. Tienen un vínculo muy fuerte con la comunidad porque la gente del campo escucha radio desde las 5 de la mañana, son muy escuchadas y creíbles. Dan además un servicio para funcionar en la vida cotidiana. Hay otras expresiones interesantes como La Red Erbol, una red de más de 60 radios, con una raíz de inspiración católica pero que están claramente vinculadas con el proceso político.
–¿Erbol es una aliada del gobierno?
–Sí, también critica al gobierno porque es independiente, pero sus contenidos coinciden con el proceso político que está viviendo el país.
–Si usted explica que la concentración comunicacional está en los medios contrarios al gobierno y, por otro lado, Evo tiene un apoyo masivo de la población, ¿cuál es la relación de los medios con las audiencias?
–Es sencillo. El principal comunicador de Bolivia se llama Evo Morales. Es un productor televisivo innato, tiene un criterio y un sentido del detalle extraordinarios. Evo está en contacto diario con la población a través de la TV, porque es un presidente de masas, un populista de izquierda. Laclau dice que al populismo hay que leerlo como un dispositivo estratégico que rompe con la tradición política de lo correcto. Y Evo Morales es un hombre de masas, con un sentido de la política envidiable, ya que siempre está adelantado dos pasos a sus adversarios. El logró algo que, según se dijo, no se lograría en Bolivia: que los indios dejen de votar a los blancos.
–¿Eso es más fuerte que los medios y la oposición?
–Sí, porque las creencias son más profundas y porque las prácticas cotidianas de vida en el mundo indígena, que es el 62 por ciento de la población, pasan por una visión comunitaria de la vida. Ellos no se piensan como nosotros, desde la individualidad, sino desde un nosotros. Eso es una fuerza muy grande.
–¿Y los intelectuales bolivianos cómo ven al populismo?
–Hay una intelectualidad boliviana que esta conformada por un grupo de “comemierdas”, que supuestamente eran de izquierda cuando era fácil ser de izquierda, porque no había interpeladores y pontificaban, desde los grandes salones del pensamiento, lo que era ser de izquierda. Ahora, esos señores quedan en evidencia de que más bien habían estado más hacia el centroderecha que a la izquierda. Era fácil ser marxista desde la perspectiva clásica de los ’70, donde no existía una participación mayoritaria de los sectores populares de Bolivia, que son indígenas. Y ahora resulta que una gran parte de esta gente pasó al conservadurismo.
–Volviendo a los medios, ¿qué diferencias encuentra entre las coberturas periodísticas de la guerra del agua (año 2000), la del gas (año 2003) y las de la reciente masacre de Pando?
–En la guerra del gas, la realidad era tan contundente que los medios no pudieron manipular la información. Las movilizaciones de El Alto, la cantidad de muertos, eso no se puede manipular. Hubo un intento del diario La Prensa de minimizar a los primeros muertos, pero después no pudieron tapar el sol con el dedo. Desde que Evo Morales está en ejercicio del poder, hay una negación de la realidad: la persecución, la violencia, la matanza en Pando. A mí me quisieron linchar en Santa Cruz en 2006, en la llamada Media Luna hay violencia contra los indígenas que viven en la región. Todo eso tiene que ver con una manipulación asquerosa y grosera que ofende la inteligencia de cualquier ciudadano. Quieren hacer aparecer a Bolivia como un país de indios revoltosos, ingobernables, amantes de la violencia, cuando la violencia fue ejercida desde un montaje de terrorismo destinado a generar las condiciones para separar a Santa Cruz y convertirla en un país independiente.
–¿Por qué se da tal diferencia en la cobertura de estos tres hechos?
–La diferencia pasa por una construcción política que antes no había, porque no imaginaban que Evo Morales iba a ser presidente. Y eso cambió todo. Hay mucha histeria de los sectores medios y de la intelectualidad, que se ha vuelto reaccionaria y, a la vez, tiene un discurso ambiguo.
–¿Qué significa el titulo del documental Construyendo dignidad que usted ha realizado?
–El título salió de una frase que dijo un abogado que fue entrevistado para el documental. “Nosotros vamos a empezar a vivir la dignidad y en el momento que vayamos a vivirla normalmente dejaremos de preocuparnos de ella, porque la dignidad será parte de nuestra vida diaria.” Es un documental donde yo hago la producción periodística y la dirección es del argentino Fernando Cola, que pertenece a un colectivo de comunicadores jóvenes de la ciudad de La Plata. Y todo esto producido por el Instituto Internacional de Asuntos Indígenas con sede en Dinamarca. Nos demandó más o menos un año hacer la primera versión, la segunda incorpora imágenes del referéndum y de la aprobación de la nueva Constitución.
