ECONOMíA › ENTREVISTA AL ECONOMISTA ANWAR SHAIKH, PROFESOR DE LA NEW SCHOOL FOR SOCIAL RESEARCH DE NUEVA YORK
En diálogo con Página/12, afirma que la crisis no finalizó y advierte sobre la posibilidad de que exista el estallido de una nueva burbuja. Según su visión, los subsidios estatales a las empresas no sirven si antes no se impulsan medidas para la demanda.
› Por Tomás Lukin
Anwar Shaikh es uno de los economistas marxistas más reconocidos del mundo. El profesor de la New School for Social Research de Nueva York, que visitó Buenos Aires la semana pasada para participar de las jornadas de Economía Política de la Universidad Nacional General Sarmiento, habla despacio y arremete con fuerza contra la teoría económica dominante. En diálogo con Página/12, remarca que la crisis no finalizó y advierte la posibilidad de que exista el estallido de una nueva burbuja. “Los mercados son dinámicamente bastante eficientes. Pero es necesario comprender que las crisis son uno de los mecanismos de su eficiencia”, apunta al criticar la visión ortodoxa que predomina en las universidades de todo el mundo, la política y los medios.
–¿Terminó la crisis?
–No lo creo. Las medidas adoptadas para evitar el colapso del sector financiero son sólo acciones de mantenimiento. En última instancia el sector financiero depende del real, y en éste hay mucho exceso de capacidad, el desempleo está en ascenso, la demanda se desploma y se retraen las exportaciones e importaciones reflejando una contracción a escala global. No veo ninguna razón para decir que la economía se recuperó. De hecho creo que la crisis volverá a golpear. Esta hipótesis la sostienen desde distintos espectros ideológicos. Hay que crear demanda, el problema es encontrar una fuente.
–¿Qué alternativas considera?
–Una posibilidad es que el Estado cree puestos de trabajo directamente. Hasta ahora inyectó grandes sumas de dinero en el sector financiero para que impulse la actividad privada. Pero los bancos no prestan porque las empresas no tienen demanda. Entonces se les dio dinero directamente a las compañías. Pero los subsidios para las automotrices tampoco llegan hasta abajo. Al no haber demanda no emplean más gente. La gente que está diseñando estas medidas es la misma que nos condujo a la crisis.
–¿Por qué si la creación de puestos de trabajo fue un tema central durante la campaña de Obama y estuvo presente en las discusiones del G-20 no se ha podido avanzar?
–Para que el Estado cree activamente nuevos puestos de trabajo se necesita un cambio político que no veo posible. Los gobiernos que están en el poder ahora son esencialmente conservadores. Son campeones mundiales del libre mercado sin visión para atacar la principal preocupación económica que es el desempleo. Políticamente el empleo está al fondo de la lista, antes están el capital financiero y el industrial. Si se puede debilitar al trabajador es mejor para los otros dos. Excepto por el pequeño problema de que no hay demanda. Además el FMI, el BM y la OMC siguen teniendo poder para castigar a los países que no siguen sus modelos, aunque éstos estén claramente errados. Se siguen comportando igual, dicen algo y hacen lo opuesto. Están pegados a un modelo económico muy conservador que se basa en una teoría totalmente fallida. Lo que hacen va a generar más problemas.
–Durante la Gran Depresión el gobierno de Estados Unidos impulsó planes de empleo como el que usted propone.
–En la década del ’30, Roosevelt tuvo un poder muy grande que le permitió avanzar inclusive contra los deseos de los sectores económicos capitalistas más poderosos. De hecho, en 1937 estos capitalistas le dijeron a Roosevelt que el gasto que estaba realizando debía parar porque estaba creando un fuerte déficit. Pero la verdadera razón era asegurarse de que los trabajadores fueran más “explotables”. Ese año el gobierno detuvo el gasto. Inmediatamente se detuvo el crecimiento y se disparó el desempleo. Esa situación se revirtió a partir de la guerra cuando volvió a crecer el gasto. Ahí los capitalistas no decían que no se vaya a la guerra, que no se gaste, al contrario, querían ir a fondo. El déficit ya no era un asunto para preocuparse. Ya no se trataba de mantener el empleo sino de expandir sus mercados.
