A las calificadoras de riesgo ya no las banca ni el Fondo Monetario. El organismo multilateral de crédito acusó ayer a estas agencias de beneficiarse de un poder desmesurado sobre los inversores, en un estudio titulado Uso y mal uso de las notas de deuda en los Estados.

El peor desplome financiero internacional desde el crac del ’30 puso en evidencia la ineficacia de las calificadoras para anticiparse a las crisis. En la primera fase, desatada en los Estados Unidos, los activos de alto riesgo al momento de la implosión del sistema bancario norteamericano gozaban de la máxima nota crediticia. Lo mismo sucedió con empresas y bancos que luego se declararon en bancarrota. El segundo capítulo de la crisis, con epicentro en Europa, también mostró falencias en el método de calificación.

El 14 de junio Moody’s rebajó de golpe cuatro niveles la nota de Grecia, para relegarla a la categoría especulativa. Como algunos inversores tienen por regla no mantener obligaciones llamadas de categoría “especulativa”, la salida en masa de los bonos precipita el valor. El problema fue todavía más grave porque Moody’s redujo la nota después de que el FMI y la Unión Europea lograran armar un paquete de rescate de 110 mil millones de euros. El trabajo del Fondo relata esta situación.

El FMI sostiene que las bajas abruptas en las calificaciones les generan dificultades para financiarse. A esto el organismo llama “efecto guillotina”. El informe de la entidad que conduce Dominique Strauss-Kahn considera que las agencias de rating hace un uso “abusivo” de las notas de deuda soberana y “se benefician de un poder desmesurado sobre los inversores”. El Fondo exhorta entonces a que se limiten las calificaciones a pequeñas inversiones, mientras solicita una supervisión más estricta de las actividades de las agencias de rating.