ECONOMíA › UN INFORME DEL MINISTERIO DE TRABAJO REFUTA LAS CRITICAS EMPRESARIAS
Los salarios se incrementaron en los últimos años, pero los costos laborales reales cayeron 18,5 por ciento desde la convertibilidad por la mejora de la productividad empresaria y de los precios de los bienes que comercializan.
› Por Roberto Navarro
Luego de las últimas negociaciones colectivas de trabajo, las principales cámaras empresarias advirtieron que las subas salariales atentaban contra la competitividad de las empresas. Un informe del Ministerio de Trabajo demuestra lo contrario. Los salarios se incrementaron en los últimos años como resultado de las negociaciones colectivas, pero cuando se mide la evolución de los costos laborales tomando en cuenta el aumento de la productividad de las empresas y las subas de precios de los bienes y servicios que comercializan, la caída promedio real unitaria en pesos desde la salida de la convertibilidad es del 18,5 por ciento.
Si, para medir la incidencia del salario en la competitividad internacional, el cálculo se realiza tomando en cuenta el tipo de cambio multilateral (el peso comparado con una canasta de monedas de los principales países con los que comercializa el país), la caída de los costos laborales promedio de la economía es del 53 por ciento. Estos datos demuestran que los aumentos de sueldos de los últimos siete años no fueron suficientes ni siquiera para mantener la distribución de los ingresos entre empresarios y trabajadores. La solución que encontraron varios países del mundo para paliar situaciones similares es la distribución por ley de una parte de las ganancias de las empresas con sus empleados.
“El salario es un costo de producción para las empresas y al mismo tiempo una fuente de ingreso de los trabajadores, que impulsa la demanda de bienes y servicios. Por esa razón, la caída de la participación de los trabajadores en los ingresos de las empresas atenta contra la sostenibilidad de la demanda”, advierten Martín Abeles y Fernando Toledo en su reciente publicación Distribución de Ingresos y Análisis Macroeconómico.
La competitividad de una empresa, más allá del contexto macroeconómico, depende de varios factores: trabajo, capital, insumos y productividad, entre otros. En Argentina, en general, las empresas suelen preocuparse más por disminuir los costos laborales que por mejorar el resto de los items en cuestión. En su libro Los desafíos de la competitividad, el economista Benjamín Coriat señala “la baja de los costos dentro de una empresa es fundamental; pero buscar la competitividad reduciendo los costos salariales es un peligro que debe ser evitado”.
Entre diciembre de 2001 y julio de 2010 el salario promedio nacional se incrementó un 285,5 por ciento. Un porcentaje superior a la inflación medida por el Indec y aun a la de los consultores privados más serios, como el Estudio Bein, que refleja una inflación desde 2001 del 256 por ciento. Es decir que los trabajadores han mejorado su poder adquisitivo con respecto al final de la convertibilidad. Pero, teniendo en cuenta el fuerte aumento de la productividad de las empresas y de los precios de bienes y servicios, su participación en las ganancias de las compañías cayó fuertemente.
En el caso de la industria, un sector estratégico para el desarrollo del país y a la vez generador de empleos mejor pagos que en otros sectores, la caída de los costos laborales reales unitarios fue de un 19 por ciento. Es decir que del fuerte crecimiento de las ganancias de los últimos años una porción cada vez mayor es capturada por las empresas, en detrimento de los trabajadores.
La caída de los costos laborales se dio en la mayoría de los sectores industriales. El Ministerio de Trabajo realizó un informe sectorial tomando en cuenta la evolución de la productividad y la variación de precios mayoristas de cada rubro. El sector aparatos eléctricos sufrió una caída del 34 por ciento; en madera, la caída fue del 27 por ciento; automotores, un 25 por ciento, al igual que maquinarias y equipos; cuero cayó un 20 por ciento y alimentos, un 15 por ciento, entre los sectores en los que se produjo una mayor rebaja en los costos laborales reales unitarios. Entre los pocos que subieron sus costos laborales se destacan radio y televisión, con una suba del 17 por ciento, y textiles, un 13 por ciento.
Una muestra clara de que, a pesar de los incrementos salariales, las empresas mejoraron fuertemente sus ganancias, es la evolución de los balances que surge de la Comisión Nacional de Valores. Aluar, en 2002 contaba con un patrimonio neto de 1483 millones de pesos. Entre 2003 y 2009 ganó 2912 millones de pesos. La empresa aumentó sus utilidades todos los años: en 2003 ganó 257 millones; en 2009, 602 millones. Arcor, que en 2002 tenía un patrimonio neto de 803 millones de pesos, ganó en siete años 1253 millones de pesos. En 2003 ganó 84 millones de pesos y en 2009, 334 millones de pesos, un 400 por ciento más. Cablevisión en 2002 tenía un patrimonio neto negativo: -439 millones de pesos. A fines de 2009 su patrimonio neto fue de 2738 millones de pesos. En 2003 ganó 185 millones y en 2009, 468 millones. La mayoría de las empresas que cotizan en Bolsa arrojaron una evolución de su rentabilidad similar.
La mayor queja de los empresarios con respecto a los aumentos salariales es que “están perdiendo competitividad a nivel internacional”. Es decir que los aumentos salariales dificultan la evolución de sus exportaciones y, a la vez, comprometen su posibilidad de competir con las importaciones. Sin embargo, los costos laborales reales en moneda extranjera cayeron más aún que los expresados en pesos. El costo laboral real unitario en moneda extranjera tuvo una caída promedio entre 2001 y la actualidad del 53 por ciento. La razón es que el tipo de cambio multilateral es un 70 por ciento más competitivo que a finales de la convertibilidad.
Según datos de OCDE, el costo laboral en la Unión Europea en 2001 era de 22,50 dólares y en 2009 subió a 40,70 dólares; en Estados Unidos, en el mismo período, subió de 25,90 a 30,56 dólares; en el Este europeo se disparó de 3,83 a 9,01; en el Sudeste asiático, de 8,31 a 13,12 y en Brasil, de 3,60 a 7,98. En Argentina, por el contrario, cayó de 8,15 dólares en 2001 a 7,98 en la actualidad.
El aumento del salario mínimo vital y móvil, que supera el 900 por ciento desde 2001, y la fuerte evolución de la negociación de los convenios colectivos a través de las paritarias mejoraron el poder adquisitivo de los trabajadores. A la vez la creación de casi cuatro millones de puestos de trabajo en siete años derivó en que muchas familias hoy tengan más cantidad de trabajadores en su seno, es decir de ingresos. Así aumentó el bienestar general de los trabajadores y sus familias. Pero el importante aumento de la productividad, conseguido por empresarios y empleados, y la evolución de los precios de los bienes y servicios que producen derivó en una caída de la participación de los trabajadores en el reparto de las utilidades generadas por las empresas. Así, mientras el incremento real del salario promedio fue de entre un 15 por ciento, tomando el índice inflacionario del Estudio Bein, y un 32 por ciento con respecto al índice del Indec, las ganancias promedio de las empresas se duplicaron y sus patrimonios promedio son un 200 por ciento mayores a 2003.
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