Jue 27.03.2008

ECONOMíA  › OPINION

El golpe inflacionario

› Por Alfredo Zaiat

Los economistas tradicionales explican que los precios se fijan en el mercado en la libre concurrencia de la oferta y la demanda. Según la teoría, cuanto más elevado es lo primero que lo segundo los precios bajan, y al revés cuando la relación es inversa. Desde hace varios meses los analistas del establishment insisten con que el actual proceso de alza de precios se debe a la insuficiencia de la oferta para satisfacer una demanda creciente. Esa debilidad –explican– tendría su origen en que la inversión no es tan dinámica como para responder en tiempo a la presión que ejerce la demanda de bienes. Esta es una explicación de manual de texto para un realidad un poco más compleja debido a que gran parte de los mercados domésticos no son competitivos ni transparentes. Igualmente ese diagnóstico lineal es el dominante en el saber convencional y también en gran parte de los funcionarios del Gobierno. Si en ese escenario de tensión, la oferta es restringida por la fuerza, con una demanda que no disminuye, los precios se dispararán. Eso es lo que está pasando hoy con los alimentos de la canasta básica. Si suben esos productos los más afectados serán los sectores más vulnerables de la sociedad.

Por eso resulta un caso interesante para estudiosos de la sociología o de la psicología de masas el apoyo de una parte de la población a un lockout patronal que produce desa-bastecimiento. O sea, una disminución drástica de la oferta que provoca una fuerte alza de precios. Las cacerolas de la clase media y alta, con el acompañamiento de gran parte del mundo mediático, están reclamando, lo sepan o no, aumentos de precios de los alimentos. Argentina ya puede sumar así una cucarda más en su pecho para ratificar la categoría de campeón en el concurso mundial de país insólito. Es probable que ese incremento de precios no vaya a afectar en gran medida esos presupuestos familiares debido a que sus ingresos se ubican del medio para arriba de la pirámide. Pero tendrán un efecto contundente para asalariados y postergados.

En la década del ochenta fue el golpe de mercado y en los noventa el golpe del riesgo país. Ahora se ha producido el golpe inflacionario, la exteriorización más violenta de la presente puja distributiva. Mucho tendrá que trabajar el Gobierno para evitar la consolidación de un piso de precios bastante superior al previo del piquete verde. Tarea que requerirá de una capacidad de gestión y de instrumentación de políticas públicas que no ha demostrado poseer, con resultados a la vista, en estos últimos tiempos.

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