ECONOMíA › LOS ESFUERZOS DE ESPAñA POR DIFERENCIARSE DE GRECIA
› Por Raúl Dellatorre
“Estamos en un momento complicado en los mercados financieros”, admitió la ministra de Economía de España, Elena Salgado, aunque negó que la situación económica y fiscal de su país esté ligada a la de Grecia. “Los mercados tienen un componente especulativo que la situación de Grecia ha exacerbado”, manifestó la funcionaria. En la jornada anterior, la Bolsa de Madrid se había hundido en más de un 5 por ciento, arrastrando al euro y a los papeles de otras plazas bursátiles del continente, ante un simple rumor acerca de que España pediría un multimillonario crédito de rescate al FMI. A la reflexión de Salgado se sumó la contundente declaración del comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn, subrayando que “no hay necesidad de proponer ninguna asistencia financiera para España”. Pero sobre los paños fríos llegó el baldazo de nafta de Angela Merkel, la canciller (primer ministro, por sus funciones) alemana. “Europa está en la encrucijada, y un buen europeo no es necesariamente el que ayuda rápido, sino quien está atento a los tratados (para cambiarlos, si es preciso) para que la estabilidad de la zona euro no sufra daños”, advirtió. Eso y sugerir que Grecia está en zona de preembarque para abandonar la unión monetaria es lo mismo.
Grecia transita por un camino de cornisa y con los ojos vendados. Esa es la sensación que deja el condicionamiento de la “ayuda” de 110 mil millones de euros que recibirá para hacer frente a vencimientos de deuda en los próximos tres años. El brutal ajuste que debe aplicar en sus cuentas públicas, para reducir un déficit fiscal que ya supera los 13 puntos del producto bruto a poco más de la mitad en ese mismo plazo, ata de pies y manos al gobierno de George Papandreu. La reacción popular se vio ayer en las calles (ver página 21), en una especie de prolegómeno de lo que puede ser una constante en los próximos meses.
Nadie arriesga un pronóstico sobre la suerte del plan, sobre todo porque las miradas están puestas hoy en las repercusiones fronteras afuera del territorio helénico. En términos de mercado, ayer fue un día de relativa calma, con bajas menores en casi todas las plazas bursátiles del continente. Tanto la ministra Salgado como el comisario Olli Rehn pusieron todo su empeño en demostrar que Grecia es “un caso único”, que España tiene su propio plan de austeridad sin asistencia externa. “Más que anunciar nuevas medidas, lo que tenemos que hacer es poner en marcha lo que ya hemos anunciado”, afirmó Salgado, recordando que la meta es reducir el déficit público al tres por ciento del PIB para 2013, luego de la explosión al 11,2 por ciento del ejercicio 2009.
Rehn sostuvo ayer que “Grecia es un caso único y particular, tiene una dinámica de la deuda particularmente precaria y es el único que ha engañado con sus estadísticas durante años”. El asunto es cuántos “casos únicos” más dejará este proceso, que empezó con las hipotecas subprime estadounidenses para prestarles a deudores insolventes. La demostración de la falsa inviolabilidad del sistema financiero mundial provocó un shock de desconfianza y debilitamiento de las posiciones bancarias, que se tradujo en pérdida de instrumentos de financiamiento para la inversión y el comercio exterior.
En un mercado globalizado, los agujeros financieros lograban disimularse con relativa facilidad. Pero cuando llegó la recesión y cayó el crédito, los defectos quedaron a la luz. Hoy los déficit son déficit, y el FMI vuelve a ser el de antes: frente a “casos únicos”, la receta de siempre. Grecia, entubada y en sala de aislamiento, quizá ya no contagie. Pero la epidemia, que nació y se propagó en Wall Street, sigue esparciéndose afuera.
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