Vie 11.04.2008

ECONOMíA  › OPINION

Cascarón autista

› Por Alfredo Zaiat

En algunas circunstancias, observar qué está pasando fuera de las fronteras permite una evaluación desapasionada sobre cuestiones domésticas. En ese saludable ejercicio ayuda saber cuáles son las principales preocupaciones de los líderes mundiales sobre los peligros que enfrentan los pueblos del planeta. En caso de que existiera capacidad de superar la visión provinciana o, en otros términos, de exagerado ombliguismo, que caracteriza a la clase dirigente local, se estaría en condiciones de entender que el problema de la inflación, y en especial el de los alimentos, es, además de la crisis financiera y recesión en Estados Unidos, el que concentra la atención de los debates y preocupaciones de políticos, investigadores y formadores de opinión en el mundo.

Cuando se ensancha ese horizonte, a la hora de evaluar la situación local, se reafirma la conducta de desprecio al resto de la sociedad por parte de los piquetes verdes, comportamiento que quedó resumido en la afirmación del presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, acerca de que el campo mostró que puede “desabastecer” a los centros urbanos. Por lo pronto, probó que pueden provocar un golpe inflacionario en bienes sensibles de la canasta básica. Cuando en el mundo existe una profunda inquietud por el precio de los alimentos, en un país con capacidad de generarlos en cantidad los productores bloquearon su acceso en defensa de elevadas rentabilidades.

A la vez, las iniciativas oficiales que tanto escozor provocan en los dirigentes que dicen representar al campo, con el acompañamiento de un coro afinado de voceros, resultan insuficientes. La debilidad del Gobierno es por defecto, no por exceso de intervención en el mercado de alimentos. Las retenciones móviles, el mecanismo de compensación, acuerdos de precios muy flexibles con los eslabones más concentrados de la cadena agroindustrial, limitados subsidios al gasoil y al flete son tímidas injerencias del sector público ante la magnitud del problema. Iniciativas, además, que no son explicadas con precisión ni oportunidad.

Para romper ese cascarón autista de los protagonistas del mercado de alimentos local resulta instructivo enumerar las manifestaciones de líderes mundiales que en un solo día expresaron su inquietud por la inflación en productos esenciales para la población:

n El director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, afirmó ayer que la inflación ha vuelto por el alza de los alimentos y que ésta “puede socavar todos los avances en la reducción de la pobreza”.

n El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, pidió ayer una acción internacional “inmediata” para hacer frente a la situación de emergencia en varios países, por ejemplo en Haití, a raíz de la suba de los alimentos. El alza de esos bienes ya ha provocado manifestaciones, en algunos casos violentas, en países tan distantes como Pakistán, Senegal, México, Egipto y Haití.

n El primer ministro británico, Gordon Brown, colocó ayer el alza de los alimentos en la agenda mundial al convocar a los líderes del G8 a contrarrestar ese encarecimiento y a examinar el impacto de la producción de biocombustibles en el costo de esos productos. Afirmó que el arroz y el trigo, por ejemplo, duplicaron su precio, ajuste que propone tiene que ser “contrarrestado”.

n En tono dramático el comisario europeo para el Desarrollo, Louis Michel, advirtió ayer que “se perfila una crisis alimentaria mundial, menos visible que la crisis petrolera, pero con el efecto potencial de un verdadero maremoto económico y humanitario”.

n El primer ministro indio, Manmohan Singh, aseguró ayer que el incremento de los alimentos y las materias primas complicará las políticas de contención de la inflación y puede dañar la estabilidad macroeconómica del país.

n El ministro de Agricultura francés Michel Barnier anunció ayer que pedirá a la Unión Europea que adopte una “iniciativa europea por la seguridad alimentaria” en el mundo.

El mercado mundial de los alimentos está hipersensibilizado y la mayoría de los países está en alerta por esa cuestión. Mientras, en la Argentina se abre hoy una negociación donde una parte cuestiona la imprescindible intervención del Estado en esa delicada economía, participación que es tardía y tímida para contener los precios de los alimentos. Como se dice, Argentina está en otro mundo.

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