No sólo es el mejor atleta argentino del momento –y el mejor pago de la historia–. Emanuel Ginóbili es más que eso. Durante el siglo XX, el deporte argentino coronó a Juan Manuel Fangio, Carlos Monzón, Guillermo Vilas y Diego Maradona como sus cuatro máximos exponentes y los colocó en un hipotético podio inalcanzable. A partir de sus logros con la Selección Argentina de básquetbol y su impacto en la NBA, Ginóbili comenzó a golpear las puertas de ese olimpo y, para muchos, ya hizo los méritos suficientes para sumarse al selecto grupo.
Hace diez años, cuando Ginóbili recién aparecía en la Liga Nacional, la NBA era mundo inalcanzable, que sólo se podía imaginar a través de la televisión por cable. Con dos títulos en tres años, la llevó a todos los hogares, además de abrirles la puerta a otros compañeros de Selección. Todo en base a talento, trabajo, mentalidad ganadora y, sobre todo, un carisma inigualable. Es que su marca no pasa únicamente por lo que demuestra sobre el parquet, en cada partido. El bahiense reúne todas las condiciones que se le exige a un ídolo siglo XXI, con las ventajas y obligaciones que ello supone: da entrevistas en tres idiomas, siempre bajo el estricto tiempo que estipula la NBA; filma publicidades por todo el mundo, desde bebidas energizantes hasta teléfonos celulares; es utilizado como ejemplo para chicos y jóvenes, a quienes le recomienda que hagan deportes o que lean para destacarse; le organizan eventos especiales para que pueda mostrar su solidaridad, ya sea a través de donaciones o con su simple presencia; se mantiene en contacto y conversa con sus fanáticos por Internet. Además de todo eso, el ídolo siglo XXI juega al básquet.