ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: INNOVACIóN PRODUCTIVA
Los especialistas resaltan que la innovación es uno de los principales motores de desarrollo en las economías capitalistas. Afirman que ayuda a consolidar una estructura diversificada y que se potencia con la alianza entre actores públicos y privados.
Producción: Tomás Lukin
Por Guillermo Anlló *
Si se organizara un concurso de diseño para la cubierta de un libro sobre innovación, lo más probable sería que la imagen seleccionada fuera algo relativo a una planta industrial. La mayoría presentaría bocetos con una fábrica, la maquinaria que la compone, algún componente complejo o cintas de producción que avanzan. Algún diseñador más osado y joven podría jugar con imágenes asociadas a las telecomunicaciones y la computación, eligiendo una computadora, celulares, microchips o satélites. Unos pocos apelarían a la biotecnología como origen para nuevos fármacos, pero seguramente a ninguno se le ocurriría graficar la innovación con una foto de una semilla, lo cual sería sumamente curioso, sobre todo para nuestro país, escenario de una revolución tecnológica basada, entre otras cosas, en la incorporación de organismos modificados genéticamente, sintetizados en una semilla.
Instintivamente, la idea de innovación suele estar asociada con procesos productivos complejos, lo cual no es errado. El problema es pensar que estos procesos sólo pueden darse en la industria o, más recientemente, en algunas áreas del sector servicios. El sector agropecuario ha sido escenario de cambios radicales de este tipo en los últimos años y la velocidad e impacto de los mismos hacen imposible ignorarlos si se quiere hacer un análisis serio de la innovación en nuestro país. Asimismo, también es justo decir que el fenómeno trasciende las categorías tradicionales, haciendo difícil encasillar los cambios que están sucediendo como propios del “agro” o de la “industria” (¿cómo pensar el salto cuali y cuantitativo de la producción de maquinaria agrícola local?), obligándonos a pensar en nuevas demarcaciones que reflejen de mejor manera lo que está sucediendo (por ejemplo, “agroindustria”, “agroservicios”).
Las encuestas de innovación fueron concebidas para medir innovación sólo en la industria, por ende, la información que relevan (y existe) es sobre ese sector, determinando el sesgo de las posibles políticas de innovación a diseñar. Sin embargo, la innovación no es un atributo exclusivo de la manufactura; la agricultura, por caso, ha estado siempre sujeta a innovaciones y ha sido vehículo de cambios radicales que han impactado en la historia del hombre, incluso de manera más determinante que los cambios ocurridos en aquélla. La revolución industrial, por ejemplo, está fuertemente vinculada con cambios que se dieron previamente a nivel tecnológico en el campo (siendo su causa, para muchos autores), lo que permitió a la humanidad pasar de crisis de escasez a crisis por abundancia.
La innovación en el agro tiene características particulares. En general, las innovaciones más visibles, asociadas a productos, provienen de fuera del sector (ya sea en agroquímicos, incorporada en maquinaria, o a través de semillas modificadas), mientras que las innovaciones generadas al interior del mismo suelen ser menos visibles para el público en general, ya que están más vinculadas con procesos (como ser en la siembra, o en la generación de nuevas variedades de cultivos) o cambios organizacionales (en el modo de articulación entre actividades y el surgimiento de nuevos actores), los que, a su vez, suelen ser mucho más difíciles de cuantificar y, por ende, medir.
Evidentemente, en los últimos 15 años la agricultura argentina experimentó un cambio de paradigma tecnológico que trascendió las clasificaciones tradicionales. La incorporación de un nuevo paquete tecnológico implicó desde innovaciones de producto (semillas transgénicas) a proceso (siembra directa), pasando por cambios en la organización de la producción (modelos productivos en red, basados en contratos). La expresión “diseñar semillas, plantas o animales” no forma parte del léxico habitual, y suena como parte de la trama de una película o novela de ciencia ficción, sin embargo, los frutos de varios de estos desarrollos ya son de consumo masivo y cotidiano. La producción de animales como “fábricas móviles” (como la vaca “Pampa” con la hormona del crecimiento), la producción de combustibles menos contaminantes, o la posible producción de productos de plásticos biodegradables (el reciente celular hecho en un 80 por ciento con base en maíz), llevan a repensar la potencialidad del sector, así como replantear los desafíos a futuro.
Sería bueno, entonces, que podamos comprender –y, por ende, apoyar– que el país no sólo exporta tecnología cuando coloca un reactor nuclear en el exterior o “fabrica” software para la NASA, sino que lo hace también cada vez que vende productos de base agropecuaria. El desafío, por ende, pasa por poder complementar positivamente las actividades productivas, de modo tal de avanzar al interior de las cadenas globales de valor, hacia eslabones más complejos que, como sociedad, permitan apropiarnos de mayores porciones de renta tecnológica.
