DIALOGOS • SUBNOTA › ¿POR QUé ANDRéS RIVERA?
› Por M. W. y N. V.
“El escritor que dice que la escritura lo hace sufrir, miente. Usted puede escribir la mayor atrocidad que se le ocurra, la descripción más atroz de lo que puede ocurrir en una mesa de torturas, en un campo de concentración, etcétera... eso le da placer”, explica Andrés Rivera y sabe de lo que habla.
Rivera conversa como escribe. No prodiga sonrisas ni aun cuando ironiza, bromea o juega al anacronismo colocando a Menem en la Rusia de principios del siglo XX o a Guillermo Moreno en la Década Infame o comparando la gripe porcina con el tifus. Hace silencio antes de cada respuesta, es lacónico cuando el rumbo de la charla no le atrae, pero también le gusta contar hablando, sin echar mano a la lapicera, de la que todavía se vale para hacer literatura. No aprendió computación ni inglés... de la pérdida del idioma se lamenta.
La entrevista se realizó en un estudio de radio y discurrió para los lados que un reporteado amable fue eligiendo, sin desairar las preguntas. Así que desfilaron su familia, los ejércitos Blanco y Rojo, el sindicalismo de izquierda (y el de los “Gordos”), el arte de traducir, una supuesta pacatería de Borges que desvirtuó una frase de Faulkner, su próximo libro, que asegura será el último.
El lector o el oyente también disfrutan de la escucha o la lectura, aunque se repasen historias dolorosas o atroces. Escuchar a Rivera es casi como leerlo. Y ya es decir. Por eso (si hacía falta aclararlo) este reportaje.
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