DIALOGOS › BERNARDO KLIKSBERG Y LO QUE FALTA EN LA ARGENTINA, BRASIL Y LA REGIóN ENTERA
En medio del lanzamiento de su nueva serie de documentales, El otro me importa, el consultor de Naciones Unidas Bernardo Kliksberg criticó la “codicia desenfrenada”, analizó el origen de los nuevos reclamos en Sudamérica, habló de los “héroes éticos” como Anilevich y Luther King y afirmó que las soluciones para mejorar la situación actual son viables.
› Por Martín Granovsky
–Lo que falta es mucho –dijo sobre la situación actual en Sudamérica–. No es que 10 años bastan. Estamos en la región más desigual de todo el planeta Tierra. Lo era hace 10 años y sigue siéndolo. Hay 180 millones de pobres en América latina. Los progresos son valiosísimos pero no hay que ilusionarse con que la meta estaba ahí al lado y era fácil de lograr. Por eso los reclamos que se escuchan son realizados en nombre de lo mucho que falta. Cuando hay más participación y más calificación y demandas básicas satisfechas, se puede esperar un nivel superior de demanda. Eso es positivo. Y para cumplir con las demandas que faltan tiene que haber reformas más profundas aún.
–¿De qué manera?
–Por lo pronto, sin descuidar el timing: cómo articular esa demanda y transformarla en un mayor apoyo para la profundización. Sobre todo porque las demandas de los sectores más marginados son legítimas y, por definición, deben ser visualizadas ampliamente.
–“Profundización” es una palabra que, al menos en la política argentina, circula mucho. Tanto que cada uno o no tiene definición alguna o tiene una propia. ¿Cuál es la suya?
–Seguir bajando la deserción en la escuela secundaria. Extender cobertura universal de agua potable y cloacas. Generar formalización en amplios sectores de la economía informal. Esas tres cosas concretas son parte de la agenda en lo que falta mucho y hay que apurar el paso. Al mismo tiempo hay que intensificar la pelea por la comprensión de la realidad, que también será decisiva. Hay que universalizar esa pelea.
–¿Situarla en el mundo?
–Sí. Es una pelea en que las posibilidades aumentan cuando se colocan los temas en el gran enfrentamiento planetario, el del 1 por ciento contra el 99 por ciento. Si se enmarcan los temas nacionales en ese marco global, estaremos más cerca de la realidad. El 99 de la población expresa sus reclamos en nombre de algo común, que son los nuevos bienes: las tecnologías médicas que prolongan la esperanza de vida, la educación... Tomemos la nacionalización de YPF. Bueno, eso forma parte de una pelea planetaria mayor. Es el enfrentamiento entre la codicia desenfrenada y las tendencias a la inclusión y la solidaridad.
–¿Cómo define la codicia?
–En los Estados Unidos hubo recientemente un fallo inédito. Un jurado de Nueva York condenó a un ex analista de Goldman Sachs. Los jueces estaban impresionados por el espectáculo de lo que en inglés se llama greed y es muy difícil de traducir.
–¿Cuál sería la traducción aproximada?
–La codicia avariciosa. Rompe las reglas de juego básicas del sistema. En cuanto esa ruptura es percibida, aparecen fallos como el del jurado de Nueva York. Significa que la sociedad entiende que las dosis actuales de greed desequilibran el sistema. Muchos jóvenes son cada vez más conscientes de ese desequilibrio, y no hablo sólo de los Estados Unidos.
–¿Se puede hablar de los jóvenes como sujeto?
–En mi opinión, sí, aunque sin absolutizar nada. Claro que marca el hecho de vivir en una generación determinada... Cuando éramos muy jóvenes sólo creíamos en las clases sociales como marca. Ahora sabemos que las clases no agotan toda la historia. No explican, por ejemplo, el Mayo Francés del ’68, o que en los Estados Unidos sectores que deberían haber votado por el Tea Party decidieran la elección de Barack Obama. Entonces, vivir en un espacio histórico determinado y tener héroes y antihéroes comunes incide. Pero dicho esto prefiero desagregar también el concepto de juventud. Hay juventudes y juventudes. Si no, cuando se mete todo en la misma bolsa surgen los mitos. Lo digo con conocimiento real del tema. En los últimos tres años, solamente, formé dos mil jóvenes en las ideas más avanzadas del planeta.
–¿Cuál sería el mito?
