ECONOMíA
› OPINION
Todo es virtual
› Por James Neilson
Pensándolo bien, no hay nadie más crédulo que un economista. Es un astrólogo de la Edad Moderna. Los miembros argentinos de la cofradía se han destacado formulando profecías bíblicas un tanto exageradas o, quizá, prematuras, pero sus colegas del Primer Mundo suelen ser igualmente imaginativos, razón por la que el FMI y el Banco Mundial siguen “revisando” pronósticos que siempre se desactualizan en un par de semanas. Además de ser tan incapaces como el que más de prever el futuro, los economistas no saben lo que está ocurriendo ahora mismo porque en última instancia demasiado depende de factores subjetivos: una cosa vale lo que otros están dispuestos a pagar por ella, ni un centavo más ni uno menos. No es cuestión solo de bienes y servicios sino también de países enteros. Una ola de euforia puede más que veinte años de trabajo denodado; un momento de pánico destruirá la labor de generaciones.
Dicen que antes del diluvio la Argentina valía 300 mil millones y pico de verdes por año, pero que ahora vale menos de 100 mil millones, todo por culpa de una deuda pública de 150 mil millones. Así las cosas, ¿no hubiera sido mejor pagarla toda en 2001 al contado que defaultear? No, dicen los duhaldistas, aquellos dólares eran falsos, una ilusión, incluso los hechos de papel que los norteamericanos bobos aceptaban sin chistar por suponerlos auténticos.
El mundo ya está tan acostumbrado a que distintas economías nacionales tripliquen sus dimensiones un día para borrarse otro, una buena devaluación mediante, que fronteras afuera los únicos preocupados por la asombrosa elasticidad criolla son los encargados de compilar libros de consulta. Hasta 1989, tanto ellos como los sabuesos omniscientes de la CIA imaginaban que la economía soviética era mayor que la japonesa, pero al rehacer sus cálculos decidieron que la parte principal, la rusa, pesaba más o menos tanto como Holanda, cuando no de Londres. ¿Cometerán el mismo error en el futuro? Claro que sí. Por ejemplo: ¿cuál es la tasa de crecimiento de China? Según las cifras oficiales, que se basan en las enviadas por burócratas provinciales resueltos a impresionar a sus jefes, será superior a la anotada aquí por los menemistas. Sin embargo, los hay que la creen otra patraña colosal como la confeccionada por los contadores de Enron, aquel “gigante de la energía” yanqui que se esfumó de la noche a la mañana. Aunque la desaparición de media China –como la de la economía soviética– sería un acontecimiento histórico fenomenal, los más lo considerarían casi tan anecdótico como fue el mutis argentino.