ECONOMíA › QUé HACER CON LOS AHORROS DEL BANCO CENTRAL Y CóMO ENFRENTAR LA CRISIS
La disputa que arrancó a principios del verano y que cada día es más intensa ofrece distintos abordajes. Lo que sigue es un análisis sobre el origen y el destino de las divisas acumuladas en el BCRA y una evaluación de la metodología política dominante.
› Por Alfredo García *
Opinión
Las reservas internacionales pertenecen a la Nación, pero a partir de la creación del derogado Fobic se han generado sobre el tema variadas respuestas, correctas las menos, otras insólitas. Entre las últimas, destaca aquel político de derecha que dijo que “las reservas son del pueblo” y que no dudaría en tildar de demagogo a cualquier integrante del campo popular que expresara idéntica respuesta.
Muchos otros se han referido continuamente a las reservas como un atributo intocable, un atesoramiento que tiene valor per se. Es cierto que un alto nivel de reservas es una garantía para el manejo del tipo de cambio y para sortear en mejores condiciones el impacto de las crisis financieras externas y también disipar cualquier posibilidad de una crisis financiera doméstica. Pero a partir de un determinado nivel que garantice las funciones anteriores, es eficiente utilizar las reservas para otros fines.
Resulta valioso que se haya instalado la discusión de la importancia de las reservas internacionales en la sociedad, porque nos permite avanzar conceptualmente para analizar cómo se originan. Para simplificar, el principal generador de reservas en estos años es el saldo comercial, la diferencia entre los ingresos por exportaciones y los egresos por importaciones. Pero gran parte de ese saldo positivo se escapa de las reservas mediante los mecanismos de fuga de capitales y compra de divisas para tenencia; también se ven reducidas por los pagos de intereses al exterior y por las utilidades y dividendos remitidos por las empresas de capital extranjero, que vienen creciendo aceleradamente.
Corresponde entonces dilucidar qué es lo más importante, si las reservas internacionales o aquellos flujos que le dan sustento. En las distintas propuestas realizadas por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos se sostuvo que “las divisas son bienes públicos y por lo tanto su circulación debe ser rigurosamente regulada, con sanciones penales contra cualquier violación de las normas”. “Deben establecerse normas que regulen el ingreso y egreso de divisas, para aminorar el impacto de eventos externos.” Por este concepto pasa el verdadero control y la defensa de los intereses del país, más que por un determinado nivel de reservas internacionales que es fruto de éste.
Por ello, centrarse en “proteger” las reservas es una postura facilista, porque evita criticar los flujos que las desangran, como la fuga de capitales y los pagos de utilidades y dividendos.
Se podría pensar cuántos de estos actores que se desgarran las vestiduras por la utilización de las reservas para mejorar la posición financiera del país estarían de acuerdo con regulaciones a los movimientos de capitales, que reduzcan las posibilidades de fuga, como así también cambiar la legislación que permite a empresas hidrocarburíferas dejar en el exterior más del 70 por ciento de los montos exportados y a las mineras el ciento por ciento. Seguramente muy pocos.
De la misma forma, muchos de los que se preocupan por la utilización de 6569 millones de dólares para pago de deuda son los que plantean que hay que dejar flotar libremente el dólar y no salir a defenderlo comprando divisas, con lo cual se obtendría un nivel de reservas mucho más bajo y un valor del dólar inferior o cercano a los 3 pesos.
Siempre se pagaron las amortizaciones con reservas internacionales. Sin embargo, en los últimos meses se generó una idea de que ello es incorrecto. Si no se posibilita que el Gobierno utilice las reservas para pagar deuda, y en momentos en que los mercados internacionales están cerrados para Argentina, esta proposición deriva en forzar al Estado (no sólo al Gobierno) a incumplir con los pagos.
Por supuesto que esta situación no es probable, puesto que los vencimientos son abordables y el Gobierno cuenta con recursos suficientes para afrontarlos; pero ante la negación de utilizar reservas deberá comprar las divisas en el mercado, utilizando recursos fiscales que habrá que restar de gasto en general e incluso de los programas sociales.
Y aquí llegamos al verdadero espíritu del rechazo al pago de deuda externa con reservas. Es una forma de impulsar al Gobierno a realizar un ajuste fiscal, reduciendo el gasto.
Desde esta columna se plantea no quedarse con las declaraciones grandilocuentes y analizar en su totalidad cómo inciden en los intereses del país los proyectos globales de quienes intentan aparecer como virtuosos custodios del bien común.
* Economista jefe del Banco Credicoop.
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