Lun 24.01.2011

DIALOGOS  › ANTONIO NERY FILHO, ASESOR DEL GOBIERNO DE BRASIL PARA LA LUCHA CONTRA EL PACO

“El crack responde a una necesidad brutal, que precisa una droga brutal”

El psiquiatra brasileño señala que no está contra el usuario, sino contra la droga, y se manifiesta a favor de la legalización de todas como forma de eliminar la violencia y el sufrimiento que generan el narcotráfico.

› Por Emilio Ruchansky

–El paco es una sustancia relativamente nueva en la Argentina, recién el año pasado se supo que su composición química es en esencia alcaloide de cocaína. ¿Desde hace cuánto se consume en Brasil?

–Desde los años ochenta. Se le dice “crack” en todas partes, otra expresión no es reconocida. Es una palabra importada completamente de Estados Unidos, aunque no es la misma sustancia. Por el conocimiento que tengo, el crack fue una invención de los usuarios norteamericanos. En una crisis de falta de cocaína, ellos utilizaron el residuo de cocaína y asociaron carbonato de calcio, el que se usa para las tizas, lo que resulta un problema. El nombre es una onomatopeya: para ellos el sonido de una piedra que se rompe es: “Crack”.

–¿Qué medidas se tomaron desde lo sanitario cuando apareció?

–Por suerte, rápidamente se descubrió una cosa, que me parece importantísima para el crack. La vía de entrada es pulmonar y los pulmones son una inmensa vía de absorción. Es muy rápida. Y produce una gravísima “inundación” al fumar, como cuando los ríos desbordan e inundan una ciudad. Al fumar, ocurre una inundación brutal del sistema nervioso central, que se reparte en todo el organismo a través de la sangre, de un modo en que ningún otro medio de consumo consigue.

–¿Ni siquiera pinchándose cocaína?

–La misma cantidad inyectada precisaría una disolución sanguínea y un largo viaje hasta al cerebro para producir algún efecto. O sea, esa es una llegada más lenta que la vía pulmonar, que es inmediata y tiene una enorme, incomparable, intensidad. Esto es fundamental porque al fumar se produce una intoxicación de un centro cerebral responsable por el placer y, por otro lado, se produce metabolización inmediata de la cocaína. Justamente, el nivel de intensidad es tan alto que a la menor disminución de la intensidad va a producir una necesidad de reutilización porque la intoxicación es más alta. Además, cuando se usa una jeringa uno puede calcular mejor la dosis. Cuando usted fuma no hay un control tan preciso. Estas son las razones a considerar.

–¿Por qué?

–Pasa que el nivel de intensidad en el crack lleva oculto un fenómeno, que en Brasil resumimos así: “A una necesidad monstruosa, una respuesta monstruosa”. Déjeme explicarme mejor. Voy a decir una cosa que creo y defiendo. Yo creo que las personas tienen necesidades diferentes porque son biológicamente diferentes. Cada uno de nosotros tiene un patrimonio psíquico, que será determinado por el patrimonio biológico y las condiciones sociales, en las cuales los humanos conviven y se organizan. Esta una relación triangular permanente, que tiene como efecto la organización. No estoy hablando de inteligencia, ni de carácter, sino de organización. Considerando esto, cada uno de nosotros tendrá sus propias necesidades y sus propias posibilidades. No hay dos necesidades iguales, como no hay dos posibilidades iguales, porque no hay dos humanos iguales.

–Quiere decir que existe una fuerte determinación detrás de la elección.

–Así es. La “elección” de una droga será siempre el resultado de la interacción entre la posibilidad de un patrimonio biológico con una posibilidad psíquica en una condición social. La elección, muchas veces, llegaría a personas deprimidas, maníacas, excitadas, a organismos que van rápido, que soportan o que no soportan, a organismos que soportan una gran cantidad de cocaína en un psiquismo deprimido, en una situación desfavorable. Aquí se pueden hacer las combinaciones que usted quiera. Pero hay que destacar que en la combinación de los tres elementos son más importantes lo psíquico y lo social, puesto que lo biológico es estable, no cambia. Por ejemplo: alguien que pierde el trabajo, que ganaba bien, que tiene coche, casa. Esta persona tiene una constitución física buena, ninguna dolencia, pero una hipoteca que pagar por su casa y tres niños con una mujer que no trabaja. Ese hombre puede sufrir, puede beber o esnifar cocaína ocasionalmente y descubre que la cocaína resuelve su sufrimiento.

–Como si fuera un antidepresivo.

–Exacto. Pero no es un medicamento. No autentica la dolencia, no autentica la condición “patológica”. Si utiliza un antidepresivo reconoce que está enfermo, cuando usa la cocaína no.

–Pero la función parecería la misma.

