DIALOGOS › ABDOUMALIQ SIMONE, URBANISTA E INVESTIGADOR DEL INSTITUTO MAX PLANCK EN BERLíN
Dice que las ciudades africanas y asiáticas son las “fuerzas mundiales de urbanización”. Areas donde conviven múltiples formas de producción y de regulación, con regímenes pasados superpuestos y reglas diversas. Una mirada analítica sobre las limitaciones de los discursos modernistas para comprender las realidades de ciudades no occidentales contemporáneas.
› Por Natalia Aruguete
AbdouMaliq Simone se especializó en cultura urbana, políticas públicas y relaciones internacionales. Con ese bagaje, trabajó en el funcionamiento de las ciudades africanas y, más recientemente, del Sudeste asiático. Invitado por el programa Sur Global (Unsam), Simone dialogó con Página/12 sobre las limitaciones de los discursos modernistas para comprender las realidades de ciudades no occidentales contemporáneas. Lejos de esa visión, este urbanista propone estudiar las ciudades africanas y las asiáticas como “fuerzas mundiales de urbanización”, en las que conviven múltiples formas de producción y de regulación, con regímenes pasados superpuestos y reglas diversas que vuelven a las ciudades “un composé” de formas de funcionamiento.
–¿Cómo caracteriza a las ciudades africanas? ¿Por qué afirma que Africa y Asia son fuerzas de la urbanización mundial?
–Creo que el de “economía translocal” es un concepto que se aplica más a los estudios que hice sobre ciudades africanas que a mis investigaciones actuales en Yakarta y el Sudeste asiático, ya que se relaciona con una práctica expandida de producción artesanal, local y a pequeña escala, con una capacidad limitada de acceso a tecnologías de producción, a la industria. El tema es cómo encontrar un mercado para el consumo de esas mercaderías que se van produciendo locamente, sin limitarse a un grupo muy pequeño de consumidores que tienen recursos muy limitados.
–¿Con qué tipo de recursos se cuenta para expandir esas redes?
–En Africa están disponibles las redes coloniales, las diferentes monedas, los diferentes usos de recursos según tradiciones coloniales varias que pueden utilizarse para hacer circular las mercancías. Siempre se está haciendo jugar esas diferencias para expandir la circulación de cosas, de intercambios, de oportunidades. Estas prácticas tienen raíces históricas y geográficas de muy larga data, están enraizadas en muchas formas de organización social y política diferentes, y han sido una base económica muy importante para la expansión de las ciudades. El concepto “economía translocal” se refiere a estas formas de circulación y niveles que se superponen.
–En sus escritos, usted afirma que, para muchos residentes urbanos, la vida se reduce a un estado de emergencia que no deja tiempo para la etiología precisa de la crisis, ¿cómo es posible transitar este estado de cosas?
–El término “estado de emergencia” tiene dos connotaciones distintas. Una tiene que ver con la cotidianidad y la situación de crisis recurrentes y la necesidad constante de restablecer las bases de una vida cotidiana, recomponer su sustento. Por otro lado, con “lo emergente” también me refiero al surgimiento de nuevas formas de vida urbana que involucran nuevas predisposiciones y actitudes, nuevas formas o capacidades económicas y la expansión de nuevas formaciones de clase. Me refiero a que se vive en este doble estado de precariedad y promesa, lo cual desde ya no es exclusivo de las ciudades africanas sino inherente a la vida urbana de muchas ciudades del mundo.
–En medio de años de desilusión popular en su relación con los Estados africanos, las demandas intensivas de trabajo para asegurar las necesidades básicas, la arraigada “negociabilidad” de la Justicia y los efectos de procesos de reforma económica obligada y supervisada internacionalmente, ¿cómo determinar las posibilidades y futuros urbanos de las ciudades africanas?
–Te respondo con un ejemplo: Angola es una economía de enclave y es una de las economías que más está creciendo en el mundo. De hecho, en los últimos cinco años ha estado creciendo alrededor del 13 por ciento anual, debido exclusivamente a la producción de petróleo. Eso le ha permitido al gobierno angoleño comprar bancos y corporaciones portugueses y hacer grandes inversiones. Sin embargo, el mercado del petróleo emplea a menos del 2 por ciento de los trabajadores angoleños.
–¿Y los trabajadores que no entran dentro de ese 2 por ciento?