–Que todos los jóvenes son superficiales, pasatistas, presa fácil del capitalismo salvaje y de sus medios de comunicación. Y no es así. La tendencia más general que uno encuentra es, antes que nada, a los jóvenes pobres buscando sobrevivir y procurando encontrar algún lugar por donde entrarle al sistema. En el mundo el 20 por ciento de los jóvenes se encuentra fuera del mercado de trabajo y fuera del sistema educativo. Están desesperados por subsistir. Y luego hallamos a los jóvenes de clases medias nuevas, por ejemplo a los que sacó Lula de la pobreza, los que dejaron la pobreza en la Argentina, o en Ecuador, o en Uruguay. Decir que los jóvenes pobres sólo replican algunos valores de clase media es hacer una interpretación grosera. Más bien están en la búsqueda.
–¿Por qué buscan algo? O mejor: ¿por qué buscan algo distinto?
–Porque están desencantados con las ideologías convencionales, que tuvieron fracasos estrepitosos. No les dio nada el comunismo y no les da nada el capitalismo salvajemente consumista. Es una búsqueda a veces torturada de héroes verdaderos y de causas donde no serán manipulados. Una gran idea que se transformó en una organización de puros jóvenes fue Un techo. Soy su asesor principal. Tienen un objetivo, nada más. Consiste en salir los fines de semana a construir viviendas para la gente en situación de pobreza extrema.
–¿Cuántos son en América latina?
–Muchos: 120 millones sobre 650 millones de habitantes. Los jóvenes de Un techo construyen los fines de semana una casa de 40 metros cuadrados, con piso de madera y con techo de madera. Hace pocos días, en el norte argentino uno de ellos me contó que cuando terminaron la vivienda la madre que viviría allí se largó a llorar. “¿Hicimos algo mal?”, le preguntó él. Y ella le contestó: “No, es que jamás en mi vida tuve una ventana”. ¡Una ventana! Un techo ya está asentado en 19 países después de su nacimiento en Chile, con inspiración de un sacerdote. Son 400 mil voluntarios. En la Argentina la organización se convirtió en un furor incluso para chicos de las élites, que van a voluntarizarse para construir las casas. No están resolviendo las causas estructurales de la pobreza, claro, pero sí operan sobre una de las manifestaciones más crudas y desalmadas, que es dejar en la intemperie total a buena parte de la población. Esto tuvo una resonancia inédita. Nadie suponía que iba a pasar. Que iban a construir más de 100 mil viviendas como una verdadera red de protección social.
–¿Y por qué pasó?
–Porque los jóvenes, si encuentran una causa que es válida y que rápidamente les da respuesta, ahí están. Estamos hablando de menores de 30 años. En Guatemala uno de los líderes, de 26 años, me dice: “Mi familia me preguntaba cuánto me pagaban. Me costó mucho explicarles que la paga es encontrarle sentido a mi vida”. O sea: los que no tienen trabajo lo buscan, y también persiguen ideales. Y los que tienen trabajo no dejan de buscar ideales. Un techo es un ideal micro. Cuando aparece un ideal micro los jóvenes se sienten atraídos. Esto ilustra que quizá también los ideales macro puedan atraerlos. Ojalá, porque sólo la política pública puede resolver el tema de la vivienda, por ejemplo, y la política pública los necesita.
–¿Cómo se combinan los ideales micro y las políticas públicas para evitar el oenegeísmo del Estado y a la vez hacerlo eficaz?
–En mi rol de asesor de Un Techo tejo alianzas entre los jóvenes con ideales y las políticas públicas. Los dos sectores no pueden permanecer encerrados. La política pública, la acción colectiva organizada, es la única que resuelve el tema de la pobreza, pero la sociedad civil le puede inyectar fuerzas. Cuando los jóvenes encuentran a nivel micro, se meten de cabeza. Si logramos atraerlos para propuestas macro con concreciones micro, los vamos a tener trabajando.
–¿Esa sería la combinación deseable?
–Hay muchos movimientos en la misma dirección a nivel internacional. El rasgo común consiste en profundizar los modelos de cambio. Hay demandas articuladas y demandas no articuladas. Pero no nos engañemos: todo será insatisfactorio por definición frente a la brecha fenomenal abierta en las sociedades. Aumentar el transporte público en Brasil, en un país donde la presidenta Dilma Rousseff empezó su gestión montando un programa gigantesco para terminar con la pobreza extrema de 17 millones de personas indica cuán profunda es la brecha. Se agrava la situación del transporte, por ejemplo, como acaba de ocurrir, y se abren dilemas sobre los caminos a emprender para solucionar viejas y nuevas demandas. Todavía hay una brecha entre el mínimo que el modelo tiene que producir y el nivel de progreso alcanzado. El nivel de avances en América latina es altísimo, pero seguimos teniendo 180 millones de pobres e insuficiencias severas de agua potable. Habrá nuevos movimientos.
