DISCOS
El hombre que amaba demasiado la obra de Johann Sebastian Bach
El directro belga Philippe Herreweghe vuelve a “Pasión según San Juan”, en una versión brillante de la revisión hecha por Bach en 1725.
› Por Diego Fischerman
“Hemos hecho, como seguramente no ignora, una segunda grabación de la Pasión según San Mateo y, ahora, de la Pasión según San Juan. Creo que eso responde su pregunta.” La afirmación, elíptica, pertenece al notable director belga Philippe Herreweghe y contesta a la duda de Brian Robins, quien para Goldberg, una revista especializada en música antigua publicada en España, inquiere acerca de si su planteamiento interpretativo de la música de Johann Sebastian Bach había cambiado de manera significativa con el tiempo. Herreweghe no parece un hombre particularmente simpático. O, más bien, no demuestra demasiado interés por usar demasiadas palabras ni por disimular puntos de vista tajantes. En la visita a Buenos Aires en que deslumbró con la Cantata Fúnebre que Bach escribió para la reina Cristiana Eberhardina de Polonia, en una entrevista con Página/12, aseguró que “casi toda la música del barroco carece de interés”. Algo parecido repite para la revista española. La pregunta, obvia, es, entonces ¿por qué Bach? La respuesta está en sus interpretaciones. La que acaba de publicar el sello francés Harmonia Mundi (se consigue en Buenos Aires) con su segundo registro de la Pasión según San Juan – esta vez la versión revisada por su autor en 1725– es magistral.
Médico psiquiatra además de músico y ligado tanto a la música contemporánea como a la antigua (su grabación del Pierrot Lunaire de Schönberg al frente de un grupo fundado por él y bautizado Musique Oblique, es una de las mejores ), Herreweghe dice “no entender por qué la gente considera perfectamente aceptable que los directores normales, por así decirlo, dirijan a Debussy, Strauss, Lutoslawski y Beethoven, pero se sorprende cuando personas como yo hacemos otro tanto”. En realidad a lo que se está refiriendo es a la supuesta especialización de los músicos que trabajan alrededor de la idea de interpretaciones historicistas, con instrumentos originales, incorporando elementos estilísticos habituales en las prácticas de la época en que las obras fueron creadas y con orquestas de las dimensiones que eran usuales en ese momento. Un músico normal, trata de lograr versiones en estilo de Chopin, Brahms o Ravel. No hay ninguna diferencia (salvo los estilos, claro) en hacer lo mismo con la música anterior al 1800. Y, tampoco, con incorporar al repertorio clásico-romántico la misma clase de rigor, como lo demuestran sus grabaciones del Requiem Alemán de Brahms, de la Missa Solemnis de Beethoven, y de las Escenas del Fausto de Goethe.
La versión elegida esta vez por Herreweghe es la segunda de las cuatro que Bach realizó de esta obra estrenada en 1724. Aparentemente, y sobre todo si se tiene en cuenta el mayor énfasis puesto, en la posterior Pasión según San Mateo, en los pasajes contemplativos, el público –o las autoridades de la iglesia– consideraron a esta composición demasiado teatral. No obstante, en la revisión de 1725, en que se reemplazan algunos sencillos corales por monumentales pasajes contrapuntísticos y se agregan arias de indudable cualidad dramática, lo teatral está aún más acentuado que en la versión primigenia.
Herreweghe acierta al hacer evidente esta característica –Bertolt Brecht consideraba que el primer recitativo de esta Pasión era un ejemplo privilegiado del carácter gestual de la música– y cuenta para ello con un elenco extraordinario en el que se destaca el increíble contratenor Andreas Scholl. Junto a él, la soprano Sibylla Rubens, el tenor Mark Padmore y los bajos Sebastian Noack y Michael Volle construyen un discurso en el que la sutileza del fraseo y la perfección de las líneas vocales noobstruyen la fluidez narrativa. El coro y orquesta del Collegium Vocale de Ghent tienen un desempeño formidable (se destaca el flautista Patrick Beuckels, que estuvo en el Festival de Buenos Aires tocando La Ofrenda Musical, también de Bach, junto a la compañía de danza de Alan Platel). Un registro de precisión cristalina permite disfrutar de una claridad en la definición de los planos pocas veces lograda en grabaciones.
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