DIALOGOS › ROCIO Y ESTELA, LAS MADRES URUGUAYAS QUE SE ORGANIZARON PARA COMBATIR EL NARCOTRAFICO
Rocío Villamil y Estela Sampayo son madres de jóvenes adictos uruguayos. Forman parte de un grupo de mujeres que se organizaron para combatir el consumo de pasta base. La semana pasada estuvieron en Buenos Aires para compartir su experiencia con otros grupos que han comenzado a organizarse de este lado del río.
› Por Martín Piqué
–En Argentina el consumo de pasta base ha tenido un crecimiento fenomenal. ¿Cómo es la situación en Uruguay?
Rocío Villamil: –Muy similar a la Argentina. Como la población es menor, el problema es mucho más visible, el consumo es mucho más difícil de disimular. La pasta base realmente se ha expandido y una de las cosas más preocupantes es la falta de recursos que tenemos para la rehabilitación de los chicos. También es poca la información que circula sobre la rehabilitación. La pasta base no es una droga fácil de combatir, es difícil salir del consumo. Además, a los chicos se los confunde con delincuentes porque la mayoría delinque para poder consumir. Eso también nos preocupa y nos motivó a crear este movimiento.
–¿Qué cambios está produciendo la pasta base en los barrios de Montevideo?
R. V.: –Eso es lo que nosotros marcamos como la diferencia principal entre la pasta base y otro tipo de drogas. Con las demás drogas, con las que convivimos hace muchísimos años, como la cocaína, la marihuana o el alcohol, de alguna manera los jóvenes pueden mantener sus vínculos familiares, sus estudios o su trabajo. Con la pasta base es distinto. Inmediatamente se automarginan, pierden los valores, pierden el contacto con lo afectivo, con los vínculos inmediatos, con la familia. Se automarginan, se van. Se les nota en la disminución de peso, en la mirada perdida, en la falta de voluntad para todo, en el abandono de todas las cosas, el abandono personal... Y en sus casas empiezan a faltar las cosas. No solamente de ellos sino también de la familia.
–¿Cómo y por qué decidieron fundar las Madres de la Plaza?
R. V.: –El movimiento surge de las madres que tenemos a nuestros hijos en situación de consumo. Son adictos que han pasado por distintos centros de rehabilitación y que han recaído. Siguen en situación de consumo, eso es lo que nos alarma. Por eso empezamos a dar la cara y a concientizar a la gente. Nuestros hijos son adictos y enfermos. La palabra adicto quiere decir lo no dicho. Nosotros, al no hablar del consumo de pasta base, estamos siendo coadictos. Estamos siendo cómplices de esa enfermedad. Barrer debajo de la alfombra, mirar para otro lado, hacernos los distraídos y depositar toda la responsabilidad en un tercero o delegar culpas nos hacía desvincularnos y ser tan adictos como ellos. Por eso formamos este grupo, que es un movimiento activo y que no tiene nada que ver con lo político partidario. Político es todo pero nosotros no tenemos ningún tipo de religión. Somos simplemente madres. Se fueron sumando un montón de grupos sociales, de familias y de personas que surgían de cualquier ámbito y que no necesariamente tenían a sus hijos en situación de consumo. Lo ideal es involucrar a toda la sociedad para que tengan conciencia de que éste es un problema de todos. Lo que le exigimos al Estado tiene que partir de la conciencia de que el Estado somos todos. ¿Qué teníamos para aportar? No ser cómplices y denunciar las bocas de venta de pasta base.
–¿Dónde se vende pasta base en Montevideo? ¿Hay complicidad con las fuerzas de seguridad, como sucede acá?
R. V.: –Sí, es igual. Hay una red en los barrios marginales que ya está invadiendo todas las zonas. La distribución la hacen familias enteras. Por eso se hace muy difícil en un barrio denunciar a un vecino, pero hay que hacerlo. Porque el que distribuye está matando a nuestros chiquilines. También hay mucha complicidad de parte de la policía. A pesar de que el gobierno cambió, hay mucha gente que todavía sigue siendo la misma. No hubo una depuración real de todo el sistema. Venían viciados de otras maneras de trabajar. Eso no quiere decir que nosotras no trabajemos en conjunto con la policía. Tratamos de rescatar a todo el que hace su trabajo en serio. Tendimos puentes con el Ministerio del Interior para entregar las denuncias y hacer un seguimiento incluso hasta dentro de la policía. Nosotras hacemos un seguimiento de las bocas. En el Ministerio nos hacen un desglose de las cosas que han hecho, nos informan de los lugares a los que han ido. Paralelamente tendemos redes con la Junta Nacional de Drogas para ver los lugares de contención y derivación para los chicos. Pero ése no es el eje de nuestro movimiento. El eje es movilizarnos para respaldar la acción del cierre de las bocas.
