Mié 12.02.2003

DISCOS  › “NOCTURAMA”, EL NUEVO DISCO DE NICK CAVE

El eterno animal de la noche

El músico australiano retomó su gusto por las historias truculentas, en un álbum pleno de matices y grandes canciones.

› Por Fernando D´addario

El flamante disco de Nick Cave, Nocturama, es ideal para llevar a la playa (son válidas otras opciones más cercanas de resignación veraniega, desde el urbano balcón terraza hasta la Costanera Sur). Si hay sol, deportes acuáticos y el entorno pretende imponer que la vida es un refresco más, el extraño placer de escuchar a Cave se multiplica. La nueva criatura artística del australiano está en condiciones de superar escollos logísticos y aportar un punto de vista diferente sobre el asunto. El “modo Cave” de relacionarse con la naturaleza humana garantizará, al cabo de media hora, un replanteo de ese veranito light que propone el marketing estacional. Se puede encontrar, también, un ámbito más convencional para sumergirse en las catacumbas de Nocturama: domingo a la tarde, llueve, no hay fútbol, los amigos no atienden los llamados. En esas circunstancias, poner el track 1, “Wonderful life” (la voz cavernosa y sarcástica reza: “la vida es maravillosa/ si podés encontrarla”) puede ser una experiencia inolvidable, aunque disparadora de consecuencias imprevisibles. Mejor, la playa.
En cualquier caso, Cave siempre está jugando con los fantasmas, propios y ajenos. Es un hombre maduro (45 años bien llevados, a juzgar por sus excesos de juventud), que escribe sus pesadillas en horario de oficina, y lleva sus discos, no bien terminados, a la casa de su mamá, en busca de la bendición final. El hecho de haber llegado formalmente, por imposición de calendario, a eso que llaman madurez, no impide que Cave siga siendo un tipo raro. En sus últimos trabajos, había acostumbrado a sus atribulados fans a una suerte de placidez melancólica. Los años de furia parecían inexorablemente extinguidos, y cierta canonización académica le confería el status de “hombre respetable”. Su mujer lo había dejado, sí, pero ya había grabado todo lo que tenía para decir al respecto (despechado y furioso en Let love in, triste y nostálgico en The Boatman’s Call). Quién sabe qué apetito siniestro se reactivó en su espíritu para que, en Nocturama (título que alude al sitio donde están confinados los animales de la noche), desdeñe lo confesional y reformule su condición de contador de historias.
Como si revolviera la podredumbre estilizada de los primeros años de los Bad Seeds (y aún más atrás: Nick Launay, productor de Nocturama, trabajó con él en los tiempos prehistóricos de The Birthday Party), Cave cuenta y canta sobre amores mórbidos, hogueras rituales y terrores del alma. Un plus de cinismo fue modelando su rebeldía. “Still in love” es una canción de amor, pero no a la manera del “Still loving you” de Scorpions (como no es lo mismo, claro, el “Wonderful life” de Cave y el “Wonderful world” de Louis Armostrong). El personaje amoroso de Nick es un hombre que le escribe a su amada-asesina desde la tumba.
La música acompaña a Cave en todas sus ambigüedades. Escuchado con ligereza, es un cantautor de baladas oscuras. Hay un registro, sin embargo, que desestabiliza los cánones estilísticos. Es difícil establecer si se trata de ese piano dulcemente hiriente que encuadra sus relatos. O de esas casi imperceptibles deformidades que le aplica Blixa Bargeld a su guitarra (tal vez su sola presencia baste como elemento desestabilizador). ¿O serán esos violines de delicadeza fúnebre de Warren Ellis? Acaso no se trate de recursos técnicos, sino de una atmósfera, que Cave y los suyos (en este sentido es fundamental el aporte de su viejo camarada, Mick Harvey) saben transmitir como nadie. Así, canciones estructuralmente sencillas, como “He wants you” y otras más complejas como “Bring it on” (deudora ésta de los tiempos de Tender Prey) generan el mismo desasosiego. En “There is a town” –acaso uno de los mejores temas de un disco más que interesante– ensaya subliminalmente su teoría del eternodesacomodamiento, esa sensación de que siempre hay lugar para volver, pero no se sabe dónde está ni cómo llegar a él.

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