Lun 09.03.2009

DIALOGOS • SUBNOTA  › ¿POR QUé ALICIA DUJOVNE ORTIZ?

Contar la historia, contar historias

› Por Mario Wainfeld

Alicia Dujovne Ortiz vive en París más tiempo que en Buenos Aires, desde 1978. Pero vuelve a su país con asiduidad, aunque allá la retienen lazos muy fuertes, sobresaliendo entre ellos su hija, dos nietas y un bisnieto en camino, una rama genealógica productiva, a sus setenta años recién cumplidos. Escribe en variados registros, que transitan del periodismo al ensayo, pasando por la novela. Dice que le falta imaginación, aserción no muy creíble para quien frecuente su obra. Pero sí es verosímil cuando afirma que su territorio es contar a partir de historias reales, investigadas con tesón y alegría. Bien mirado, es el suyo el género de los géneros, la crónica abordada en distintos formatos.

En ese carril, escribió Evita Perón, a los ojos del cronista una de las dos mejores biografías del personaje, compartiendo la cima del podio con la de otra mujer, la española Maryssa Navarro. El camarada Carlos, la biografía de su padre (un militante comunista que se adiestró en la Unión Soviética y se dedicó a la agitación clandestina en toda esta región) es una pieza notable. Incluye una semblanza inolvidable de un hombre que se consagró a fondo por una causa, se desencantó, se “abrió” y sobrevivió largos años con dolor, en silencio. Y entremezcla la irónica reseña de la investigación de su hija, adulta ya, rebuscando esa historia (en buena medida ignota para ella y su madre) varias décadas después.

Dujovne Ortiz habla acá de su novela La muñeca rusa (que editó Alfaguara y ya está en librerías). La historia, basada en hechos reales, reconstruye los actos e intuye el corazón de una española cuya vida supera la demasía de cualquier ficción.

Si se promedian esos tres libros recomendables, se colige sin esfuerzo a la fascinación de nuestra reporteada por personajes comprometidos al extremo por la pasión política. Nunca fue ése su caso personal, confidencia, pero sabe cómo hacer creíbles y queribles a sus protagonistas.

La muñeca rusa es en su núcleo una investigación sobre un personaje histórico, aunque cueste hacerse a la idea. Al tiempo es “una de espías” de la KGB, también “una de amores” contrariados y secretos, tanto como una pintura del heroísmo, la astucia y el sufrimiento femeninos.

El doble placer de la escritura de Dujovne Ortiz (“hurgar” y escribir) es palpable para el lector, que agradece su saber, sus pinturas de ciudades y de época.

Contar la historia, contar historias es el arte de nuestra autora. Algo se atisba en el reportaje. No tanto como para justificar que nuestro lector se prive del regocijo de dejarse atrapar por una novela que da gusto recomendar.

Nota madre

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  • Contar la historia, contar historias
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