DIALOGOS • SUBNOTA › ¿POR QUé CRISTINA VASSALLO DE CETTOUR?
› Por Andrew Graham-Yooll
“Quisiera ver este museo como lo soñamos, como un lugar realmente bien equipado, como un servicio de primera para la ciudad y el país.” La señora Vassallo de Cettour, con nombre de calles de Concordia, se ríe ahora por haber infartado en el 2000, para luego salir y montar una serie de muestras para lo que luego (casi ocho años después) sería el Museo de Antropología y Ciencias Naturales en la ciudad entrerriana. Hace poco más de un año, cuando se instalaban en serio en su actual domicilio, la directora, según miembros de su familia, intentaba dirigir la organización desde una cama en terapia intensiva. Todo lo logrado, y lo perdido, lo atribuye a, “una gran pasión, no sólo mía, de toda mi familia, de mucha gente que entiende esta necesidad. Yo soy una apasionada de este trabajo”.
El museo soñado está en una antigua casona en la calle Rivadavia de Concordia. La casa fue de una familia inglesa, de nombre Robinson, cuando los ingleses operaban los ferrocarriles y la ciudad sobre el río Uruguay era una importante terminal de comercio para el litoral. Los fondos de la casona son compartidos con instalaciones de minoridad, invalidez y limpieza del municipio, que deberán mudarse cuando lleguen los fondos de la Comisión para el Desarrollo de la Región de Salto Grande y de la ciudad.
El museo se inauguró en diciembre de 1997, culminando el esfuerzo de tres generaciones de una familia y de sus amistades, que incluían científicos, instituciones museísticas y miembros de la comunidad local. Antes de eso hubo más de una década de trámites diversos para lograr la disposición legal que permitiera fijar un domicilio, que en un momento fue la imponente estación central del ferrocarril Urquiza, cedida en parte por una ordenanza de 1995 por el entonces intendente, luego gobernador Jorge Busti.
Los miles de ejemplares de fósiles y de arqueología no están a la vista, y quizá nunca llegarán a estarlo. Pero en este momento, se incrementa el número de grandes vitrinas y espacios de exposición a medida que el museo va creciendo. Al salir a la calle, luego de un par de horas de diálogo con la directora Cristina Vassallo de Cettour y su hija, Silvia Leticia Cettour, ambas museólogas, el interrogante es casi inevitable: si una familia argentina logró llegar hasta aquí, y sabiendo que la Argentina tiene muchos “Vassallo de Cettour” haciendo cosas grandes de diversa índole, ¿por qué andamos siempre revolviendo el barro de nuestro fracaso?
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