La necesidad de profundización y adecuación a las prácticas actuales de la regulación del sistema financiero internacional está instalada en el discurso hegemónico desde que estalló la crisis hipotecaria. Sin embargo y a pesar de que continúan conociéndose graves irregularidades, no se han registrado avances significativos. Las heterogéneas iniciativas son rápidamente desactivadas ante la oposición del establishment financiero. Ayer fue el turno del poderoso alcalde de la ciudad de Nueva York, Michael Bloomberg. El multimillonario político exhortó al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a no “destruir” Wall Street con una reforma financiera.

Los argumentos de Bloomberg, fundador de la compañía de información financiera homónima, para rechazar cambios impositivos y regulatorios son similares a los esgrimidos por los empresarios agropecuarios durante el lockout. “Nadie propone que la gente no pague su justa proporción de impuestos, pero no tiene sentido práctico seleccionar un sector y hacerle pagar una cantidad desproporcionada. Si se segrega a una industria en particular se la destruye, o ese sector deberá reubicarse”, apuntó el alcalde de NY.

Al igual que durante el debate por el nivel de retenciones, el sector financiero rechaza taxativamente la posibilidad de pagar mayores impuestos que recaigan sobre sus ganancias extraordinarias. La creación de un impuesto a las transacciones financieras a nivel internacional es promovida, entre otros, por el economista Joseph Stiglitz. A su vez, otros especialistas remarcan un amplio espectro de medidas necesarias para re-regular el sistema, que van desde la limitación de las actividades de los bancos y los riesgos que pueden tomar, hasta la reinstauración de controles de capitales para limitar el impacto del volátil flujo de capitales.