–Tienen que autoproducir su sustento y su vida urbana, de modo que el mundo que se deriva de esta situación es de su propia factoría, es artesanal y autoconstruido; y éste es otro tipo de enclave. Ese tipo de economía de enclave genera otra economía de enclave.
–¿En qué sentido?
–La producción de la vida urbana de los angoleños es una vida autoproducida. Y muchas ciudades de Africa son básicamente economías de enclave en sí mismas, donde se encuentran soberanías múltiples –aunque quizás suene fuerte esa palabra–, al menos múltiples formas de funcionamiento, múltiples regulaciones, múltiples regímenes, múltiples sistemas de importación y exportación, múltiples reglas de funcionamiento que hacen que las ciudades sean en realidad un composé de distintas formas de funcionamiento superpuestas, una multiplicidad de enclaves particulares.
–¿De qué manera las ciudades africanas calibran lo que usted denomina “tecnologías de control”?
–En muchos casos, los distintos niveles del Estado –el Estado federal, el Estado metropolitano o el municipal– ceden la administración de los temas urbanos a pequeños arreglos o estructuras de control, con el fin de diversificar el espacio urbano amplio en maneras que permitan a esos espacios múltiples articularse con distintos juegos de poder, cadenas de producción y circulación de mercancías, o diferentes formas de generación de valor.
–Pero qué es lo que hace la mayoría de los residentes, que no son corporaciones o sociedades públicaprivadas, o inversores. ¿Con qué alternativas cuentan esa mayoría frente a estas circunstancias?
–A ellos les queda el construir ellos mismos sus lugares de residencia, pero también sus relaciones interpersonales y sus formas de supervivencia, generando su propio trabajo y una economía basada en la proximidad. Eso es lo que va construyendo una diversidad de mecanismos propios que luego, apropiados y articulados entre sí, constituyen el nivel más alto de la ciudad, es decir que le permiten desprenderse o diferenciarse del contexto regional y constituirse en un centro político o administrativo.
–¿Cómo se conjugan estas nuevas modalidades de colaboración y competencia frente a la creciente dificultad de acceso al empleo y de garantizarse necesidades esenciales?
–Esta es una muy buena pregunta. Si se toma un grupo de mujeres en un mercado, por ejemplo, cada una vendiendo en su puesto el mismo tipo de productos, se da una situación de competencia. Por definición, cada una quiere vender los productos que ofrece y obtener un ingreso, pero al mismo tiempo se prestan atención una a la otra. En este tipo de situaciones, ninguna va a tratar de hacerle competencia desleal a la otra, los precios en general son los mismos en los distintos puestos. Pero puede haber otros detalles importantes para mirar, como quién le compra a quién, cuáles son las redes que se generan y cómo unas le pasan los clientes a otras.
–¿Podría darme un ejemplo?
–En Yakarta, donde estoy trabajando actualmente, hay un distrito donde se venden motocicletas y repuestos para motocicletas. Todos venden los mismos productos, los mismos repuestos, las mismas marcas. Imagínate que a ese distrito llega alguien con una motocicleta y necesita un arreglo: se va a acercar al primer vendedor que vea y allí se genera una relación. Esa persona obviamente quiere vender, pero al mismo tiempo le va a preguntar al cliente qué tipo de problema tiene, de dónde viene; hace una suerte de estudio del cliente. Es probable que a través de ese conocimiento, se entere que esa motocicleta no pertenece a esa persona sino que en realidad es de una empresa que tiene cientos de motocicletas. Entonces se da cuenta de que él puede hacer el arreglo pero hay alguien diez negocios más abajo que podría hacerlo mejor, y prefiere pasar el trabajo a otro y saber que el distrito después va a tener una buena relación con una empresa que le mande muchos más clientes. Entonces, por un lado, está esa competencia individual pero, por otro lado, piensa a futuro en términos de las posibilidades del distrito y su posición en un mundo competitivo más amplio de posibles clientes y relaciones. Siguen estando en competencia individual, pero también en colaboración para atraer la mayor cantidad de trabajo para el grupo más grande.
–¿Planifican pensando en el futuro?