–Es la misma, pero la condición y la representación no. Una es legal, la otra no. Una está en el ámbito médico, en la salud, la otra está en el ámbito de la intimidad. Y del placer. Este hombre busca una resolución del sufrimiento, no de la situación. De este modo, se comprende la historia que cada uno puede hacer de una droga. Tomemos los adolescentes. Los adolescentes sufren con la adolescencia, desafían al mundo, necesitan marcar su presencia en el mundo, con la transgresión dicen “estoy acá, soy diferente de mi mamá y de mi papá, yo soy otro”. Una de las transgresiones, en Brasil, no sé acá, es la utilización de la marihuana porque puede ser un sedativo, un desinhibidor y es una fuerte transgresión. La marihuana asocia a los adolescentes: pueden fumar juntos, comprar o cultivar juntos. Hay toda una cantidad de fenómenos asociados al consumo. Pero sobre todo los adolescentes saben que no morirán por fumar porro. Entonces, cumple bien todos los papeles que necesita el adolescente. Desgraciadamente, la policía, la familia, los médicos, los psicólogos no comprenden esta utilización y la criminalizan. La prohibición no es una ayuda a los adolescentes en su travesía hacia la vida adulta, es un vejamen. Esta utilización de la marihuana yo la considero absolutamente transitoria, en la mayoría de los casos, y funcional porque comprende, justamente, funciones para ellos.

–Es mejor que el alcohol para ellos.

–Absolutamente. Hace treinta años que trabajo en esto, tengo visto que la teoría de que la marihuana es la puerta de entrada para otras drogas no es verdad. Nunca fue. Es una de las peores mentiras que construyeron los humanos. No es la droga la que determina la persona, son los sujetos que determinan la droga. Atendí miles de personas que beben y no usan otra drogas. O que fuman y no usan otra droga. Lo que quiero decir, es que la elección de la droga responde a una necesidad humana. La cocaína no tiene necesidad, los humanos la tienen.

–Y a veces esta necesidad es monstruosa, como dice usted.

–Hay humanos que son periféricos sociales, yo los llamo en Bahía “los invisibles”. Son visibles pero invisibles socialmente. Personas sin futuro, sin la menor posibilidad en la geografía de las oportunidades. Son presos en condiciones monstruosas. En mi experiencia el crack “responde” a una necesidad brutal, que precisa una droga brutal. La marihuana no es para esta necesidad brutal. Es lo social lo que crea la posibilidad de una droga. Esto es fundamental para cualquier política y práctica médica. En este momento, vivimos algo crucial, creo fuertemente, tal vez estoy loco, que nuestro mayor problema son las rupturas de los pactos. No hay más representación de ley, padre y madre han perdido su posición. Padres e hijos están muy próximos, muy semejantes, muy parecidos. Los hijos no oyen de sus padres lo que pueden o no pueden, porque no pueden escoger. Los padres no les dicen qué se puede.

–¿Los mismos padres perdieron el respeto por la ley?

–Perdieron la referencia de ley, no se reconocen a ellos mismos como ley... no sé la policía de ustedes, pero la de Bahía, la de Brasil, no se distingue en nada de los bandidos, salvo por el uniforme. Los bandidos son más organizados que la policía. El narcotráfico en San Pablo está muy bien organizado, con una fuerte jerarquía de ley, y nosotros que deberíamos establecer las reglas sociales nos perdimos completamente. Pero la cuestión no es la droga sino los humanos, si lo que sustenta las relaciones, las leyes, fracasan, los humanos se desorganizan. En este sentido, la presencia de droga es un síntoma y no una causa, de la desorganización y ruptura de pactos. Por eso, yo defiendo que trabajemos en cuidar a los que sufren los efectos químicos y psíquicos de las drogas pero es más importante que miremos los pactos y acuerdos para restaurar las relaciones entre humanos. Desgraciadamente, trabajamos con las drogas y no con los humanos.

–El crack no desaparecería.

–No. Ninguna droga desaparecerá. Yo tengo una posición completamente anormal sobre el tráfico. Yo creo que el crack no es una buena droga comercial porque provoca una gran intoxicación que puede provocar muy fácilmente la muerte. La cocaína es soluble en agua, el crack, el que tiene carbonato de calcio, no es soluble y eso provoca problemas pulmonares respiratorias graves.

–¿El solo uso, aunque sea esporádico, hace un daño irreversible?

