ECONOMíA › OPINIóN
› Por David Cufré
Se están por cumplir nueve años del “que se vayan todos”. Aunque nueve años no es poco, el recuerdo de esa noche de furia del 19 de diciembre todavía es fresco. Es fácil recuperar las sensaciones que cruzaban las calles en esas jornadas: hastío, frustración, desesperanza, un deseo visceral de romperlo todo, necesidad de abollar la cacerola. “Que no quede ni uno solo”, era el grito que completaba la consigna. Y no se lo decía por decir. Ni uno solo. Tan intensos como aquellos días trágicos, pero en sentido contrario, fueron los que pasaron desde el miércoles, cuando se conoció la noticia de la muerte de Néstor Kirchner. La otra cara de la moneda. Estos últimos días fueron tan auténticos como aquéllos en la reacción popular, y tan transparentes que los relatos mediáticos construidos durante años quedaron en evidencia, desnudos frente a la multitud. A la versión de que la Argentina está aislada del mundo le respondieron ocho presidentes latinoamericanos, de izquierda a derecha, elogiando al ex presidente, y mensajes de apoyo de Estados Unidos, Alemania, el Vaticano y demás. A la hipótesis de que la relación entre el kirchnerismo y la mayor parte de la ciudadanía está rota le contestaron el llanto y el compromiso de miles de familias que fueron a despedirlo. “Néstor con Perón, el pueblo con Cristina”, reflejaban los pasacalles. A la muletilla de que los actos del oficialismo son traccionados a puro bolsón de comida y plata para los manifestantes la hicieron añicos 26 horas de desfile frente al cajón, el cortejo hasta Aeroparque y el traslado desde el aeropuerto de Río Gallegos al cementerio. No hizo falta interpretar nada, sólo ver y escuchar a quienes pasaron por el velatorio y lo acompañaron hasta el final. Las imágenes fueron tan elocuentes que algunos comunicadores intentaron volver sobre sus pasos como pudieron, haciendo un esfuerzo por disimular las contradicciones. Y esto no significa que no existan aspectos que criticarle al Gobierno desde 2003 a la fecha, pero la desproporción de aquéllos y de la oposición que les sigue los pasos quedó bajo un reflector. Igual que los personajes de la derecha que corrieron por izquierda al Gobierno que más hizo por los jubilados en décadas con el 82 por ciento móvil. El fallecimiento de Kirchner movió otra vez sensaciones desde las entrañas, que empiezan en él, pero que exceden su figura, sus éxitos, sus flaquezas, y muestran la adhesión de un colectivo heterogéneo a las grandes líneas del proyecto político que encabezó junto a su esposa, la presidenta Cristina Fernández. Así como también el “que se vayan todos” fue mucho más que el repudio a De la Rúa y Cavallo, hasta conmover los cimientos de la estructura edificada desde 1976.
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