–¿Le preocupa o le alegra la posibilidad de que haya nuevos movimientos?
–Son una señal de salud. Dicen que vayamos más rápido y mejor. A mediano plazo está claro que el gobierno de Brasil está recogiendo la demanda colectiva. Y además reparemos en un detalle muy importante: en las manifestaciones de Brasil nadie pidió más libertad de mercado. No hubo una consigna neoliberal. Lo mismo en Chile, que para mí fue un fenómeno muy importante.
–¿Cuál es el dato crucial de las protestas chilenas?
–La rebelión de los pingüinos, como se llama a la protesta que empezaron los estudiantes secundarios, no es una rebelión de un día. Llevamos dos años sólo si tenemos en cuenta la última etapa. Y lograron mantener en vilo a toda la sociedad chilena. Reunieron de 150 mil personas para arriba. Derribaron a tres ministros de educación neoliberales. Lograron convocar el apoyo mayoritario. Además inventan nuevas maneras de enfrentar al poder porque son imaginativos y consiguen esquivar incluso la legislación represiva. Michelle Bachelet, que será candidata a la presidencia, recogió el mensaje. En su plataforma electoral el tema central es educación gratuita para todos y educación de calidad para todos. El dictador Augusto Pinochet montó un proyecto de largo plazo: que sólo pudieran estudiar con calidad las élites. Y le funcionó. Sólo hay educación de calidad para las élites. La encabezada por los pingüinos es una rebelión estructural contra el modelo de Pinochet. Y de puros jóvenes. En Chile la rebelión es totalmente interclasista. Hay líderes de la Universidad Católica y líderes de los sectores populares. Todos participaron a través de sus jóvenes. Y no es una rebelión sólo con reivindicaciones sectoriales. Los chicos de Chile no piden que el Estado mejore sólo su propia educación, sino que se dé posibilidad de educación real a todo el pueblo chileno. Una de las consignas, ya muy repetida, tiene significado profundo: “Un pueblo educado jamás será explotado”. Pinochet creía en la explotación para la eternidad. Volviendo a Brasil, las protestas también son interclasistas. También salieron jóvenes en Nueva York y en California a protestar contra el fallo que declaró no culpable al vigilador privado George Zimmerman por el asesinato del joven afronorteamericano Trayvon Martin. Los jóvenes están buscando ideales genuinos. Vi cómo trabajaban los jóvenes de una productora, Mulata, en mi primera serie de televisión, Escándalos éticos. Cuatro países latinoamericanos decidieron replicarla completa: Bolivia, Perú, Uruguay y Costa Rica. Chaco, en la Argentina, hará lo mismo. Busqué datos y salidas. Los chicos, todos menores de 30, lo produjeron documentalmente. Le agregaron documentación actual con enorme criterio cinematográfico. Calculan que tuvieron 100 mil donaciones de material, empezando por la ONU y todas sus agencias, ONG y organizaciones barriales de todo el mundo. La calidad documental enamora a auditorios jóvenes. Los contenidos están dirigidos a la sed de ideales de los jóvenes. Porque sí hay ideales y propuestas. Uno de los temas centrales son los héroes éticos del género humano. No son los que asesinan en serie, con chapa legal o sin chapa legal, sin preguntar sobre el origen social de los delincuentes en el menor tiempo posible, o los héroes de la farándula ultraliviana. Y agreguemos, en el análisis, a los 400 más ricos del planeta. No suele repararse en que esos 400 tienen el mayor porcentaje del Producto Bruto en la historia del género humano. A eso se refirió el papa Francisco en Lampedusa y en Brasil. Por esa desigualdad, en el mundo muere un niño cada 15 segundos debido a la ingesta de agua contaminada. Mi humilde programa es posible porque hay un canal como Encuentro y canales públicos en todos los países interesados en lo que yo llamo “héroes alternativos”. Desfilan una y otra vez personas como Nelson Mandela, Rosa Parks y Martin Luther King. A Rosa Parks en Alabama le pidieron que se levantara y le diera el asiento a un blanco. No lo hizo y fue un hito en la pelea por los derechos civiles. Mis héroes son los que dieron la vida en la lucha contra el fascismo y el nazismo y que han vuelto ahora en sus variantes