* Economista-Cepal.
Por Valeria Arza, Paula Español y Germán Herrera *
El estrecho vínculo existente entre la aplicación de procesos productivos novedosos, el nacimiento de nuevos productos y el proceso de desarrollo de la economía capitalista capturaron desde siempre la atención de los economistas. Innovar significa cambiar, alterar, transformar. Aplicar innovaciones al proceso productivo implica abandonar una lógica vigente a favor de una nueva. Y bien se trate de la incorporación de propiedades novedosas a un bien existente, de la alteración de la forma de llevarlo a cabo, o de la aparición lisa y llana de un producto antes desconocido, el fin último del innovador pasa por diferenciarse, por alejarse de sus competidores a través de una oferta más atractiva.
Actualmente se considera que los denominados “esfuerzos innovativos” del sector productivo pueden ser muy positivos para la economía toda, en especial si el tipo de innovación desarrollada incluye esfuerzos internos a la empresa y no se trata exclusivamente de la incorporación de tecnologías desarrolladas externamente (muchas veces fuera del país). La innovación que una empresa realiza puede generar derrames de conocimiento en el resto de la economía. Por ejemplo, puede requerir mayores necesidades de capacitación y aprendizaje de sus recursos humanos o puede promover el desarrollo tecnológico de su red de proveedores a partir de generar una demanda de insumos tecnológicamente más complejos. Asimismo, la innovación, al mejorar las propiedades de los productos o al hacer más eficientes los procesos de producción, permite saltar niveles de competitividad y alcanzar destinos más exigentes, como los mercados internacionales. Esto, a su vez, involucra potenciales implicancias positivas para la economía del país.
Como es evidente, las posibilidades de las empresas de transformarse en exportadoras se vinculan directamente con ciertos aspectos que hacen a la competitividad agregada de una economía, tales como la relación del tipo de cambio vigente y los niveles salariales relativos al resto del mundo. En la Argentina se observó, al respecto, un cambio de escenario alentador en los últimos años. En el contexto del salto de la competitividad macroeconómica que implicó la salida de la Convertibilidad, las exportaciones industriales observaron un muy acelerado ritmo de crecimiento. Pese a las diferencias sectoriales al interior del entramado industrial, la tendencia de aumento relativo del peso de las ventas externas resultó ser generalizada entre las diferentes ramas de actividad. Ello derivó en un incremento sustancial en la participación de las exportaciones en el valor de producción total de la industria, el cual logró situarse en un nuevo escalón respecto de la década del ’90 trepando del 13 al 26 por ciento. Al mismo tiempo, los esfuerzos innovativos internos a las empresas, fundamentalmente la I+D y el diseño industrial, vieron crecer su participación en el total de las actividades de innovación de la industria pasando del 12 por ciento en el período 1992–2001 al 25 por ciento en 2003-2005.
¿Pero qué ocurrió detrás de los cambios agregados? Recientemente, en un trabajo de investigación desarrollado a partir de los datos de las Encuestas Nacionales de Innovación Tecnológica (Indec), analizamos las divergencias existentes a nivel de las empresas en materia de exportaciones, vinculando el desempeño de las empresas con sus esfuerzos innovativos. Por un lado, los resultados del análisis marcaron que las actividades de innovación desarrolladas exhibían un impacto positivo sobre la competitividad de la empresa y, a través de ésta, sobre su desempeño exportador. En segundo término, y pese a que muchas veces se ha demostrado que en un contexto de alta incertidumbre como el argentino las estrategias “defensivas” suelen ofrecer las mejores oportunidades de rentabilidad para las empresas, el análisis desarrollado determinó que en esta ocasión aquellos productores que habían invertido en innovación durante el período predevaluatorio enfrentaron luego mayores probabilidades de aprovechar las ventajas de los incrementos de la competitividad y convertirse en exportadores. Es decir: la innovación rindió frutos positivos en términos de acrecentar las chances exportadoras de las empresas, aun frente a un brusco cambio de régimen como el que implicó la salida de la Convertibilidad.
La innovación reviste un carácter fundamental para diversificar y diferenciar los productos ofrecidos por nuestra economía. Asimismo, de acuerdo con la experiencia exitosa de otros países, una estrategia de aumento sostenible de la competitividad genuina de la producción requiere necesariamente profundizar un camino de esfuerzos compartidos entre las empresas que conforman el tejido industrial y el Estado. Este camino es ineludible para generar un patrón exportador volcado hacia bienes de alto valor agregado y promover, al mismo tiempo, una estructura productiva con un mayor nivel de ingreso para los trabajadores.
* Economistas de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA).
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