Dom 30.08.2009

ECONOMíA  › OPINION

Sequía

› Por Alfredo Zaiat

Cuando se estudia geografía se aprende que el territorio nacional se divide en una Argentina árida, que abarca el 75 por ciento, y una húmeda que abarca el 25 por ciento restante. Como en tantas otras representaciones históricas y sociales establecidas por el pensamiento dominante, se ha instalado el mito de la Argentina húmeda que se remonta a la imagen de país expresado por la Generación del Ochenta. Esto es: la Argentina se identifica con la Región Pampeana, que es donde se ha instalado el mayor porcentaje de la población y representa ese cuarto del territorio del país rico en condiciones naturales. Por ese motivo, cuando irrumpe el inevitable ciclo de sequía, ahora con herramientas técnicas para estimarlo por avances en el estudio de la meteorología, aparece el comprensible lamento de los productores agropecuarios. Ese lugar histórico que han sabido ocupar convierte a su problema en una cuestión nacional, cuando el otro 75 por ciento no han tenido suerte similar frente a la adversidad permanente. La sequía no forma parte de una medida instrumentada por una política agropecuaria, como insinúan con declaraciones que nos los ruborizan los dirigentes del sector del campo privilegiado. Se trata de un fenómeno de la naturaleza que ocasionan pérdidas de producción en las regiones afectadas. El Estado y los productores tienen responsabilidades en la mayor o menor capacidad demostrada para mitigar esas consecuencias. En ese sentido, Diana Durán, licenciada en geografía e investigadora del Conicet, explica que “el fenómeno de la sequía es, entre las incertidumbres geográficas, la que ocasiona mayores pérdidas de producción en las regiones sin riego y, en muchas ocasiones, también en las que cuentan con él. Estas consecuencias son muy bien conocidas por el productor; pero también por el técnico agropecuario, que debe aconsejar sobre las medidas para mitigar sus efectos, y por el Estado, que debe planificar en forma integrada los procesos de diagnóstico, evaluación y control de los riesgos”.

El nuevo lockout agropecuario, impulsado por la próspera región pampeana y su extendida frontera sojera, se repite en un escenario que incluye una de las peores sequías de la historia nacional y la más devastadora crisis internacional desde la depresión mundial del ’30 del siglo pasado. Sin incorporar esos dos factores determinantes, cualquier evaluación tendrá el defecto de orientar a la confusión. La tendencia de dirigentes conservadores y progresistas a no considerarlos y a no contextualizar los procesos económicos deriva en rústicas observaciones de escenarios sensibles. Por mezquindades políticas o por ingenua omisión, alimentan así la interpretación de un cuadro de situación un poco alejado de la realidad. Con sequía y crisis internacional resulta evidente que no ha sido un año muy alentador para la producción agropecuaria. Lo mismo que pueden evaluar industriales textiles por el fenómeno climático de un invierno breve y con fase recesiva de la economía que afectaron las ventas de su colección para la temporada del frío. Pero en el caso de los productores del campo, la información sobre la sequía que también alcanzó a países vecinos permite conocer con más elementos de análisis su impacto local en términos relativos.

En la actividad ganadera, una de las más afectadas por las adversas condiciones climáticas, el panorama es el siguiente:

n Uruguay muestra en el primer semestre del año un descenso en el nivel de faena del 11 por ciento, con una disminución del 4 por ciento en el peso de la res en gancho, en relación con igual período de 2008. Al igual que en zonas de la Argentina, también el vecino país se ha visto afectado por la sequía.

n Brasil registró en el primer trimestre del año una caída del 11,1 por ciento en la faena de ganado vacuno respecto del mismo lapso de 2008. Este dato forma parte del informe trimestral sobre la faena de la hacienda vacuna realizado por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.

n En la Argentina, durante el período enero-mayo de este año, la faena aumentó casi 10,0 por ciento, mientras que la producción lo hizo en 11,5 en relación con igual período de 2008. En tanto, en el primer semestre las ventas al exterior sumaron 283 mil toneladas por 731 millones de dólares. Si se compara con las cifras del bienio 2006/2007, el aumento es del 30,1 por ciento en volumen.

