Mié 04.12.2002

DISCOS  › “RIOT ACT”, DE LOS YA VETERANOS PEARL JAM

Sobrevivientes de Seattle

El compacto con el que los contemporáneos de Nirvana abren su segunda década gira sobre temas como el amor, la vejez y la muerte.

› Por Eduardo Fabregat

“He vivido toda esta vida como un océano escondido/ No voy a vivir por siempre/ No podés retenerme acá.” A diferencia de muchas otras veces en su historial, Eddie Vedder no dice estas cosas a los gritos, sino en un oscuro murmullo, un tono deliberadamente contenido que tiñe todo el comienzo de Riot act (Sony, 2002), el séptimo disco de Pearl Jam, primero desde el Binaural que cerró el siglo XX. Nada ha sido demasiado fácil en la vida del quinteto que completan los guitarristas Stone Gossard y Mike McCready, el bajista Jeff Ament y el baterista Matt Cameron. En primer lugar, por proceder nada menos que de Seattle y compartir la primera línea grunge con Nirvana, lo que los llevó a vivir también las consecuencias del martirologio de Kurt Cobain. También por su publicitada cruzada antimonopolio contra Ticketmaster, el gigante del expendio de entradas, una batalla noble con escasas posibilidades de éxito. Pero, por sobre todo, Pearl Jam debió luchar por mantener vivo su propio espíritu creativo, apelando para ello a una multitud de bandas paralelas y pasando de discos indiscutibles como Vitalogy a otros menos consistentes como No code o decididamente flojos como el mismo Binaural, que dejó más interrogantes abiertos que seguridades sobre la continuidad de la banda. Una banda que, por añadidura, decidió lanzar en disco todos y cada uno de los shows de la gira Binaural 2000, una hemorragia de material en vivo difícil de asimilar.
Esa era la situación y la mochila del grupo a la hora de grabar su nuevo disco. El contexto, además, incluía una inevitable modificación de su público (Pearl Jam lleva más de once años en la brega), que ya no es la masa de jóvenes angustiados de comienzos de los ‘90, sino una masa de jóvenes adultos angustiados, lo que implica cambios sustanciales en ese estado de ánimo. No es sólo Vedder quien cumple 40 el año próximo, pero es él quien expresa en Riot act una buena carga de preocupaciones sobre el paso del tiempo, el amor y la muerte. Es él, probablemente, quien decidió dedicar este disco a los fallecidos Dee Dee Ramone, John Entwistle y Ray Brown, una manera de reafirmar esa sensación de que no hay estrellato artístico que pueda evitar ciertos contratiempos.
¿Es Riot act, entonces, un largo lamento de Vedder y sus muchachos? Afortunadamente no. Las oscuridades de esa apertura con “Can’t keep” encuentran su balance inmediato en “Save you”, Pearl Jam puro, un poco de urgencia sin mayor pulido de estudio que evidencia la decisión de recrear, sí, los tópicos de la “madurez”, pero también en algún caso ir al hueso y gritar “Y a la mierda si digo algo que no querés oír/ Y a la mierda si sólo escuchás lo que querés escuchar”. El bloque cargado de testosterona rockera incluye a “Ghost”, “1/2 full”, “Green disease” y “Wanted to get right”, un pasaje bien áspero, responsabilidad del baterista Cameron, que parte el disco al medio.
Otros momentos, en cambio, adoptan el clima que llevó a que más de uno se preguntara si a Vedder no le afectarían dolores de estómago similares a los de Cobain. “Love boat captain” es una larga diatriba (“Primero viene el amor, después el dolor/ se elevan las preguntas y caen las respuestas.../ es un arte vivir con dolor”) que va de estrofas oscuras y susurradas a estribillos potentes y furiosos; “Thumbing my way” presenta a un Vedder en plan intimista, en un tema de formato eminentemente acústico, mientras que “You are” va construyendo su aspecto inquietante a través de un notable entramado de cuerdas electrificadas.
Así, de a poco y sin dejarse llevar por ninguno de los extremos posibles –el librito grunge o el exceso de experimentación–, la banda que sobrevivió a los huracanes de Seattle se permite ingresar en su segunda década de vida con un disco equilibrado. Pero un disco que, ante todo, consigue evitar que eso del “equilibrio” se transforme en una sensación de rutina. Los rockers envejecen, pero a veces encuentran la manera de no caer en el aburrimiento. Vedder anda en eso.

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