Luego de los bancos, las automotrices se convirtieron en el nuevo blanco de la crisis. El congelamiento del crédito y la abrupta caída en el consumo promedio se reflejó en un derrumbe sin precedentes en las ventas de las terminales. Los gobiernos de los principales países productores de automóviles reconocen la necesidad de ayudar a las compañías para evitar que continúe la ola de despidos y de desmantelamiento de las plantas. Sin embargo, no parecen ponerse de acuerdo en la manera.

En Estados Unidos, demócratas y republicanos discuten si hacer uso, o no, de parte del megasalvataje para la industria automotriz. Por su parte, los sindicatos expusieron ante la Cámara alta la necesidad de un apoyo al sector, luego de que la partida de 25.000 millones de dólares aprobada en septiembre todavía no haya llegado al sector. Los delegados de General Motors, Ford y Chrysler comparecieron, junto con el presidente del Sindicato Unido de Trabajadores de la Industria Automotriz, en el Senado. Sin embargo, el secretario del Tesoro, Henry Paulson, dejó en claro que no usará dinero del programa de rescate para reactivar la actividad. La idea de que Estados Unidos ayude al sector automotor inquieta mucho a las autoridades europeas. La canciller alemana, Angela Merkel, dijo que las ayudas que puede adoptar la nueva administración estadounidense pueden representar “un problema” para las empresas europeas. “Alemania ha pedido a la CE que estudie cómo Estados Unidos apoyará a la industria del motor para que la europea no sufra daños”, manifestó Merkel.