–¿Y ahora?
–Ahora no hay ninguna guerra que pueda hacer esto.
–Estados Unidos está involucrado activamente en dos guerras.
–Que no tienen impacto en el empleo y son muy impopulares. A diferencia de la Segunda Guerra Mundial, la propaganda no ha sido exitosa. El impacto inmediato de las medidas que están lanzando profundizan la crisis hasta que los sobrevivientes aparezcan. Estamos frente a un proceso de concentración y centralización a nivel internacional que no se desacelera. Muchos bancos pequeños se están cayendo, los están dejando caer. Sólo los grandes sobreviven, e inclusive algunos cayeron.
–¿El segundo impacto sobre quiénes recaerá? ¿Los mismos bancos que tambalearon el año pasado?
–Tranquilamente puede venir desde los activos tóxicos. Estados Unidos, Japón y muchos países en Europa todavía tienen problemas. La crisis reveló que sus activos son ficticios. Pero siguen siéndolo, sólo que ahora los compró o rescató el gobierno. Esos activos estaban basados sobre proyecciones de ganancias que no existen. La pregunta es: qué pasaría si esos bancos le pusieran el valor de mercado de esos activos. Tendrían una crisis inmensa. Se convierten en “bancos zombie”, son muertos que caminan.
–¿Cómo impacta este proceso sobre la distribución del ingreso en las economías centrales?
–La desigualdad creció significativamente. Estados Unidos está más cerca de India y China que de Suecia o Dinamarca. A partir de Reagan la desigualdad comenzó a crecer dramáticamente. A medida que caían los salarios, el consumo privado se mantuvo con el crédito. Se incrementó el endeudamiento gracias a la baja en las tasas. Caía el costo del financiamiento y la duración del vencimiento del préstamo era más larga. Pero eventualmente, esto se volvió insostenible. Es como una persona teniendo un ataque cardíaco, se puede ver que viene pero no sabés cuándo. Ahora dicen que se necesita que la gente gaste más. Pero cómo van a hacerlo si están altamente endeudados. Si mañana se condonan las deudas como se hizo con los bancos, el consumo va a recuperarse.
–¿Por qué la crisis impactó más en las economías centrales que en las periféricas?
–Eso es interesante porque también sucedió durante la Gran Depresión en los ‘30. En este caso algunos países han logrado desvincularse del libre mercado. Esto lo digo en el sentido de que toman decisiones de política para prevenir el colapso financiero. Entender que el sistema opera mediante auges y crisis. No todos lo logran. Canadá sí, Argentina y Brasil también. Están haciendo más para protegerse, tranquilamente podrían haber hecho lo mismo que antes, lo mismo que los condujo a sus crisis.
–¿Por qué es tan difícil ir contra las recetas neoliberales?
–Las universidades tienen gran parte de la culpa. Formaron cuatro generaciones de economistas, empresarios, políticos y periodistas bajo la noción de que el mercado es algo que no se debe intervenir y que encontrará su camino hacia un resultado ideal. Esto es completamente errado. Las universidades tienen que cambiar, va a suceder pero va a demorar. Esa ideología no es sostenible. La vida académica cambia muy lentamente y se neutraliza fácilmente. Pero estoy convencido de que se verán cambios que vendrán por fuera de la academia, desde el sur.
–¿El dólar puede perder su rol dominante?
–No creo que esto suceda. Pero eso no significa que no pueda producirse una corrida sobre el dólar. Lo que sí podemos decir es que el euro tendrá un papel más importante como reserva de valor. Los europeos pueden no desearlo por el impacto que genera en sus balances comerciales, sin embargo también existen beneficios. El yuan no se puede convertir en reserva de valor, más allá de algunas declaraciones, ellos tampoco quieren eso. Le falta mucho para llegar a eso. Hay otros fenómenos culturales, políticos e históricos que inciden en este punto.
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