neo de Grecia, de Francia, de Italia. Hay quien dice en Francia que Hitler no terminó la tarea contra los gitanos, ¿no? Mi héroe es Mordejai Anilevich, que con sus 500 jóvenes en Varsovia combatió al ejército nazi en nombre de la dignidad. Mis héroes son Ana Frank, con su frase símbolo: “Qué maravilloso es que cada uno pueda mejorar el mundo en el momento que viene”. Es el llamado de una chiquita de 15 años viviendo en medio de la oscuridad y a punto de ser asesinada. Otro héroe es Muhamad Yunus, que creó un banco que da de comer a 500 millones de personas. El mundo tiene héroes éticos, como se ve. Pensar en ellos y en lo que hicieron ayuda a combatir problemas actuales como que la gente se muere por tomar agua contaminada (1.800.000 niños por año) y hay 2800 millones que no tienen un inodoro y se enferman. Las dos cosas juntas crean las enfermedades hídricas, como las llama la Organización Mundial de la Salud: hepatitis A, dengue, malaria. Por no hablar de los asesinatos masivos todos los días. El segundo tema es el hambre, que afecta a 1200 millones. Todos los días se mueren 10 mil niños. El tercer tema de escándalo es la falta de trabajo, porque el capitalismo salvaje dejó de producirlo. Italia tiene hoy un 40 por ciento de desempleo juvenil. En la nueva serie de documentales que acaba de empezar, El otro me importa, fijamos la atención en algo: puedo cambiar el mundo si me importa algo más que mi familia y mi patrimonio. Hay muchas formas de militancia.
–¿Además de la militancia política?
–Sí. La militancia política articula los esfuerzos colectivos y sirve para mejorar la calidad de la política y para dignificarla. Otra es la militancia en la sociedad civil. O el voluntariado. O la responsabilidad social de las empresas. En general, se trata de que cada uno todos los días haga lo que está a su alcance para mostrar la consigna más vieja del género humano. En el momento en que Caín mató a Abel y la divinidad le preguntó por qué lo asesinó. La respuesta fue: “¿Es que acaso yo soy el guardián de mi hermano?”. Una lectura superficial diría que es la primera coartada de la historia. Hay una lectura más profunda, la de Emmanuel Levinas: para Caín el otro no existía ontológicamente. Era el egoísmo absoluto. Sólo existía aquello que fuera bueno para él. La inexistencia ontológica se da también en el capitalismo salvaje con el 1 por ciento que tiene el 99 por ciento de la riqueza. El punto, desde el principio de género humano, es si somos Caín o somos Abel. Si asumimos que el otro me importa deberemos identificarnos con Moisés (preocuparnos y cuidar al otro) y con Jesús (ama a tu prójimo como a ti mismo). Si el otro me importa, ahí está la democracia, conseguida por luchas sangrientas, que ahora nos permite pelear por la educación y la dignidad.
–La nueva serie de documentales hablará, por ejemplo, de Noruega.
–Tomo episodios históricos recientes. La forma en que Noruega eliminó la pobreza, o el modo en que Suecia eliminó la discriminación de género. O cómo Costa Rica logró ser uno de los tres países más amigos del medio ambiente del planeta. O cómo Bolivia pasó de una de las tasas más altas de analfabetismo de América latina a casi cero. O cómo la Argentina logró crear un programa social que incluyó a niños pobres de la Argentina y les cambió la calidad de vida. O cómo logró Brasil sacar a 40 millones de la pobreza. Son episodios demostrativos de que el otro me importa y de que es viable una solución. Que se puede. La AUH es uno de los mayores programas sociales. A veces escucho voces que dicen: “Eso es una jugada política”. Mi respuesta dice que es una jugada ética. Significa mejorar la vida de tres millones de personas. Los héroes éticos del pasado aparecen en las acciones del presente. Mordejai Anilevich es un héroe del Uruguay de hoy. Habrá una escuela que lleve su nombre. Martin Luther King tiene cada día más actualidad. Después del asesinato cometido por Zi-mmerman, más todavía. Los héroes éticos del género humano tienen mucho para decir. Tenemos que lograr que tengan una proyección mediática fuerte y que formen parte del sistema educativo.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux