ECONOMíA › EL GOBIERNO CONFORMó UNA COMISIóN PARA DETERMINAR RESPONSABILIDADES POR UN VUELO QUE SALIó UN DíA TARDE
En respuesta a un episodio con un vuelo que despegó veintitrés horas más tarde de lo previsto, De Vido, Schiavi y Recalde ordenaron investigar los hechos y separaron a un miembro de la tripulación. El trasfondo es una pelea entre gremios.
En un esfuerzo por demostrar a los trabajadores de Aerolíneas Argentinas y a la opinión pública que el Gobierno está dispuesto a evitar episodios como el que protagonizó el vuelo 1134 –que después de una serie de incidentes partió hacia Madrid veintitrés horas después de lo previsto–, el Gobierno hizo pública su decisión de instrumentar una “investigación sumarísima” para aclarar los hechos. La decisión, adoptada por el ministro Julio De Vido; el secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, y el titular de la empresa, Mariano Recalde, incluye la de separar provisoriamente de su cargo a un miembro de la tripulación que en un presunto hecho accidental hizo desplegar los toboganes de emergencia en plena pista. Pero la tarea investigadora amaga no terminar. Ayer un Jumbo 737/500 con destino a Lima fue repentinamente desviado a Mendoza para cargar combustible: el comandante adujo que había mucho viento en contra como para llegar a destino sin esa escala imprevista.
“Se ordenaron acciones sumarísimas que establezcan las razones que provocaron la falta de cumplimiento de los protocolos previstos para este tipo de acciones”, explicó el Gobierno en un comunicado. “La comisión investigadora requirió descargos a todas las gerencias vinculadas con la prestación del servicio y se tomaron declaraciones a las personas que tuvieron intervención en la operatoria del vuelo”, agregó. Como primer resultado de la investigación se separó de su cargo a un integrante de la tripulación, cuya responsabilidad se pudo comprobar en esta instancia. Las autoridades advirtieron que se aplicarán todas las medidas disciplinarias que correspondan.
Estas acciones “pretenden dar respuestas al esfuerzo que el conjunto de la población y el Estado realizan para lograr” que la empresa tenga “un funcionamiento sustentable”, siguió el comunicado. “Demoras de estas características no pueden ser tomadas como ‘una normalidad’ y además contradicen los lineamientos fijados por el Gobierno para el desarrollo de la empresa”, completó.
El trasfondo es una batalla por razones no precisadas entre los pilotos, principales sospechados de los episodios, y los técnicos mecánicos. Según hizo saber ayer Transporte, De Vido y Schiavi se reunieron con Recalde y el resto de directores estatales de la compañía para analizar qué hacer frente a un hecho que tuvo mucha trascendencia mediática y que deja a la compañía mal parada frente a los pasajeros y ante los propios gremios, movilizados por una disputa que no parece tener un objetivo claro.
“Es un disparate pensar que hay medidas encubiertas de nuestra parte”, se defendió el piloto Jorge Pérez Tamayo en declaraciones a Página/12. “A mí me parece fantástico que se investigue qué pasó con el vuelo. Sólo sé que el avión intentó ponerse en marcha tres veces y no pudo.” El líder de la Asociación de Pilotos negó en forma rotunda que cualquier miembro de su gremio haya dado parte de enfermo, según trascendió a la prensa, sembrando la sospecha de que hay alguna operación en contra de su gremio.
A través de un comunicado difundido a última hora de ayer, el Gobierno hizo saber que pondría en marcha una “comisión investigadora interna” que, en rigor, estará conformada por los actuales directivos de la compañía y los gerentes involucrados en el episodio: el de Operaciones, el de Mantenimiento y el de Asuntos Públicos, de quien dependen todos los tripulantes que no son los pilotos. Es decir, por los que naturalmente tienen la obligación de garantizar el servicio.
El vuelo de la discordia tuvo dificultades para despegar desde Ezeiza. Al motor que no respondió se añadió un desperfecto eléctrico que impidió refrigerar la cabina e iluminarla adecuadamente durante la espera. Cuando se produjo el decolaje, el comandante recordó que había olvidado entregar documentación vital y emprendió el regreso. Asustados, algunos pasajeros optaron por bajarse del Jumbo, lo que obligó a descargar su equipaje, con la consiguiente demora. Peor aún, un tripulante habría oprimido un botón que soltó el tobogán de emergencia, cuyo repliegue demanda al menos un par de horas. El tiempo de la tripulación se venció y hubo que renovarla, lo que supuso otra dificultad adicional, con el agravante de que un copiloto habría aducido problemas intestinales.
“Nosotros hicimos ir a un copiloto que estaba de franco para garantizar la salida (el lunes a media tarde)”, aseguró Pérez Tamayo, intentando disipar cualquier sospecha sobre su buena voluntad. “Mantenimiento acudió a solucionar cada problema reportado. Nuestra acción no explica ninguna demora”, sostuvo Ricardo Cirielli, del gremio de los mecánicos.
Este hecho podría haber sido una anécdota más del rosario de dificultades operativas que enfrenta la compañía en pleno proceso de reestatización. Pero sucede en un momento singular, de enfrentamiento entre los dos gremios estratégicos como el de los pilotos y los mecánicos.
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