En los últimos años la brasileña Sonia Correa se dedicó a reflexionar sobre la ley penal, para analizar cómo los sectores progresistas y feministas recurren en su búsqueda para resolver distintos problemas, sin darse cuenta –dice ella– del significado político de la ley penal, brazo armado del Estado. “Las consecuencias son fáciles de ver en el caso del aborto: más riesgo, la clandestinidad, y el otro efecto trágico, el encarcelamiento”, señala esta mujer, de cabellos bien cortos, rojizos, con el mar del nordeste brasileño como arrullo de fondo. La charla transcurre en Costa do Sauípe, al norte de Salvador de Bahía, durante el reciente Foro Internacional de la Asociación para los derechos de la Mujer y el Desarrollo (AWID, por sus siglas en inglés), donde Correa fue panelista en más de una mesa, y se unió –con la bronca contenida– al grito de ¡Fora Temer! que se replicó durante el multitudinario encuentro para repudiar el impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff. Temer no es un desconocido para las feministas. “En el 85, en San Pablo, en la transición democrática fue nombrado secretario de seguridad pública. ¿Qué hizo mirando las demandas feministas frente a la violencia de género? Creó la primera comisaría de la mujer de Brasil. En Pernambuco se creó la segunda. Las comisarías de la Mujer se convirtieron en la prioridad del movimiento feminista, olvidándose del cambio cultural. El movimiento feminista es el que más se ha entrampado en pensar la ley penal como solución para los problemas sexo-género”, dice Correa, estudiosa de los textos de Raúl Zaffaroni, investigadora asociada de la Asociación Brasileña Interdisciplinaria de Sida (Associaçao Brasileira Interdisciplinar de AIDS-ABIA) y cocoordinadora del Observatorio de Sexualidad y Política (Sexuality Policy Watch; SPW, por su sigla en inglés).