ECONOMíA
› LA VERDADERA VISION DE ECONOMIA QUE CULMINO EN EL NO PAGO AL BANCO MUNDIAL
Las cartas que todavía guarda Lavagna
“Si hubiésemos creído que estaba cerca hubiésemos pagado”, comentó el ministro a sus íntimos, mientras se prepara para una larga negociación sin final asegurado. Comentarios y detalles reveladores de las últimas horas indican que no piensa renunciar sin contrapartidas a las reservas y que trajo de Washington otro paquete de iniciativas para el Congreso y las provincias.
› Por Mario Wainfeld
“Nuestra intención es llegar a un arreglo pero no a cualquier precio.” “Si el miércoles o el jueves hubiéramos creído que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) estaba cerca, hubiéramos desembolsado los 805 millones para el Banco Mundial.” Los comentarios del ministro de Economía, recién llegado de Washington, iluminan su actual punto de vista acerca de una de las negociaciones más largas y trabadas de la historia de los organismos internacionales de crédito. El ministro quiere que se apruebe una carta de intención, pero atisba que ese logro sigue estando distante, porque el FMI mueve el arco a cada rato y la Argentina hace otro tanto. Así las cosas, Roberto Lavagna busca achicar el pánico, seguir negociando con calma, pero decidido a no bajarse de su actual asiento, las reservas del Banco Central, si no hay un gesto consistente de los negociadores del FMI. Un gesto que no se percibe en el actual horizonte, aunque el presidente Eduardo Duhalde afirme estar “seguro” de que el acuerdo está al caer.
Lavagna tuvo un día largo. Voló desde Washington toda la noche, llegó a Buenos Aires antes de las 10 de la mañana, habló con el Presidente por teléfono, almorzó con el próximo embajador en Estados Unidos Eduardo Amadeo y con el ministro de Justicia, Juan José Alvarez, se sometió a una larga conferencia de prensa a la tarde (ver aparte) y recién dejó Hacienda al ocaso. Su obsesión, frente al Presidente, sus compañeros de gestión y los periodistas, fue dejar en claro que “no hubo default, se pospuso un pago”, que los mercados reaccionaron bien ante el anuncio, que el gobierno de los Estados Unidos –empezando por el representante de sus plomeros y carpinteros Paul O’Neill (ver asimismo página 5)– es un consistente aliado de Argentina en esta brega. Etcétera. Etcétera incluye que hay que mostrarse tranqui (como lo hace el ministro) y, si se puede, estar tranqui (algo que no logran la mayoría de sus compañeros de Gabinete). Lo cual no significa que el pensamiento de Lavagna sea optimista respecto de lo inmediato. La bella frase de Antonio Gramsci “pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad” no integra el bagaje usual de frases de Lavagna, pero pinta bien su lectura de la realidad y su actitud.
Lavagna, queda dicho, se hace menos ilusiones que sus compañeros de gestión. En Buenos Aires, durante la semana y en especial el miércoles, predominaba un clima “pro pago”. Si se recorrían despachos en la Rosada, sonaba como altamente posible que se erogara la totalidad del vencimiento a favor del Banco Mundial. Sin embargo, explicó el ministro a sus compañeros durante el almuerzo, “allá (en Washington) siempre nos pareció que lo más factible era que pagáramos sólo los intereses”. Una forma delicada de contar que no vio cerca un entendimiento, ni en la “mala reunión” del miércoles con los mandamases del FMI ni en la “muy buena” del jueves.
Tal como explicó este diario el domingo pasado, el ministro registró que fue “devastador” el efecto que obró en el FMI el anuncio de que se prorrogarían las ejecuciones judiciales de créditos hipotecarios. Una decisión que a ojos de todos los sectores del FMI, desde su conducción, hasta la línea burocrática, pasando por los países más consustanciados con la posición argentina (Francia e Italia), implica una suerte de (intolerable) derogación implícita de la ley de quiebras, una de las primeras imposiciones del organismo, meses ha. La movida de los parlamentarios argentinos también subleva al ministro y lo lleva a redondear la ya clásica metáfora futbolística presidencial. Duhalde viene diciendo que el FMI mueve el arco a cada rato. Lavagna añade que Argentina no se queda atrás, puesta a cambiar los postes de lugar.
