ECONOMíA › PANORAMA ECONóMICO
› Por Alfredo Zaiat
La crisis financiera en las potencias económicas mundiales es tan profunda que ni un grupo de 15 premios Nobel de Economía reunidos la semana pasada en Lindau, Alemania, se animaron a estimar cuánto puede durar y menos a proponer un plan para superarla. Trescientos economistas de 60 países fueron testigos de la desorientación de los máximos exponentes del pensamiento económico contemporáneo. En cambio, con el diagnóstico no existieron dudas, al acordar los galardonados por la Academia sueca que la actual debacle es más compleja que las anteriores, que se debe a la falta de regulación del Estado y que los organismos de control están colonizados por las entidades financieras, lo que explica la mala gestión del riesgo por parte de los bancos que derivó en colapso. En los últimos siete días se difundieron varios datos inquietantes, a saber:
- La lista negra de bancos estadounidenses que están en serias dificultades aumentó de 90 a 117, según un informe de la Federal Deposit Insurance Corporation.
- Desde comienzos de año, nueve bancos regionales estadounidenses se declararon en quiebra o fueron tomados por los reguladores, siendo el más grande el Indymac de California.
- Para no agudizar el espanto, los organismos de regulación no consideran en peligro inmediato a los más grandes bancos del país, entre los que se encuentra el Citigroup. Pero advierten que esas entidades deberán seguir contabilizando miles de millones de dólares de pérdidas.
- Uno de los bancos de inversión más importante de Wall Street, Lehman Brothers, está en venta y, por ahora, ningún inversor asiático o árabe quiere pagar lo que piden por una entidad que a fin de año acumulará quebrantos por 12 mil millones de dólares.
- El año pasado, las entidades financieras de EE.UU. y Europa reportaron pérdidas por más de 500 mil millones de dólares. Estimaciones optimistas de Standard & Poor’s calculan que en 2008 podrían perder 265.000 millones adicionales.
- El Premio Nobel Joseph Stiglitz vaticinó, en ese encuentro de colegas en Alemania, que la crisis financiera se extenderá hasta el 2010 y que “los quebrantos superarán el billón de dólares”. Y afirmó: “Los estadounidenses tienen que considerarse afortunados por el hecho de que los europeos fueron suficientemente tontos como para comprar los créditos hipotecarios basura”.
- Las principales economías europeas han ingresado en un sendero de desaceleración económica rumbo a la recesión. Este es el análisis coincidente de los organismos multilaterales.
- El presidente de la Reserva Federal (banca central estadounidense), Ben Bernanke, advirtió que la potencia económica enfrenta “uno de los contextos económicos y de política monetaria más difíciles que se hayan visto”.
Esta crisis de proporciones fue abordada con rigurosidad analítica por Gérard Duménil, economista del Centre National de la Recherche Scientifique, destacando con ironía que el actual descalabro de las finanzas mundiales es “un bello ejemplo de privatización y de apertura de un sector a la iniciativa privada con consecuencias desastrosas”. En una entrevista realizada por Thierry Bun publicada en Politics y reproducida por la revista Realidad Económica N230, Duménil señala que se trata “de una crisis de un tipo particular de crédito (subprime). La creatividad de las instituciones financieras neoliberales parece sin límites. En cuanto la ganancia está al alcance de la mano se implementan nuevos procedimientos. Y lo más extraordinario en este caso es la capacidad de estas instituciones para pasarles una gran parte de los riesgos a otros agentes”. A los europeos por ejemplo, como puntualizó Stiglitz. Duménil señala que la resolución de la crisis no es sencilla porque “bloquear el auge de los créditos hipotecarios –y de otros– sería a corto plazo precipitar la recesión que se anuncia en lugar de remediarla, pero sobre todo sería comprometer, a más largo plazo, el mantenimiento de las tasas de crecimiento relativamente elevadas de la economía de Estados Unidos”. Para concluir que “en la mundialización liberal el crecimiento se concentra en las dos extremidades del abanico de la riqueza, entre los Estados Unidos y países cuya mano de obra se vende a buen precio, como China. Es un elemento central de la propaganda neoliberal. ¡Imaginen una tasa de crecimiento ‘francesa’ en Estados Unidos! Una perspectiva insoportable para el amo del mundo. Algo deberá cambiar. ¿Pero qué? ¿Para mejor o para peor?”.
Ante semejante panorama financiero internacional, exige cierta cuota de humildad de parte de los gurúes locales y sus amplificadores voceros cuando ofrecen sus sentencias implacables sobre la economía local y los senderos que debería transitar. Hasta los premios Nobel son prudentes al momento de pronosticar. Una de las grandes distorsiones consolidadas en las últimas décadas y alimentada por una creciente cantidad de profesionales de la ciencia económica ha sido la práctica de la predicción. Quienes se dedican a estudiar el campo de la economía y están alejados del negocio mercenario de los pronósticos reconocen que las bases del conocimiento de esa ciencia sirven para comprender lo que pasó más que para prever lo que pasará. A lo largo de la evolución de esa disciplina se ha podido avanzar en identidades básicas para explicar el funcionamiento de la economía. Se trata de equilibrios que permiten ordenar el entendimiento de fenómenos complejos. Pero si no son subordinadas a los diferentes escenarios sociales y políticos que se presentan provocan lecturas equivocadas o expresan intereses ocultos. Si se excluye esos factores externos, las identidades que ofrece la economía sólo sirven como un bálsamo para la angustia que provoca la incertidumbre, pero no para comprender el proceso que se está registrando.
Crisis financiera, estancamiento con inflación, desborde de precios, riesgo de default, caída de los commodities, fragilidad fiscal, desaceleración del crecimiento se suceden en veredictos despiadados de la city, como capítulos de un caos de esas identidades básicas de la economía. Frente a esos mercaderes de la angustia, que ahora tienen un escenario político más amigable con la avanzada de la restauración conservadora de la mano del sector del campo privilegiado, el Gobierno se encierra en rebatir las inconsistencias de esos augurios de catástrofe. Al comienzo de la gestión de la administración kirchnerista, cuando los gurúes hablaban de “veranito” en referencia al sostenido crecimiento de la economía que se presentaba a sus ojos, esa dinámica de confrontación entre la percepción y la realidad tenía saldo favorable. Ahora repetir la misma lógica de enfrentar cifras macroeconómicas robustas frente a presagios de crisis implica caer en una trampa que no permite avanzar en la comprensión y desafíos del actual proceso económico. La realidad sigue siendo bastante diferente de la percepción ortodoxa que se impone en gran parte de los medios de comunicación, pero hoy la palabra y los datos oficiales han quedado devaluados a partir de la intervención autodestructiva del Indec. Entonces, si bien no deja de ser relevante señalar los desatinados análisis de calificadoras de riesgo, economistas de la city y bancos de Wall Street cerca de la quiebra, la clave para poder comenzar a debatir las encrucijadas que enfrenta la economía doméstica, que no son precisamente las que expone la ortodoxia y algunos heterodoxos, necesita la recuperación del sistema nacional de estadísticas públicas. Este es un problema mucho más sencillo de resolver que la crisis bancaria y financiera, que se está extendiendo a la economía real, de los países desarrollados. Para la tarea del Indec no se necesitan premios Nobel.
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