–Hay uso controlado de todas las drogas, pero hay algunas con menores riesgos, menores posibilidades químicas. Claro que hay personas con mejor competencia biológica, psíquica y social para usar el crack y que se pueden sanar. Algunos trabajos demuestran que el crack puede producir daños en el sistema nervioso central, produciendo parkinsonismo crónico, como puede pasar con los neurolépticos legales. Es una especie de temblequeo constante. El crack en Brasil no es pobre en cocaína, como podría ser el que se fuma en Argentina. Es el alcaloide, pero como no está refinado tiene otras cosas como el ácido sulfúrico, éter y otros residuos químicos que no están en la cocaína. Por eso, la pasta o el crack es más dañino que el clorhidrato puro. Los que utilizan crack no se alimentan, tienen otros padecimientos asociados, utilizan otras sustancias. No olvide que la mayoría está en condiciones sociosanitarias y afectivas muy precarias. Y que esas personas pueden morir más fácilmente de enfermedades accesorias, trastornos producidos por el consumo permanente de crack.

–Los usuarios no desconocen esto.

–Por eso creo que el crack, por su poder de producir daño, no es una buena droga de comercio, si se legaliza todo. ¿Por qué en un principio San Pablo tenía crack pero Río no? Porque los traficantes sabían que el crack desorganiza el comercio, los usuarios de crack son muy desorganizados, más trastornados. Los comerciantes de Río dijeron: “No queremos acá perturbaciones en nuestro comercio de cocaína”. En Salvador hay un comercio desorganizado con cocaína, el crack no tendrá larga vida como droga de masa, será siempre circunscripto para aquellos que necesitan una droga así. El crack no es el alcohol, que permite encuentros, comunicaciones, fiestas. El crack no se insertó en la pauta cultural, por lo tanto el crack no es, ojalá tenga razón, no será una droga sostenida comercialmente como algunos dicen en Brasil.

–¿Políticamente se hace algo para frenar el consumo?

–Sí. Todos, griegos y troyanos, están unidos contra el crack porque se tornó en el responsable de todos los sufrimientos. Lula hizo un discurso, hace dos meses, donde ¡responsabiliza al crack!: la sustancia deviene persona, se tornó una entidad responsable por todo lo malo en Brasil. José Serra, uno de los candidatos presidenciales, les dice a todos: “Voy a hacer hospitales en todo Brasil para tratar a los usuarios de crack”. Como si la solución fuera hospitalizar y tratar a todos los usuarios.

–Pero ustedes precisan más lugares.

–Es cierto, pero no como solución. No necesitamos un hospital en cada ciudad. Vamos a producir la muerte social de millones de personas que no deberían estar internadas porque no son enfermos. Porque la relación con la droga no produce siempre una enfermedad. Un usuario no es un toxicómano necesariamente: el uso puede ser experimental, recreativo.

–¿Cómo se debería tratar a los usuarios de paco?

–Necesitan de una intervención médica, psiquiátrica y también social. Son personas, repito, los usuarios de crack no son la clase media ni la clase rica. Están muy próximos a la periferia, a la miseria de la exclusión. Necesitan la oferta de una posibilidad social, que no sé si es posible. Tratarlos es simple, se los interna, cuida, hidrata y se les dan medicamentos para dormir, se conversa. En 10 o 15 días el cuerpo está sin problemas, pero el espíritu continúa igual, si no cambia la condición social en una o dos semanas tenemos la misma cosa. Ahora sólo les damos tratamiento casi exclusivamente para el cuerpo. Si tiene mil personas, mil camas. Cuerpos entran, cuerpos salen, entran. ¿Pero qué ofrecés socialmente?

–¿Qué tipo de estructuras sanitarias tienen para este tema?

–En Brasil, no el gobierno, sino la organización de los usuarios y los portadores de trastornos mentales se organizaron junto a sus familias, presionamos para conseguir la reforma psiquiátrica: la deshospitalización, algo que aquí también reclaman y consiguieron. Creamos dos instancias: las casas de pasaje protegidas y los centros de atención psicosociales: los “Caps”. Hay cap1 (ambulatorios de baja complejidad), cap2 (drogas), cap3 (drogas con 24 horas de trabajo, hospitalización corta y de 5 a 10 días como máximo para desintoxicación). Yo acabo de inaugurar un cap3 en un barrio periférico populoso en el noroeste de Salvador. Y es el primer centro en Brasil, no en Bahía, para niños que utilizan drogas y están en conflicto social, en las calles. El primero en un país con 200 millones de personas.

–¿Cómo se logró abrirlo?

–Pasamos a luchar políticamente con la universidad que tiene el poder técnico y ahora provocó al poder político. Es importante aclarar que no necesitamos hospitalizar, no es la regla, como quieren los psiquiatras. Es la última opción. Toda hospitalización debe ser corta. Yo trabajé en Francia con lo peor de los heroinómanos y se ponen de pie en diez días, físicamente, pero su alma no se pone de pie en diez días, tal vez no se ponga nunca.

–En Suiza y en España también se abrieron salas de consumo controlado de heroína. ¿Cree que eso podría funcionar para los paqueros?