–Sí, yendo más allá de lo que ocurre en el presente y anticipándose a cómo va a ser la situación. Pero para hacer este tipo de planificación es necesario un conocimiento, se necesita saber qué compañeros o competidores se tienen cerca, qué trabajo pueden hacer, de dónde consiguen los repuestos cada uno y qué más se podría conseguir según las redes que tiene cada uno. Se compite, pero también se presta atención, se tiene en cuenta a los demás. Es decir que ese poder de anticipación y de poder planificar hacia adelante y asegurar el trabajo a largo plazo, se basa en la capacidad de establecer relaciones con los demás, de tener algún conocimiento y la posibilidad de llevarse con estos otros, con los que supuestamente está compitiendo.
–¿Cómo se combinan las relaciones familiares y las relaciones comerciales y laborales?
–Por un lado, el hogar es una fuente de trabajo barato. Imaginemos una relación familiar con una tía, puede ser que una persona trabaje para una tía durante mucho tiempo y por muy poco pero con la idea de que esta tía, en algún momento, puede ver el beneficio de invertir en él, por ejemplo, en comprarle un pasaje a Europa o ayudarle en algún emprendimiento, ya que él ha demostrado su valor, su habilidad. Siempre está este principio de anticipación de que le resulte una inversión factible a los familiares. La coherencia de las economías domésticas o de la familia extensa, su fortaleza, se basa en cuánto pueden lograr distribuirse en el espacio. Por ejemplo, uno tiene un grupo de familiares con la misma ocupación o producen la misma cosa, pero localizados en distintas partes. Esta es una manera expandirse en una actividad económica, lo cual requiere cierto nivel de inversión especulativa, una disposición a trabajar aunque no sea por mucha remuneración. ¿Y con quién puede contarse para esto si no es con los parientes o los miembros de una misma familia? De esta manera, el trabajo familiar sigue siendo trabajo barato. Muchas veces las economías de los hogares pueden lograr expandirse a distintas zonas, pero esa expansión solamente se puede hacer a través de relaciones de parentesco porque se hacen utilizando muy pocos recursos y la única manera de mantener esa expansión es porque son parientes pero, al mismo tiempo, los hogares logran mantenerse debido a esa capacidad de expansión –y a veces de diversificación– a distintas ciudades. Es una relación entre obligación y autonomía que se sustentan mutuamente.
–¿Qué ocurre cuando las familias no son numerosas?
–En efecto, una cosa que va cambiando esta forma de economía familiar es la nuclearización de las familias: son más reducidas y los niños ya no trabajan, es decir que los hogares se vuelven nucleares. Al reducirse el tamaño de los hogares, se da una tendencia a la relocalización de los núcleos habitacionales a las periferias, ya que se vuelve económicamente inviable mantener la residencia en zonas centrales. Para que las familias tengan la capacidad de nuclearizarse y depender solamente de una pareja y los niños, y no contar con un número más grande de apoyo de parientes en una familia extensa, no pueden mantenerse viviendo en zonas céntricas de la ciudad. La mudanza a las periferias genera otros problemas, como los costos de transporte para desplazarse a trabajar en el centro, la falta de acceso a otros servicios. Uno de los problemas de la vida urbana actual en las ciudades del Sur es la nuclearización de las familias y la ruptura de esas relaciones de parentesco de familia extensa que también significaban una estructura económica basadas en relaciones complementarias.
–¿Cuán funcionales han sido las oscilaciones entre estabilidad e inestabilidad y la intermitencia de lo que usted llama “guerra de baja intensidad” para quienes manejan los circuitos de mercancías como el cacao, las gemas y los minerales?
–Hay complicidades a largo plazo entre aquellos que logran controlar el acceso a recursos: a la tierra, a rutas de transporte, el acceso a los puertos, el control de los recursos naturales, el acceso al poder político. Cada tanto, estas relaciones se consolidan o más bien se enquistan, en relación a diferentes dimensiones, que pueden ser de tipo generacional, de pertenencia étnica o la persistencia de viejas relaciones comerciales que han estado funcionando durante mucho tiempo. Como los Estados son maquinarias extractivas en tanto cobran rentas de los distintos tipos de actividades y muchas de ellas se hallan enquistadas, a menudo se forma una estructura muy claustrofóbica, con escaso margen para la innovación, poco espacio para que las nuevas generaciones logren entrar a alguna posición que genere algún nivel de ganancia. Si hay una cierta funcionalidad de esa guerra de baja intensidad, tiene que ver con mecanismos para la ruptura de esos feudos enquistados y la apertura a nuevas configuraciones de actores para acceder a oportunidades, para nuevos grupos jóvenes que tengan cierta injerencia, que se abran paso al mercado en medio de estructuras tan establecidas. Ahora bien, determinar si vale la pena –dados los costos de debilitamiento que genera este tipo de situaciones– es otro tema.
