DISCOS
› “TALKIE WALKIE”, EL NUEVO DISCO DE LOS FRANCESES AIR
Sexo disfrazado de ciencia
A contramano de las tendencias imperantes en la música electrónica, Jean-Benoît Dunckel y Nicolas Godin supieron fabricar un nuevo nicho, bajaron la puntería y ahora regresan en su mejor forma.
› Por Roque Casciero
Antes de hablar de Talkie Walkie, la nueva joyita que Air publicó ayer en todo el mundo, primero es primordial hacer un repaso del pasado de este particular dúo francés. En 1998, en términos mainstream, “música electrónica” significaba “big beat”: era el tiempo de explosión de los Chemical Brothers, Fatboy Slim y The Prodigy, un sonido grave y avasallador que generaba el irresistible impulso de bailar. En ese panorama apareció Air, cuyas armas eran precisamente las contrarias de las que usaban sus contemporáneos: Jean-Benoît Dunckel y Nicolas Godin tejían un sonido melancólico que remitía a tiempos en los que se soñaba con la colonización de la Luna y robots para los quehaceres domésticos. Moon Safari planteaba esa suerte de retrofuturismo apelando a la automatización de Kraftwerk cruzada con elementos sexies de la chanson francesa, con Serge Gainsbourg como referencia más evidente. Canciones como Sexy Boy o Kelly Watch the Stars, con voces femeninas o las de los propios Air deformadas con vocoder, situaban al oyente a bordo de una cápsula espacial de utilería, como actores secundarios de una encantadora película en tonos sepia, pero con final feliz.
El álbum, inesperadamente, despachó varios millones de copias y aparecieron varios clones, que nunca estuvieron a la altura del original. Y Air decidió cambiar drásticamente de rumbo: 10000 Hz Legend fue un plomazo con grandilocuentes intenciones de rock progresivo en el que apenas se podían encontrar trazas de las melodías simples y hermosas de antes. ¿Qué pasó? “Cuando hacés un disco, tiene que ser diferente”, explica Godin. “Si 10000 Hz Legend hubiera sido igual a Moon Safari, no nos hubieran dejado sacar un tercer álbum. No habría Talkie Walkie.” Y eso sí que sería una lástima.
El nuevo disco de Air recupera la sencillez melódica y la sensualidad distante de los primeros tiempos, aunque esto no significa que el dúo haya decidido fotocopiar Moon Safari para levantar la puntería con las ventas. Y Godin lo remarca: “Se trata, más bien, de que cuando hicimos 10000 Hz Legend mi vida era una pesadilla. Tenía una profunda depresión. Y si estoy deprimido, la música va a ser oscura; si trabajo fuerte para sentirme feliz, la música va a ser feliz. Es así de simple. Cambiamos todo el tiempo y por eso habrá más tormentas en nuestras vidas. Cada disco es una estampa de lo que somos. Mientras estemos cerca de nuestros sentimientos cuando entremos a estudios, los álbumes serán siempre honestos y naturales.” En Talkie Walkie, Godin y Dunckel resignaron su rol de productores al contratar al estelar Nigel Godrich (Radiohead, Beck), pero tocan casi todos los instrumentos y se hacen cargo de todas las voces, más allá de coros femeninos. Esta vez, sin embargo, no se enmascaran detrás del vocoder: “Ahora lo hace todo el mundo, ¡hasta Madonna!”, se quejan.
Exceptuada Surfing on a Rocket, las atmósferas evocadoras ya no remiten al espacio exterior sino a uno más terreno: la intimidad de los amantes. El comienzo con Venus sitúa al oyente enseguida en un amor sin barreras: “Podrías ser de Venus/ y yo ser de Marte/ Estaríamos juntos/ amantes por siempre/ cuidarnos el uno al otro”. El single Cherry Blossom Girl, tal vez lo más cercano a un hit en lo musical, juega con la paradoja de ser una postal de amor vencido por la timidez. Biological, en cambio, en apariencia reduce todo a un intercambio de fluidos. “Necesito tu ADN/ fundamos nuestras células en una esta noche”, reclaman, monocordes, con la sensualidad disfrazada de ciencia. “Estamos un poco obsesionados con el sexo”, reconoce Godin. “Cuanto más trabajamos, más frustrados nos ponemos por no tener suficiente sexo, así que está más en nuestras mentes cuando estamos en el estudio. Por eso es que sale en los discos.” Es así: estos dos hombres con parejas estables e hijos viven un presente muy distinto del que imaginaban cuando estudiaban Matemática y Arquitectura. Hoy, ambos descifran ecuaciones para construir la banda sonora de un amor sin estridencias.