Allende esas mudanzas, Lavagna pondera que “desde agosto, Argentina cumplió las condiciones técnicas para firmar el acuerdo” y que falta la “voluntad política” de los funcionarios del FMI. Voluntad que no terminó de registrar en su reciente periplo a Washington. Así las cosas, el ministro hace una cuenta sencilla: los pagos a organismos internacionales desde ayer hasta el 25 de mayo de 2003 (fecha en la que termina el mandato de Duhalde) coinciden casi matemáticamente con las reservas del Banco Central. Y no será él el que deje sin reservas a la Argentina a cambio de un arreglo que nadie da (ni dará) por muerto pero que sigue siendo virtual.
Optimista de la voluntad pese a todo, el ministro trajo una tarea para el hogar: un nuevo pacto con las provincias. Sus objetivos básicos son terminar de aprobar una ley que impida cualquier moratoria impositiva futura (el proyecto respecto tiene media sanción en Diputados) e incorporar a los presupuestos provinciales 2003 metas de contención de gasto similares a las de 2002 y prohibición de emitir bonos. Ese consenso, que Duhalde empezará a urdir mañana (ver página 9) y espera tener abrochado el lunes tempranito, a la hora en que se espabilan los mercados, para Lavagna es una (nueva) “condición necesaria pero no suficiente”. Y van... Muchas.
Lavagna cree que puede lograr el aval de los gobernadores que están razonablemente aterrados de que se le caigan los créditos ya acordados con los organismos internacionales. Pero sabe que obtenerlo no implicará el fin del partido con arcos móviles.
Registra que le han tocado malos tiempos. En otras épocas, el aval de los Estados Unidos hubiera bastado para forzar al FMI arrasando con la mala onda de la “línea” del FMI, encarnada en Anoop Singh. Ahora dista mucho de ser así, la oposición del FMI pesa, políticamente, mucho más. Y parece ser eterna. Uno de los viajeros argentinos contó que el negociador indio no le creyó a Lavagna que el convenio entre el Gobierno y los bancos postergando las ejecuciones hipotecarias hasta febrero hubiera sido voluntario. “Llame a los presidentes de los bancos –provocó Lavagna–, de los extranjeros, si no confía en los nacionales.” Singh telefoneó a dos directivos de entidades financieras transnacionales de primer nivel y recién entonces desanduvo, en este solo punto, su proverbial desconfianza. Los argentinos cuentan el sucedido como un testimonio de la pésima voluntad de la línea del organismo. No tienen ninguna anécdota para sugerir buena voluntad de su director, Hoerst Koehler, ni de su número dos, Anne Krueger.
Preguntas para un final abierto
u ¿Qué piensa hacer Lavagna de aquí en más? Seguir negociando. Tratar de mantener el clima calmo que se vivió en estos días. Perfil bajo en Washington, declaraciones amigables del Tesoro norteamericano, nuevas señales de buena voluntad. Por ejemplo, sacar contra viento y marea un decreto de necesidad y urgencia aumentando las tarifas de servicios públicos.
u ¿Qué no piensa hacer? “Prometer lo que no puedo cumplir”, explica. Y ejemplifica: no va a prometer un aumento de tarifas del 30 por ciento que la realidad política local no habilitaría. Lavagna hace un culto de no irritarse pero le pasa cerca cuando los negociadores del FMI quieren imponerle que asuma por escrito que va a conseguir una decisión de la Corte Suprema o que va a castigar a las provincias que incumplan los “14 puntos” con el cercenamiento de la coparticipación. “Para lo primero no tengo poder, lo segundo me lo prohíbe la constitución” explicó ante sus contrapartes.
u ¿Qué hará en materia de política económica? Más de lo mismo. Seguir con lo que está haciendo. Mantener los controles de cambios, intentar promover la reactivación mediante la baja de dos puntos del IVA, comprometer a las provincias en las metas de superávit fiscal.
u ¿Qué pasará? El Presidente Eduardo Duhalde anunció ayer desde la República Dominicana (desde donde piensa volver a tiempo para ver Banfield-Independiente en la tarde dominguera y comer un churrasco con los gobernadores en Olivos a la noche) que está seguro de que habrá acuerdo.Su principal ministro desea que se convenga una carta de intención, pero no está dispuesto a pagar cualquier precio para lograrlo. Porque, aunque nunca lo va a decir en voz alta, sospecha que (pague el precio que pague) en el FMI hay más voluntad de seguir moviendo el arco que de llegar a un amistoso tercer tiempo.