Pese a estos números, que muestran un cuadro comparativamente mejor, la situación sectorial no ha sido favorable, en especial para el pequeño productor con escaso capital y respaldo financiero. Además, por la peor ecuación de rentabilidad relativa en relación con la soja se presenta paradójico que ganaderos y tamberos apoyen con fervor el reclamo de una reducción de las retenciones a ese cultivo. En el cotidiano espacio gratuito cedido por la cadena nacional de medios privados a los dirigentes de la Mesa de Enlace, no se les dice que expliquen que una baja de esa alícuota agudizaría la preferencia por la soja frente a otras producciones agropecuarias, alentando el desplazamiento de la ganadería y la lechería.

La concentración en la producción láctea, además de ser un proceso general de la economía inherente al ciclo del capital que requiere una intervención fuerte del Estado para amortiguarlo, se acelera por la expansión de la soja. La descoordinado y tardía política oficial ha colaborado en ese fenómeno. Pero una cosa es concentración y cierres de tambos (bajó la existencia de 15.000 a 10.200 de 2002 a 2008) y otra el nivel de producción de leche, que se mantiene en 10 mil millones de litros anuales, lo que implica una mejora sustancial de la productividad. Manuel Ocampo, gerente de la Asociación de Productores de Leche, afirmó que en el primer semestre hubo un ligero aumento en la extracción de leche. El ingeniero Miguel Angel Paulón, presidente del Centro de la Industria Lechera, lo ratificó al señalar que “durante los primeros cuatro meses del año nuestras empresas registran un volumen de recepción de leche un 3,3 por ciento superior al mismo período del año anterior”. En la primera mitad del año, las exportaciones en cantidad aumentaron 8,7 por ciento, lo que desmiente la temeraria afirmación de Hugo Biolcatti acerca de que Argentina tendrá que importar leche. Ante los diagnósticos de catástrofes de la Mesa de Enlace, en el Congreso Maizar 2009, Marcelo Grether, de Aacrea, afirmó que “la Argentina tiene ventajas competitivas en la producción lechera”. Y destacó el gran dinamismo y la alta capacidad de respuesta de la cadena láctea: “Tenemos amplias oportunidades a nivel internacional; junto con Brasil somos el país que mejores perspectivas tiene”.

La sequía ha hecho estragos en el trigo, con una intención de siembra para la campaña 2009/10 de 2,75 millones de hectáreas, 40 por ciento menos respecto del ciclo previo. Se estima una trilla de 6,0/6,5 millones de toneladas, cantidad que no dejará saldo de exportación pero garantizará el abastecimiento según las necesidades del mercado interno. En girasol, la superficie cubierta alcanzó las 2,2 millones de hectáreas, 3 por ciento más que la de 2008, según la Bolsa de Cereales. En maíz recién ha comenzado la siembra con una proyección de reducción del área, y la soja vuelve a ser el cultivo estrella por precio, rentabilidad y expansión de la superficie sembrada.

La producción agropecuaria ha tenido que enfrentar este año el riesgo climático y el impacto de la crisis internacional. También un prolongado conflicto político por las retenciones que se prolonga por más de un año y medio. A lo que se le agrega la inestable política oficial hacia el sector y la deliberada estrategia de los dirigentes de la Mesa de Enlace de desalentar a los pequeños productores. Frente a todo esto, la performance sectorial (carne, leche y cuatro cultivos principales) muestra notables resultados de resistencia a un contexto no tan favorable. Esto es un indicador contundente de la rentabilidad y de las muy buenas perspectivas de la actividad, que contará además con una próxima campaña sin sequía, según los estudios de previsión meteorológica nacionales e internacionales. Si ha comenzado un nuevo lockout, con una escalada autoritaria en lo discursivo por parte de dirigentes y productores, habría que encontrar en esta protesta otros motivos que no tienen nada que ver con las condiciones de la producción agropecuaria.

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