ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: EL COMERCIO INTERNACIONAL FRENTE A LA CRISIS
Los analistas advierten sobre la contracción del comercio, debido a la menor demanda de los países centrales y el desplome de los precios de las commodities. Recomiendan que Brasil y Argentina dejen de rivalizar y coordinen una estrategia común.
Producción: Tomás Lukin.
Por Mauricio Claveri *
Uno de los principales canales de transmisión de la crisis a nivel mundial es la contracción del comercio, debido a la menor demanda de los países centrales y el desplome de los precios de las commodities, que inevitablemente inciden sobre los principales rubros de la exportación de los países emergentes. El caso de Argentina y Brasil no escapa a este patrón internacional y se ve agravado además por la estructura del comercio bilateral, altamente concentrada en rubros que se vieron muy afectados, ya sea por la crisis como por reveses de índole local como la sequía.
Desde octubre, comenzó a manifestarse una desaceleración del comercio con Brasil, a partir de noviembre se transformó en contracción y en enero y febrero presentó sus mayores caídas. Tanto las exportaciones como las importaciones han manifestado un comportamiento similar. En enero y febrero, las exportaciones cayeron en promedio un 44 por ciento, y las importaciones un 50 por ciento, lo que revela que ambas economías están siendo afectadas claramente por los efectos de la crisis.
La caída en el comercio recíproco en el sector automotor y autopartista, uno de los más afectados por la crisis a nivel no sólo regional sino mundial, fue una de las razones principales de este comportamiento. Por su parte, las exportaciones también fueron muy afectadas por los menores envíos de trigo, y aceites de petróleo. Y las importaciones se vieron afectadas además por la caída en maquinaria agrícola, celulares, minerales de hierro y productos siderúrgicos.
Como ambos países comercian entre sí una proporción mayor de productos industriales que con el resto del mundo, la contracción del intercambio bilateral afecta principalmente a la demanda industrial de ambos países, lo que intensifica la caída de la demanda interna.
La Argentina ha adoptado la estrategia de llevar adelante diversas medidas de restricción de las importaciones para proteger a la industria, más aún teniendo en cuenta la contracción del comercio mundial, que genera amplios saldos excedentes de mercaderías que podrían ingresar en los países emergentes a bajo precio. Debido a las características de los sectores que se intenta proteger, muchas de estas medidas afectan a las importaciones brasileñas.
Este tipo de medidas, como licencias no automáticas, valores criterios y derechos antidumping, ya venían siendo aplicadas con anterioridad, pero se aceleraron a partir de octubre, producto de los efectos de la contracción económica. Con las últimas medidas adoptadas se cubre un 11 por ciento de las importaciones totales, y un 14,1 por ciento de las importaciones provenientes de Brasil.
Hasta el momento, la Argentina y Brasil habían intentado resolver las dificultades bilaterales de manera negociada a través de acuerdos entre privados, por medio de la Comisión de monitoreo, los que habían logrado reducir significativamente la conflictividad a partir de 2004. Sin embargo, el incremento de las importaciones desde el sudeste asiático, principalmente, hizo difícil la renovación de dichos acuerdos.
La necesidad de la Argentina de defenderse de las importaciones desde estos orígenes y no demorar la implementación de las medidas contribuyeron a la adopción de medidas de tipo unilateral.
Los industriales de Brasil, acosados por la caída de la demanda interna de sus productos y la contracción de las ventas externas, reclamaron a su gobierno que interceda ante la Argentina, debido a que las demoras en el ingreso de las mercaderías al país, y los sobrecostos en las operaciones que ello genera, son difíciles de asimilar en un momento de reducción de la demanda y de las ventas.
Brasil tiene implementadas licencias no automáticas para gran parte de los productos que importa, pero en la década pasada se comprometió con la Argentina a no demorar el ingreso de las exportaciones a su mercado. En enero de este año intentó implementar una serie de licencias previas a la importación, pero debido a los reclamos de los socios y, principalmente, debido a las desavenencias internas, a los dos días tuvo que suspenderlas.
El gobierno brasileño había apostado por una estrategia de diálogo bilateral con la Argentina para tratar de resolver de manera consensuada las dificultades comerciales específicas, la que había funcionado hasta el momento en que la crisis internacional comenzó a hacer sentir sus efectos, por lo que en este nuevo contexto le resta escaso margen de acción para contener las demandas de los representantes de su industria.
Los próximos días serán cruciales para delinear un sendero de solución a esta problemática. La Argentina parece mantenerse firme en su estrategia, y las firmas brasileñas no tienen intención de seguir asimilando nuevas medidas de restricción para sus exportaciones. De la voluntad de ambas partes para mantener la fortaleza de la alianza estratégica dependerá que se alcance o no un desenlace favorable.