–¿Qué es lo que hacen? ¿Se movilizan para denunciar dónde se vende?
R. V.: –Cada una de nosotras sigue a su hijo hasta el lugar de consumo. Tomamos la dirección del lugar donde compra. Esa dirección la registramos y la aportamos a un banco de datos. Y todos los meses llevamos ese listado al Ministerio del Interior, donde públicamente, prensa por medio, se hace entrega de las direcciones. Ellos firman como recibido y nosotros firmamos que entregamos las direcciones. Después nos hacen un informe de los lugares a los que han ido: dónde han podido hacer requisas, dónde han encontrado, dónde llegaron tarde, dónde no encontraron nada. Los lugares que ya fueron cerradas los tachamos de la lista y los que siguen abiertos siguen su curso para ver cuándo se cierran. Hay un seguimiento importante, la movilización hace que no sea tan fácil acceder a esos lugares: son familias comprometidas y hay muchos menores. Lo que más nos interesa es que la gente se involucre con la problemática y que denuncie.
–¿La sociedad uruguaya se está sensibilizando con el tema de la pasta base o todavía lo ve como un asunto de grupos marginales?
R. V.: –No... cada vez menos. Hemos sentido un apoyo impresionante de la gente, respeto. El movimiento se ha instalado con mucha seriedad y con mucho respeto. Sentimos el respaldo de la gente. Los uruguayos están tomando conciencia del daño casi irreparable que tiene la pasta base en nuestra sociedad. Porque estamos perdiendo una generación entera.
–¿Tan tajantemente lo dice?
R. V.: –Sí. Desde que estuvimos en Buenos Aires nosotros tomamos las palabras de Hebe (de Bonafini) en la Plaza de Mayo, donde dijo que los adictos a la pasta base son los nuevos desaparecidos. La nueva generación de desaparecidos. Es tal cual.
–¿Cómo es la relación de ustedes con los chicos que consumen?
R. V.: –Hay muchos que van a la plaza, que están de acuerdo absolutamente. El chico que está en situación de consumo quiere salir, el tema es que no están las herramientas suficientes como para salir. No hay una propuesta concreta como para poder salir. A eso es lo que apuntamos en una segunda instancia. Está la denuncia primero, combatir la oferta y después poder ir poniéndole un colchón...
–Hace un tiempo, la madre de un adicto a la pasta base quiso llevar a su hijo al Sedronar, la institución estatal que interviene en casos de drogadicción. El chico ya no daba más de tanto consumir. La madre pensaba que ese organismo tendría algo preparado para recibir a un joven en crisis y lo internaría rápido, lo llevaría a algún lugar. La madre se presentó en el Sedronar con su hijo y las cámaras de un programa de TV. Finalmente, lo que se pudo ver fue que el Estado argentino no tenía nada preparado para tratar esta problemática. ¿Qué pasa en Uruguay?
Estela Sampayo: –Hay lugares públicos y privados. No hay muchos pero hay. Y todos van sumando. Si los afectados son menores, hay lugares que dependen del Instituto Nacional de Protección al Menor, que apoya muchísimo. Lo principal es que la familia esté, que la familia insista, lo contenga, lo lleve a la rehabilitación. En Montevideo sí se encuentran lugares. Es muy difícil salir de la adicción a la pasta base. El chiquilín entra a un centro de rehabilitación, lo limpian, en un meso o dos meses lo desintoxican. A veces más, a veces menos, pero después vuelve al círculo familiar, al barrio. Ahí las bocas de venta son tantas, la oferta es tan grande, que por lo general los chiquilines vuelven a caer. Pero de Buenos Aires nos fuimos con la impresión de que Montevideo está mucho más cubierto.
–¿En base a qué datos sacaron esa conclusión?
E. S.: –Hablando con las mamás argentinas me di cuenta que todas me decían lo mismo: “No sé a dónde llevarlo”. “Me dijeron que había un lugar pero no sé dónde.” “Me dijeron que había un lugar pero no sé dónde ir”. En Montevideo sí hay dónde ir. Hay un centro de referencia, el Portal Amarillo, que pertenece a la Junta Nacional de Drogas. Ahí le informan a la familia y al chico. Lo van guiando, hay terapia, internación, ambulatorio, grupos de padres. También hay otras instituciones que asisten. De Buenos Aires me fui con la impresión de que aquí estamos mejor. Pero no alcanza. Igual estamos desbordados.
–¿Tabaré Vázquez y el Frente Amplio han tomado como una prioridad la propagación del consumo de pasta base? ¿O no lo terminan de hacer?
R. V.: –La Junta Nacional de Drogas, que depende de Presidencia, está trabajando junto con nosotras, que somos un movimiento social. La Junta está en contacto permanente con los barrios. Al mismo tiempo, nosotras hacemos un trabajo cotidiano, que es que una mamá vaya a los centros comunales (N.de la R.: algo similar a las comunas de Buenos Aires) para respaldar la acción de la Junta. Ese organismo busca la rehabilitación de los chicos con la contención de los papás. Intenta que los papás tomen conciencia, que se comprometan. Es un trabajo paralelo también. El gobierno del Frente ha abierto una puerta muy importante, un canal que nos permite estar dando esta pelea.