–¿Cuál es la línea argumental del documental?
–El hilo conductor son las explicaciones del proceso que da el vicepresidente García Linera, es un trabajo hecho desde el punto de vista formal y refleja elementos centrales del proceso político: la instalación del Estado plurinacional, el tema de la tierra. Hay una mirada equilibrada, la propia oposición participa, opina, critica, cuestiona. Dejamos que las imágenes hablen por sí mismas.
–¿Tienen la intención de difundir la experiencia política del proceso boliviano a otros países de Sudamérica?
–Evo Morales es un modelo mediático que vende mucho. Hay muchas iniciativas, nunca se habían producido tantos documentales sobre Bolivia que tuvieran como eje el liderazgo de Evo Morales.
–Usted hizo un programa de TV con García Linera en 2002/2003. ¿Qué diferencias hay entre el García Linera de esa época y el actual vicepresidente?
–Allí comenzó la carrera política de Alvaro hasta llegar a donde llegó. En aquellas discusiones en el programa yo le decía a Alvaro: “El hombre no es Felipe Quispe es Evo Morales. Es él quien va a generar ese espacio en el que tú estás pensando”, pero en ese momento él pensaba en Felipe Quispe. Lineras es un hombre de la academia, es muy respetado y tiene una gran virtud: una gran lealtad a Evo Morales. Nunca lo había dicho pero hay que destacarlo, porque en determinado momento es muy fácil tratar de socavar el poder, generando insidia y conspirando contra el otro.
–¿Qué rol cumple García Lineras en este proceso?
–Es el vicepresidente del Estado plurinacional y tiene una pata en el Parlamento y otra en el Ejecutivo. Es el gran organizador y articulador de la gestión pública. Evo puede viajar por todo el país porque en la Casa de Gobierno está Alvaro manejando todos los hilos del funcionamiento del aparato gubernamental. Creo que es un complemento perfecto.
–Más allá de su rol en la gestión, ¿aporta desde lo intelectual a la reflexión del proceso político de Bolivia?
–Sí, porque hace cosas de alto vuelo intelectual. Han venido a Bolivia Laclau, Toni Negri, y permanentemente llega gente que genera foros de debate y discusión. Esa es la intelectualidad que está comprometida profundamente con el gobierno. Alvaro forma parte de un grupo que se llama “Comuna”.
–¿Estos grupos de intelectuales están en relación con la gente?
–Tienen relación con los movimientos sociales. Se ha generado algo que no pasaba en Bolivia, que una chola paceña con su pollera se siente en la TV y hable con los señores de corbata. La periodista de Canal 7 que maneja la cuestión internacional es una chola paceña.
–¿Qué expectativas tiene para las elecciones de diciembre próximo?
–Evo Morales va a ganar, él quiere ganar con el 70 por ciento de los votos.
–Sin embargo, la oposición gobierna en muchas regiones y tiene parte importante del Senado.
–Sí, eso dependerá de la campaña, de la incidencia del movimiento orgánico del MAS y de los movimientos sociales.
–Hay sectores de los movimientos sociales que opinan que el gobierno de Evo Morales cristalizó el proceso de movilización social, ¿qué opina usted?
–Para llegar a este momento, que permite la ley de elecciones de fin de año, Evo Morales se declaró en huelga de hambre. Toda la sociedad estaba en estado de apronte para salir a las calles en caso de que el Senado no aprobara la ley. Creo que hay un estado permanente de movilización en Bolivia, la gente está mentalmente preparada para salir en cualquier momento, a defender lo que es suyo.
–¿Bolivia mira mucho hacia Venezuela?
–Hay que diferenciar las cosas, por ahí no gusta el estilo de Hugo Chávez, pero definitivamente tiene un compromiso y un afecto por Bolivia que está fuera de discusión. Y su gravitación mundial en la venta del petróleo hace una diferencia en América del Sur que nunca antes se había producido. Estamos arropados por Argentina, Venezuela, Cuba, Chile y por el propio Brasil, con los distintos matices que hay en el medio. Pero hay una actitud política de actuar en bloque.
–¿Cómo se ve Argentina desde Bolivia?
–Es muy fuerte la imagen de lo bolivianos que viven aquí, como vendedores de limones, bajitos, desheredados, hinchas de Boca. Pero, por otro lado, hay otra argentinidad apreciada, sobre todo de los del Norte, porque hay tradiciones muy parecidas.
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