El arbolito de Navidad suele llevarse bien con The Beatles. Hace un par de años, la recopilación de singles 1 reventó todos los rankings, y sólo hace unos días Let it be... naked se instituyó en opción recomendable para los regalos musicales. Pero, para sufrimiento del bolsillo argentino medio, al panorama se suma esta semana una nueva opción: el CD doble Concert for George (Warner), poderosa celebración del Quiet Beatle realizada por nenes de la talla de Eric Clapton, Jools Holland, Tom Petty & the Heartbreakers, Billy Preston, Jeff Lynne, Joe Brown y, claro, Paul McCartney y Ringo Starr. Todos ellos, junto a un amplio ensamble de músicos especializados en sonidos hindúes, ocuparon el escenario del Royal Albert Hall londinense el 29 de noviembre de 2002, exactamente un año después de la muerte de Harrison, para recordarlo de la mejor manera posible.
No es la primera vez que se dice, pero hay que recordarlo: George Harrison quedó sepultado por la potencia creativa de sus compañeros Lennon y McCartney, pero un repaso de su “cuota” de canciones en cada disco Beatle redescubre a un compositor de excepción, capaz de dibujar melodías bellísimas. Y eso, precisamente, es lo que hace Concert for George: el disco uno, integrado exclusivamente por las filigranas sonoras de los 24 músicos dirigidos por Anoushka Shankar, es una invitación al cuelgue nocturno, pero el disco dos es una recorrida por el historial de George en 20 capítulos que elimina toda discusión. “Todo lo que quería hacer era compartir nuestro amor por George y su música con la gente”, comenta Clapton, director musical del concierto, en el librillo. “Necesitaba hacer esto por él, pero también por mí: necesitaba ser capaz de expresar mi dolor.” Y aunque a menudo esta clase de homenajes termina oliendo a simple marketing, el Concert envasado en CD consigue el raro milagro de transmitir algo de esa necesidad, esa pasión, ese gusto por reproducir canciones que ruedan fácilmente y reconfortan el alma.
Allí están, entonces, momentos de altísima emotividad como I need you por Petty y los Heartbreakers, o My sweet Lord a cargo de Preston, o el recuerdo de esa aventura multiestelar (¿Por qué no estuvo Bob Dylan en el Hall?) llamada Travelling Wilburys, a través de Handle with care, donde participa el heredero Dhani Harrison. Allí está Ringo recordando el rockito Honey don’t y Photograph, el tema que los unió en el disco de Starr Blast from your past (1975) y se convirtió en inesperado hit. Y Macca, claro, quien cuenta en escena que una vez le tocó a George una versión de Something en ukelele, y así arranca una versión que hace temer lo peor, hasta que Clapton irrumpe en todo su esplendor para un solo que eriza la piel y pone las cosas en su lugar. Afortunadamente, para For you blue y While my guitar gently weeps (cantada por Clapton), el bajista se atiene al librito y no cae en los caminos que empalagan su doble en vivo Back in the U.S. Y todos en paz.
De The Beatles (Taxman, If I needed someone, Here comes the sun) al impecable All things must pass de 1970 (My sweet lord, Beware of darkness, Isn’t it a pity), pasando por Living in the material world (Give me love, give me peace on Earth) y hasta el maltratado Gone troppo de 1982 (That’s the way it goes), el homenaje en vivo de los viejos amigos demuestra hasta qué punto Harrison fue tan esencial a la música como sus compañeros más celebrados. Como dice el veterano Ravi Shankar al abrir la velada, “siento que George está aquí esta noche. ¿Cómo podría no estar, cuando todos los que lo amamos nos juntamos a cantar para él, a tocar música para él?”. Un punto para Ravi: mediante el mecánico y pedestre acto de poner un CD en la compactera, algo de esa magia puede contagiarse.