–¿Tienen estudiado de dónde llega la cocaína que se vende en Uruguay?
R. V.: –Uruguay es un país de tránsito. La cocaína no viene específicamente de un lugar. Puede ser de Argentina, Brasil, Colombia o Paraguay. Montevideo es un puerto muy abierto, a todo nivel. Tiene aeropuerto, puerto por mar y por tierra. Todos los puertos están muy expuestos y hay un gran pasaje por todos los lugares. Si se tuviera acceso sólo desde un lugar sería más fácil poder controlar. Además, venimos de una cosa muy viciada de muchos años, de mucha gente del poder vinculada al narcotráfico desde tiempos de la dictadura y después. En Uruguay todos sabemos que hay mucha gente vinculada al narcotráfico. Todos sabemos que genera muchísimo dinero. Ahora se están haciendo investigaciones con muchísima profundidad en este tema. Hace poco se requisaron 340 kilos de cocaína pura. Eso paralizó a todo el mundo porque en el caso estaba implicada gente con altos cargos vinculada al Ministerio del Interior de la etapa anterior. También pilotos de Pluna, gente de esa aerolínea, gente de la policía. Pensaban llevar esa cocaína a Europa. Seguramente algo quedaría para comercio interno. Pero se la pudo localizar. Fue un procedimiento que demoró dos años, se siguieron todas las pistas hasta que cayeron todos. Todos los operativos se hicieron en un mismo momento. Así no les dieron tiempo para avisarse unos a otros.
–¿Ese procedimiento se puede adjudicar como un mérito al gobierno de Tabaré?
R. V.: –Sin duda. A este Ministerio del Interior, que está a cargo de José Díaz, del Partido Socialista.
–Señalar en qué casas se vende pasta base, hacer las denuncias, ¿no les genera amenazas? En Buenos Aires hay organizaciones muy pesadas...
R. V.: –En Montevideo es igual. Es pesado. Están organizados, cuando nosotras empezamos a salir eso fue lo primero que nos dijeron: “Ojo con las amenazas, con las reprimendas, las venganzas, los ajustes de cuenta”. Pero estábamos convencidas. Nunca nos pasó nada y esperamos que nunca pase. Primero, esto vale la pena. Y segundo, de antemano estamos especulando con el miedo... Sabemos que el miedo paraliza. Y si uno sigue poniéndose la excusa de que por miedo no lo hace seguiremos sin hacer nada. Si nosotras dijéramos “no hago nada, no me involucro” estaríamos tan enfermas como nuestros hijos.
–¿Qué diferencia vieron entre la gente que está trabajando contra la pasta base en la Argentina y lo que lo hacen ustedes en Uruguay?
E. S.: –En Buenos Aires son muy teóricos, nosotras somos más prácticos. Nosotras sacamos la cuenta de que vamos bien. ¡Vamos bien! En Argentina demoran mucho cuando no hay tiempo... los tiempos con los que ustedes parecieran contar, los pastabásicos, o sea los lateros, no los tienen. En la Argentina tendrían que actuar de una vez. Empiecen ya, después piensen y hagan todas las murgas (N. de la R.: una de las primeras actividades de las madres de adictos a la pasta base de Buenos Aires fue organizar una murga para difundir la problemática). Las murgas déjenlas para después. ¡Los gurises se están muriendo! Yo no corro con estos tiempos. Si como mamá tengo un chico con ese problema y vos me venís a decir que vaya a participar de una murga... (risas) te saco carpiendo. Sabelo.
R. V.: –En Buenos Aires recién están viendo cómo hacer la movilización contra la pasta base, qué forma tendría que tener, cuando una movilización social tiene que surgir naturalmente. ¡Tendría que salir ya! Seguramente con apresuramientos, con torpezas y errores. ¡Pero haciéndola de una vez! Porque si no seguimos siempre en eso de juntarnos para hablar de la sexualidad de la babosa. Y los chiquilines siguen en la misma. Nosotros hablamos de las cosas mientras los gurises se nos siguen muriendo. El viaje a Buenos Aires nos sirvió para reafirmar decisiones nuestras que en un primer momento fueron muy intuitivas. ¡Y qué suerte que fueron intuitivas! Además, no todas tenemos el mismo modelo de recuperación para nuestros hijos. En esto no hay recetas. Alguno necesita internación, otro un ambulatorio, otro que lo caguen a patadas en el culo, otro que lo abracen de noche. Cada mamá sabrá cómo resolverlo. Lo que sí sabemos es que tenemos que poner límites. Límites claros.
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