ECONOMíA › LA UIA SE QUEJA, PERO LOS COSTOS BAJAN
› Por Tomás Lukin
Los costos laborales por trabajador en la industria manufacturera medidos en moneda extranjera se encuentran un 53 por ciento por debajo del nivel observado antes del estallido de la convertibilidad. A pesar del reclamo del establishment empresario para contener los incrementos salariales y los cuestionamientos a los acuerdos firmados, los datos del Ministerio de Trabajo evidencian que entre 2009 y 2010 el indicador retrocedió 2,6 por ciento.
La evidencia empírica contradice el discurso de la Unión Industrial (UIA). El razonamiento de las cámaras empresarias sostiene que las mejoras en la remuneración de los asalariados reducen la competitividad laboral del sector y, en consecuencia, ese incremento en los costos genera inflación aun cuando el alza de los ingresos reales de los trabajadores supere levemente los niveles previos a la devaluación. En cambio, la sostenida reducción de los costos laborales tuvo como correlato una mejora considerable en la rentabilidad de las firmas desde la devaluación de 2002.
Si se considera solamente la evolución de los salarios nominales, las contribuciones patronales y el precio de venta de los bienes que producen, los costos laborales registraban a fines del año pasado un incremento de entre 5 y 10 por ciento por encima de los valores de 2001, dependiendo del sector. Desde ese punto de vista parcial, el argumento empresario para frenar los incrementos de salarios y cuestionar iniciativas como el reparto de las ganancias con los trabajadores sería consistente.
Sin embargo, un análisis completo de los costos laborales requiere considerar, además, la evolución de la productividad y el tipo de cambio real. Cuando se contemplan los aumentos en los niveles de productividad por trabajador registrados en los últimos años y la evolución del tipo de cambio multilateral (compuesto por una canasta de monedas: dólar, euro, real, etc), los costos laborales se ubican 50 por ciento por debajo de los datos previos al abandono de la paridad cambiaria.
“La competitividad de la industria, desde el punto de vista de los costos laborales, se ha preservado durante los últimos años”, enfatizan en la cartera que encabeza Carlos Tomada (foto). La situación al interior del entramado industrial es heterogénea. En Costos laborales y competitividad en la Argentina postconvertibilidad, tres investigadores del Ministerio de Trabajo, Anahí Amar, Federico Pastrana y Soledad Villafañe, dan cuenta de esas diferencias. Según el documento, la ventaja de costos laborales resulta más relevante en la producción de alimentos y bebidas, refinados de petróleo, maquinaria y equipo, aparatos eléctricos y productos de metal. “La reducción de los costos laborales en moneda extranjera propició la recuperación de las ramas intensivas en mano de obra e ingeniería relegadas en los años noventa”, sostienen los autores y advierten que esa situación permitió sostener elevados niveles de rentabilidad.
Las industrias textiles y de confecciones son dos de las ramas menos beneficiadas por la caída de los costos laborales durante la postconvertibilidad. Esa situación otorgaría mayor validez al reclamo de los empresarios de esos sectores sensibles. Sin embargo, la mejora en la competitividad que no obtuvieron con la devaluación es compensada, en parte, por la elevada tasa de informalidad y precariedad laboral.
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