* Analista de comercio exterior de Abeceb.com
Por Haroldo Montagu *
Ante la catarata de datos negativos que aparecen diariamente sobre la actividad económica a nivel mundial cabe preguntarse, en medio de esta gran turbulencia financiera y comercial, si los países recurrirán al viejo truco de cerrar sus fronteras comerciales para cuidar sus saldos externos y preservar su nivel de actividad. En otras palabras, ¿(re)surgirá una forma de proteccionismo comercial capaz de impedir, considerablemente, el intercambio de bienes entre los países?
Las barreras comerciales son, al día de hoy, un tema de intenso debate a nivel mundial, en especial por los escasos avances (y resultados) que han mostrado en los últimos años las negociaciones en la Organización Mundial del Comercio, y por el auge de los acuerdos comerciales regionales y bilaterales. En este sentido parece oportuno analizar brevemente la forma en que algunos países se plantean la problemática de mantener saldos comerciales saludables en medio de la debacle actual.
Estados Unidos registra desde hace años un déficit record en términos de balance comercial y cuenta corriente. Esos déficits son explicados, en parte, por la gravitación de China en el mercado mundial de bienes y activos financieros. La presión que vienen ejerciendo los estadounidenses para inducir una apreciación del yuan no necesariamente provocarían los resultados esperados. No es claro que el fortalecimiento de la moneda china frente al dólar implique automáticamente una mejora sustancial en el saldo comercial de Estados Unidos. Las importaciones que realiza China no coinciden necesariamente con la estructura de exportaciones norteamericanas. Si bien se pueden destacar entre las principales importaciones de China algunos productos agrícolas provenientes de Estados Unidos, la fuerte caída en el precio que han sufrido estos commodities, a priori, no implicaría una reversión del déficit comercial norteamericano.
A su vez, ¿qué ocurrirá con los billones de dólares inyectados en la economía mundial a partir del Plan Obama? ¿Es de esperar que el dólar sufra una fuerte devaluación ante tamaña emisión monetaria? Es difícil saber si los efectos de una posible devaluación tendrán resultados inmediatos en la balanza comercial de Estados Unidos. Por otro lado, el plan de estímulo de Obama, que incluye desgravaciones y devoluciones fiscales a las familias norteamericanas, podría llegar a promover un mayor flujo de importaciones de bienes de consumo. Pero principalmente, Estados Unidos, al igual que muchos países industriales, enfrenta la difícil tarea de colocar sus exportaciones de mayor valor agregado en un mundo que, según varios pronósticos, este año crecerá a una tasa negativa (algo que no sucedía desde la década del ’70).
¿Qué opción queda en los países en vías de desarrollo ante los eventuales esquemas proteccionistas que pueden aplicar las economías centrales? En el caso de Argentina, resulta claro que una de las mejores estrategias es limar las asimetrías con nuestro principal socio comercial, Brasil, y trazar en forma conjunta una política comercial que haga foco en el intercambio intraindustrial entre los dos países, privilegiando las exportaciones de manufacturas hacia terceros. Si bien parecería ambicioso, no es algo que no haya sucedido en los últimos años. Tanto Argentina como Brasil han “utilizado” al Mercosur como plataforma de despegue de varios productos industriales que hoy colocan exitosamente en el mercado mundial. Al mismo tiempo, el mantenimiento de algunos acuerdos comerciales bilaterales y la extensión de regímenes de comercio administrado (siempre perfectibles) para sectores que posean ventajas comparativas dinámicas son un elemento que complementa lo mencionado anteriormente. En este sentido, las reuniones que han mantenido en las últimas semanas altos funcionarios de ambos países es una señal auspiciosa de la cual restan ver sus resultados. Respecto de las importaciones, se debe promover la racionalización (no racionamiento) de éstas, desalentando mediante elevadas alícuotas impositivas (como sucede en muchos países centrales) los bienes suntuarios, además debe evitarse el aluvión de importaciones de ciertos artículos de consumo que sustituyen fácilmente la mano de obra local, y privilegiar aquellas importaciones destinadas a la industria y al comercio intraindustrial.
Las postrimerías de esta crisis habrán demostrado lo necesaria que es la intervención de los Estados en la regulación de los flujos financieros y comerciales a nivel mundial. En este sentido, en los próximos encuentros del G-20 debe plantearse no sólo la necesidad de reformular el papel de los organismos internacionales de créditos (planteo que tiene ya más de tres lustros) sino también, abogar por un comercio más justo e inclusivo en todo el globo.
* Investigador Facultad de Ciencias Económicas UBA.
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