Mar 27.05.2008

ECONOMíA  › OPINIóN

La voz de los que no tienen voz

› Por Alejandro Rofman *

La estructura económico-social del conjunto de los productores agrarios del país está fuertemente fragmentada. A quienes hemos estado escuchando con voz estentórea estos últimos meses los podemos ubicar en un segmento privilegiado, aunque minoritario. Este se reconoce a poco que se adviertan signos concretos de su gran capacidad para captar renta y beneficios de la actividad. También cuando se identifiquen los precios que el valor de la tierra pampeana tiene desde principios de este siglo. Y, además, se los define por los costos de los arrendamientos que usualmente se abonan al propietario de las tierras que las cede para su explotación a terceros, ya sean otros productores medianos o grandes, grupos financieros externos al agro o grandes conglomerados económicos con base en la misma actividad.

Un reciente trabajo de dos destacadas profesoras de la Universidad Nacional de Rosario indica que si se analiza la cuenta de productores sojeros de reducido tamaño (120 hectáreas) de la zona sur de Santa Fe, luego de la implantación del nuevo sistema de retenciones móviles para la soja y el girasol, se explica que “en un año con buenas condiciones climáticas que proporcione un rendimiento de 40 quintales por hectárea, con un precio de 87,50 pesos por quintal le brindaría a un productor de 120 hectáreas un ingreso neto de 245.991 pesos/campaña, con el cual podría vivir bien una familia tipo”. Las mismas autoras consignan que dado que el costo total por hectárea va disminuyendo a medida que se amplía la dimensión del predio donde se cultiva soja, la rentabilidad aumentaría por unidad de superficie a por lo menos el doble (Ana Quagliani y Susana Zuliani, El efecto retención en el sur de Santa Fe, La Capital, Rosario, 18 de mayo de 2008, Sección Economía, página 2).

¿Qué le sucede al otro gran segmento de productores, que no ha logrado beneficios para capitalizarse desde la convertibilidad y su nivel tecnológico y de equipamiento le impide alcanzar la eficiencia operativa del que está integrado al espacio arriba descripto? Sencillamente, su porvenir está comprometido, pues la brecha económica y social con el segmento más afortunado se amplía con el tiempo. Este proceso ocurre con la pequeña producción que apenas recibe ingresos para la subsistencia familiar o, incluso, requiere de trabajos extraprediales de los integrantes de la familiar residente en la finca para alcanzar los recursos monetarios indispensables para la subsistencia.

Son los productores familiares que residen en forma permanente en la finca de la cual son propietarios o revistan, simplemente, como ocupantes con o sin contrato, de elevada presencia en las regiones extrapampeanas. Una estimación reciente calcula que suman más del 50 por ciento del total de productores agropecuarios del país. La tarea que despliegan no apunta a obtener rentas de la tierra o ganancias empresariales sino a maximizar su ingreso para la subsistencia familiar o, eventualmente, para capitalizarse. Es decir, aspiran a alcanzar el valor más elevado posible de recursos monetarios por la comercialización de los excedentes de su proceso productivo y encaran la sustitución por producción propia de consumos de frutas, hortalizas, legumbres, derivados de la leche y carne aviar, porcina o vacuna que deberían hacer en el mercado.

Estos productores familiares y/o campesinos organizan su actividad productiva en predios de reducida dimensión, utilizando exclusivamente fuerza de trabajo generada en el seno de la familia y empleando tecnología tradicional ambientalmente sustentable y, en muchos casos, heredada de sus ancestros. Los más de 200.000 productores familiares son los casi únicos productores de frutas, hortalizas, legumbres, caña de azúcar (en Tucumán), tabaco, yerba mate, etc. En algunas actividades coexisten tales productores familiares con grandes establecimientos, con el resultado de que abarcan mucha más fuerza de trabajo pero menor nivel de producción física. Es el caso del algodón.

Sus carencias abarcan desde la generalizada imposibilidad de acumular para modificar su esquema productivo hasta las notorias dificultades en acceder a bienes públicos (vivienda, educación, salud, transporte, agua potable, cloacas). Son quienes en su realidad cotidiana actúan subordinados al gran capital concentrado que, sobre todo en el proceso comercializador, los castiga con precios más bajos que los del mercado y condiciones leoninas para percibir tales ingresos. Agrupan a quienes aún poseen, en importante proporción, problemas de legalización de títulos de acceso a la propiedad de sus predios y no disponen de acceso al crédito formal, por su muy difundida informalidad y falta de adecuación a las normas que impone el sistema bancario. Representan, por último, el sector de productores en donde se han multiplicado los desalojos forzados e ilegales, las expulsiones de predios que cultivan desde tiempos ancestrales, el efecto perverso sobre el medio ambiente que provocan los desmontes en el norte para instalar producciones sojeras, el ataque de policías bravas o jueces corruptos para desalojarlos de sus fincas.

Conscientes de esas serias dificultades, desde hace pocos meses, los más decididos de tal mayoritaria franja de pequeños productores nacionales, en representación de las numerosas organizaciones que en defensa de sus intereses los congregan se propusieron encontrar un ámbito común para reforzar su capacidad negociadora frente al poder económico y político concentrado. Así, en abril se autoconvocaron en las Primeras Jornadas Nacionales tendientes a constituir el Frente Nacional Campesino. En una segunda oportunidad, el pasado 23 de mayo, en la sede de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, reunieron a una cantidad creciente de organizaciones de base. Fueron más de 200 agrupaciones de productores familias y campesinos venidos de todos los puntos del país, en representación de decenas de miles de agricultores y ganaderos que viven y trabajan en sus propios predios, los que sesionaron todo el día en pos de consolidar dicho Frente. Los más de 250 delegados, donde predominaban criollas y criollos jóvenes y representantes de pueblos originarios, decidieron aprobar una serie de postulados básicos del Frente Nacional Campesino que votaron luego de una encendida discusión y, además, convocar al congreso nacional de todas las organizaciones a fines de dejar constituido, el próximo día 8 de septiembre, en la ciudad de Buenos Aires, el citado Frente. Ese día, además, van a organizar una gran Marcha Campesina desde los cuatro puntos cardinales del país para converger sobre Buenos Aires.

* Economista, especialista en Economías Regionales, Grupo Plan Fénix FCE-UBA.

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