ECONOMíA › PANORAMA ECONóMICO
› Por Alfredo Zaiat
El presupuesto del documental fue de unos 8000 euros y se puede ver en Internet. Más de un millón de espectadores ya lo han visto en las diferentes versiones subtituladas desde su estreno hace poco más de dos meses. Se trata de un film sobre la crisis financiera global, la que golpea con ferocidad a Grecia, el desmoronamiento de sus finanzas públicas, el préstamo de 110.000 millones de dólares de Europa y el Fondo Monetario Internacional y los salvajes recortes del gasto público. “Debtocracy (en griego, Xpeokpatia)” es un documental realizado por los periodistas griegos Katerina Kitidi y Ari Hatzistefanou, distribuido en Internet libremente por sus autores. Estos manifiestan la intención de buscar las causas de la crisis y de la deuda en Grecia que los medios de comunicación dominantes ocultan (www.you tube.com/watch?v=KX82sXKwaMg). Presentan la idea de que todo el sistema del euro estaba condenado al fracaso desde un principio, con los banqueros de Frankfurt y París ofreciendo créditos acumulando fabulosas ganancias, al tiempo que esas potencias europeas contabilizaban elevados superávit de capital mientras que los países europeos del sur equilibraban sus cuentas con esos préstamos baratos, subidos a una bonanza de consumo. El domingo pasado se publicó en el suplemento económico Cash un reportaje a Costas Lapavitsas, profesor en el School of Oriental and African Studies de Londres, uno de los economistas que actúa como guía argumental del documental. Lapavitsas destaca que en ese esquema desigual que favoreció a Alemania, Grecia fue el país más vulnerable. En el documental se escuchan testimonios de políticos y representantes de las finanzas que revelan que Grecia está dispuesta a declarar el default a sus ciudadanos (transporte, sanidad, educación, sueldos, jubilaciones) antes que suspender los pagos a los acreedores. El film no tiene el estilo de Inside Job. No es un alegato moral sobre buenos o malos en el mundo global de las finanzas, sino que va directamente contra las bases de la crisis.
David Harvey, geógrafo y teórico social británico, profesor en la City University of New York, también fue entrevistado en el Cash en la edición del 16 de enero de este año, explica en Deudocracia que no existe “un capitalismo sin crisis” y que la actual no se puede entender sin considerar la de los setenta. Esta se manifestó con el agotamiento de la denominada edad de oro del capitalismo, que ante la caída de las utilidades de las empresas se orientó a debilitar el poder de los trabajadores, que entonces eran muy fuertes en Europa y Estados Unidos. “La vía de salida de esa crisis fue una gran presión sobre los salarios”, apunta Harvey, puesto que los trabajadores estaban organizados, tenían un gran poder político que se reflejaba en los gobiernos y en las elecciones. “Eso era un gran problema para el capital y así fue que tuvo que empezar a disciplinar a los trabajadores”, señala. Una de las formas fue la apertura de los mercados nacionales a la competencia global, irrumpiendo los países asiáticos con China a la cabeza produciendo bienes con un costo más bajo de la mano de obra. De esa manera aumentó el desempleo y disminuyó el ingreso de los trabajadores de los países centrales. Comenzó un período de fuerte redistribución regresiva del ingreso con la pérdida de poder adquisitivo. Como el sistema de producción requería mantener el nivel de consumo, Harvey destaca que en ese momento emerge con fuerza el sistema financiero para ofrecer el crédito “para cubrir el bache entre los ingresos reales disminuidos y el poder adquisitivo” necesario para poder continuar con la compra de bienes en una sociedad del hiperconsumo. Ese apogeo vía créditos en sociedades con empeoramiento de la distribución del ingreso hizo eclosión. Estos factores forman parte de la base material para comprender la actual crisis en las potencias y las dificultades que enfrentan para poder salir de ella si la pretendida salida es salvar a los acreedores (bancos) ahogando aún más a los deudores-consumidores (trabajadores).
En un didáctico documento los periodistas norteamericanos Dave Gilson y Carolyn Perot exponen en “Es la desigualdad, estúpido” cómo la distribución regresiva del ingreso a partir del dominio de las políticas neoliberales explican la actual crisis en Estados Unidos. Con fuentes oficiales, de organismos internacionales y de estudios académicos, definieron diez imágenes contundentes sobre el retroceso social y de concentración de riqueza en la potencia mundial. Una de ellas expresa que “una enorme porción del crecimiento económico de los últimos 30 años (de Estados Unidos) ha ido a parar a la centésima parte situada en la cúspide de la pirámide del uno por ciento de los más ricos, que ahora disponen, en promedio, de 27 millones de dólares por familia. Por el contrario, el ingreso promedio del 90 por ciento situado en la base es de 31.244 dólares”. Precisan que el 10 por ciento más rico controla 2/3 de las riquezas equivalentes al Producto estadounidense, distribución realizada con base en 2007 que no refleja el impacto del desplome del mercado inmobiliario. Según Gilson y Perot, en ese año el 6 por ciento de los norteamericanos que se hallaban en la base de la pirámide económica tenían el 65 por ciento de su patrimonio atado a su vivienda, mientras que el uno por ciento de la cúpula, por el contrario, sólo el 10 por ciento. “No caben dudas de que la crisis inmobiliaria ha contribuido a aumentar la porción del patrimonio total detentado por los archirricos”, sentencian.
La política impositiva no ha sido ajena a la conformación de una estructura económica desigual dominada por rentistas y acreedores (tenedores de bonos de deuda y bancos), que erosionó la base fiscal y gatilló una deuda monumental, hoy en riesgo de default según lo admitió el titular de la Reserva Federal (banca central estadounidense), Ben Bernanke. El politólogo estadounidense Travis Waldron en su webside ThinkProgress señala que “los primeros 400 contribuyentes, que poseen más riqueza que la mitad de todos los norteamericanos juntos, están pagando impuestos más bajos de los que han pagado en una generación, puesto que sus responsabilidades tributarias han ido declinando poco a poco desde los tiempos del New Deal. Entretanto a las familias trabajadoras se les ha exigido cada vez más impuestos”. Las cifras que ofrecen Gilson y Perot son elocuentes: la tasa efectiva de impuestos para la cabeza de familia con ingresos equivalentes a un millón de dólares (de 2010) anuales no provenientes de inversiones financieras se ubica ahora en el 32,4 por ciento, cuando era de 66,4 por ciento en 1945, bajando a 47,7 por ciento en 1982 con los recortes de impuestos de Ronald Reagan.
Bernanke advirtió que si el Congreso bajo control republicano no aprueba subir el techo de la deuda de Estados Unidos de 14,3 billones de dólares podría perder su calificación crediticia “AAA” y dañarse la cualidad del dólar como moneda de reserva. Bernanke dramatizó que “incluso una corta suspensión de pagos de capital o intereses en las obligaciones de deuda del Tesoro podría causar severos trastornos en los mercados financieros y en el sistema de pagos”. Los sectores conservadores expresados por los republicanos exigen al gobierno de Barack Obama medidas para bajar el gasto en lugar de subir impuestos para habilitar la ampliación de esa monumental debtocracy. El plazo para alcanzar un acuerdo y evitar el default es el 2 de agosto.
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