–Sí, sí, sí. Yo defiendo esto, aunque es una herejía en mí país. Si los países trabajan en la lógica contra las drogas y no a favor de los usuarios, o sea contra los usuarios, entonces admitir estas salas es admitir que los usuarios tienen derecho a utilizar drogas y es un deber del Estado protegerlos en su utilización. Significa que yo puedo ayudar a alguien que se droga a no morir, a no enfermarse. Esta sala implica una comunicación entre una persona que se droga y un técnico en salud, es una condición propicia, buena para el intercambio. Yo creo que más aún para el crack, que es el desorden completo. ¿Por qué dejar a las personas abandonadas a su suerte o a su mala suerte? Si alguien escoge un riesgo como el crack, debe ser prioridad de atención y cuidado.

–¿Cuál es su próximo proyecto en Bahía?

–En seis meses, espero, vamos a tener en un centro de atención psicosocial para internar exclusivamente los usuarios de crack por cortos períodos, con una casa asociada, que yo llamo “casa de medio camino”. Es para que esas personas en 10 o 15 días puedan pasar a esta casa donde permanecerán el tiempo necesario para salir.

–No sería un sala de consumo protegido...

–No puedo contestarle eso hasta ver qué pasa. Tengo 66 años y estoy en posición de decir muchas cosas en Brasil sin ir preso. Pero primero quiero provocar la discusión en la universidad. En pocos días estoy abriendo en Pelourinho (un barrio antiguo y turístico de Salvador) una casa que llamo “punto de encuentro”, que sirve para acoger a personas de Pelourinho y otras regiones, darse una ducha, cambiar de ropa sucia por limpia, tomar un café. No pueden permanecer, no es un hospital ni un ambulatorio, sólo un punto de encuentro, necesario para seguir avanzando. Es el primer paso para reconocer que es mejor un hijo protegido en el uso, que muerto y desprotegido.

–Si el uso de drogas, según usted, no va a desaparecer, ¿cree que es mejor legalizarlas?

–Así es. Básicamente, porque los humanos nunca dejarán de ser humanos. Nunca, salvo que en mil años no seamos humanos y seamos mitad máquinas...

La legalización yo la defiendo para todos los productos sin excepción porque no estoy ni en contra ni a favor de las drogas, estoy a favor de los seres humanos. Las drogas forman parte de las cosas del mundo y los humanos también. Pero los humanos piensan y las drogas no. Creo que los humanos destituyeron a la muerte de su valor, la vida se define por la muerte y la muerte por la vida. La vida no es más valorada, en Brasil hay una crisis con esto. Se matan como si fuesen moscas. Los hombres se matan en mi ciudad: 20 por fin de semana. Es mucho. El tránsito mata 200 mil personas por año en Brasil y no hacemos nada... pero vendemos y vendemos más coches.

–¿Qué opina de la violencia ligada al tráfico?

–El tráfico no tiene ley sino fuerza, si entrás en mi campo te mato y si quiero ocupar tu territorio me matás o trabajás para mí. El más fuerte controla un territorio más grande. Si esta violencia no se resuelve sino por la fuerza, tengo la alternativa: introducir el tráfico y la marginalidad que lo rodea en la legalidad. “Bueno, ahora no precisás más matar a otro para ocupar territorio porque trabajaremos nosotros con la ley”, diría el Estado. Tu comercio, tu droga, los adolescentes no tendrán que exponerse a las violencia y a la muerte. Creo que están de un lado los humanos, su sufrimiento y las drogas; y por el otro, el comercio, la producción, el tráfico y la violencia. Si me libro de esto último... ¿qué resta? Las drogas con los humanos con sus sufrimientos y con los trastornos que las drogas les causan o no. En la salud sabés qué hacer con la enfermedad, pero no qué hacer con la violencia y el tráfico.

–¿Cuánto cambiaría el escenario con la legalización en su trabajo?

–Puedo trabajar mejor. Puedo reutilizar los recursos gastados en el tráfico y la violencia que no consigo controlar ni dominar. No resolverá todo el problema. Pero pienso: “Si legalizo y hay un aumento del consumo... trabajaremos con el aumento. Si legalizamos, disminuye el consumo, muy bien. Si legalizamos y nada ocurre, mejor”. En todo caso, estaré libre de una monstruosa violencia en un país que tiene un Estado oficial y uno no oficial. Tenga en cuenta que en la sociedad brasileña hay desigualdades sociales y económicas enormes. El 10 por ciento tiene el control del 40 por ciento de la riqueza. Si no soy capaz de cuidar de esto y si legalizo las drogas, clavo una lanza en el corazón del león, esta enormidad del narco: 500 billones de dólares en el mundo que corrompen a todos, que compran todo, Iglesias y políticos.

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