A contramano de lo que ocurrió con la demanda industrial, que está retrocediendo en algunos sectores, el consumo de energía eléctrica domiciliaria creció este verano respecto al anterior para los usuarios de categorías superiores, indiferente a los sistemas de penalidades, a las campañas para estimular el ahorro y al último incremento tarifario. Según un informe de la Fundación para el Desarrollo de la Energía Eléctrica, el aumento global promedio del país de los usuarios domiciliarios fue del 9 por ciento en febrero. Pero de acuerdo con otra fuente privada, esa suba trepó en enero hasta el 43 en el caso de aquellas casas que demandan más de 1400 kilowatt/hora y cuya factura se triplicó a partir de octubre.

La demanda de energía eléctrica es sin duda un indicador claro del nivel de actividad de la economía, en particular si la mira se pone en la industria. Aquí los números dan la pauta de la desaceleración fabril, con casos notorios como el químico, donde las caídas estivales superan el 30 por ciento. Ese retroceso impacta en el promedio general. Según Fundalec, durante febrero la demanda decreció un 5,6 por ciento respecto al mismo mes de 2008 y un 9,3 respecto de enero. El propio informe hace la salvedad de que ese comportamiento se atenúa si se considera que el segundo mes de este año tuvo un día menos que febrero anterior y dos menos que el primer mes. Aun con esa corrección, los picos diarios se atenuaron un 1,8 por ciento, aunque siguen siendo mucho más prominentes que los que se registraban en el 2005.

Pero la nota distintiva quizá sea el quiebre verificado entre industria y domicilios. En la Capital Federal y el Conurbano el consumo veraniego domiciliario subió un 9 por ciento promedio respecto del año pasado, aunque las temperaturas promedio fueron bastante similares. Es decir, no hay una razón climática que explique un salto tan importante en el consumo. Pero desmenuzando el interior de la grilla doméstica se revela otro fenómeno tan llamativo como aquella disociación entre el mundo fabril y las casas de más confort.

Durante febrero, los usuarios que menos consumen (300 kilowatt, que son generalmente jubilados) ahorraron un 15 por ciento respecto del verano pasado y los de la categoría siguiente (hasta 650 kilowatt) economizaron un 5. Pero el resto demandó progresivamente más, hasta un 32 por ciento en el caso de los categorizados como “más de 1000 kilowatt”.

Estos estuvieron alcanzados por la última recomposición tarifaria, que dispuso aumentos crecientes en función de las categorías, en todos los casos superiores al ciento por ciento. Estos ajustes resultan de aplicar una penalización para los usuarios que demandan más de 1000 kilowatt/hora (R5 en adelante), cuyo consumo se hubiese incrementado respecto al 2005. Un esquema que está en plena aplicación, aunque discutido en la Justicia a partir de la intervención del defensor del Pueblo de la Nación.

A pesar de la oposición a ese ajuste de tarifas, éste no hizo mella en los consumos más importantes, comportamiento también demostrado por los números de enero. Según los registros de una distribuidora, en el primer mes del año los requerimientos de las dos primeras categorías cayeron un 20 y un 11 por ciento, respectivamente: evidentemente los más pobres limitaron su demanda. A partir de allí, todos subieron, con saltos más notorios, desde los 1000 kilowatt en adelante. Esto permite concluir que la carestía del servicio no influyó a la hora de levantar el interruptor: la demanda para los segmentos superiores escaló entre un 22 y un 43 por ciento más respecto a enero del año pasado.

En la comparación interanual que realiza Fundalec tampoco es homogénea la geografía interanual. Cuyo demandó al Mercado Eléctrico Mayorista un 7,9 por ciento más, mientras que la Patagonia requirió un 26 por ciento menos. La misma evaluación hecha por provincias descubre una caída en Chubut (-33 por ciento) y otra más atenuada en el área metropolitana: -7,8 por ciento para Edenor y 7,1 por ciento para Edesur.