–¿Y vale la pena?
–Diría que no, porque los procesos de recuperación o recomposición para compensar los períodos destructivos del conflicto, la pérdida de la confianza que se genera, las situaciones de resquemor o la ruptura del tejido social, son a menudo tan profundas y tienen efectos tan duraderos, que el encontrarse constantemente en un proceso de reconstrucción tiene un costo muy alto. Además, las formas de gobernanza del Estado tampoco cambian tanto, se van regenerando nuevas formas de dependencia, por ejemplo en relación con las recientes inversiones chinas, incluso las asiáticas.
–¿En qué consisten esas nuevas formas de dependencia? ¿Qué rasgos las caracterizan?
–A lo ancho de grandes partes de Africa hay un retorno, quizás por la puerta trasera, a formas coloniales de dominación y de relaciones sociales, de sociedades que han atravesado estos conflictos de tan larga data y que han producido semejante destrucción de ese sistema. Donde podría haber una irrupción de nuevas formas de relacionarse, lo que termina pasando en los hechos es que se da una regeneración de sistemas. Ahora hay inversores que vienen con dinero de Asia y están adquiriendo grandes cantidades de tierra o armando obras de infraestructura que no parecen tener beneficios efectivos para la población a largo plazo y, además, generan una nueva forma de endeudamiento vinculada al funcionamiento de las economías de las colonias. Pareciera que estos conflictos de larga data y de baja intensidad –aun cuando se abren nuevas oportunidades– terminan recomponiendo la actuación de una economía colonial con otros actores pero con el mismo tipo de estructura.
–Los gastos de los Estados africanos para transformar los aparatos nacionales políticos y administrativos en el marco de procesos de “modernización”, ¿qué efectos económicofinancieros tienen en la actualidad? ¿Y qué efectos políticos, sobre todo?
–En los años 80, con las grandes reformas de ajuste estructural que forzaron a los Estados a deshacerse de empresas estatales y dar lugar a las privatizaciones, los que adquirieron estas propiedades terminaron siendo funcionarios y actores del propio Estado. De manera que se formó un Estado paralelo o alternativo al existente. Hasta entonces, el Estado todavía convencía a la población de que podía proveer cierto tipo de cosas en tanto hubiese disciplina y orden. Podía proveer algún tipo de mecanismo de asistencia, como por ejemplo vivienda o subsidios para pan y arroz, documentos de identidad o algún tipo de trabajo público, es decir, algún nivel de seguridad. Pero el ajuste estructural implicaba suspender todas esas cosas y desprenderse y privatizar todas las propiedades que el Estado tenía: fábricas, ferrocarriles, el correo. Y muchos de los actores que ya estaban en el estado, distintos funcionarios de alto nivel, se asociaron con empresas y capitales extranjeros para comprar todos esos activos. De esa manera, el Estado se vuelve más extractivo que antes, más vibrante la extracción de fondos de la población.
–¿Por qué?
–Porque la privatización del Estado tiene que ver con hacerlo más eficiente en la recaudación de impuestos o los pagos provenientes de los mercados o de la tierra. Se invierte mucho en el Estado para volverlo más “serio” y eficiente, para lo cual se contrata gente bien entrenada, se profesionaliza y desarrolla una tecnocracia para lograr funcionar y recaudar mejor. Pero el Estado real no está allí, sino en ese mundo privatizado donde la vieja elite política todavía logra mantener al juego funcionando. Es decir que los mismos que eran funcionarios del Estado, ahora están en la función privada. Al mismo tiempo, las poblaciones se están dando cuenta más fácilmente de esto y están más militantes, más avispadas sobre cómo funcionan estas cuestiones y establecen umbrales de tolerancia. Esto hace que surjan más organizaciones –sobre todo a nivel local– que intentan generar cambios, y más movimiento en la sociedad civil, aunque se encuentran muy limitadas porque los Estados están muy endeudados con los acreedores externos y esto limita el tipo de cosas que se pueden hacer.
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