ECONOMíA › PANORAMA ECONóMICO
› Por Alfredo Zaiat
El sistema financiero se liberalizó en 1977 con el ministro de Economía de la dictadura militar, Alfredo Martínez de Hoz, para sumar 721 entidades un año después de esa reforma. En diciembre de 1994, antes de la crisis mexicana denominada Efecto Tequila, la cantidad de entidades había descendido a 205. Continuó con esa tendencia hasta la última estadística proporcionada por el Banco Central que informa que en la actualidad están operando 80, cuatro menos que las existentes en diciembre de 2008. En ese período dominado por un régimen liberal en materia bancaria quebraron, cerraron o fueron liquidadas 641, equivalente al 89 por ciento del mercado. Decenas de bancarrotas e incautación de ahorros (Plan Bonex en diciembre de 1989 y corralito en noviembre de 2001) se sucedieron en esos años. Semejante proceso de reestructuración derivó en una extraordinaria concentración de la actividad. En 1990, los veinte bancos más grandes contabilizaban el 64 por ciento del total de los depósitos; ocho años después sólo diez bancos se quedaban con ese mismo porcentaje de las colocaciones. El último dato del Banco Central, a febrero de este año, revela que ese lote de entidades líderes aumentó aún más su participación para concentrar el 77 por ciento de los depósitos. En préstamos el comportamiento ha sido similar con ese grupo de entidades que reúne el 69 por ciento de la cartera global de créditos, como se refleja en los cuadros siguientes. En los top ten se encuentran tres bancos públicos, ocupando el primer lugar el Banco Nación a una distancia considerable del segundo, cuatro son de capital extranjero y tres son nacionales, siendo uno de ellos cooperativo.
Top ten
en millones de pesos, febrero 2011
Banco | Depósitos |
1. Nación | 112,6 |
2. Provincia | 36,0 |
3. Santander Río | 26,3 |
4. Galicia | 23,2 |
5. Francés | 23,0 |
6. Macro | 22,2 |
7. HSBC | 16,0 |
8. Ciudad | 15,1 |
9. Credicoop | 15,0 |
10. Patagonia | 10,5 |
Total diez bancos | 299,9 |
Total sistema | 389,9 |
1. Nación | 47,6 |
2. Santander Río | 21,3 |
3. Galicia | 17,0 |
4. Francés | 15,8 |
5. Macro | 15,0 |
6. Provincia | 12,8 |
7. HSBC | 11,4 |
8. Ciudad | 10,7 |
9. Citibank | 8,2 |
10. Credicoop | 7,9 |
Total diez bancos | 167,7 |
Total sistema | 234,5 |
Fuente: elaboración propia en base a datos del Banco Central.
En casi 35 años con normas de funcionamiento liberal, el negocio bancario se ha probado inestable, con elevadas cuotas de riesgo sistémico y con limitada disposición a financiar la producción. Se han realizado modificaciones a través de resoluciones del Banco Central para contener esos impactos desestabilizadores, pero el cuerpo central del régimen sigue siendo el mismo: la Ley de Entidades Financieras de 1977, elaborada durante la gestión de Martínez de Hoz.El sistema no siempre funcionó como en estas décadas. En febrero del ‘77 se promulgó esa norma que definió nuevas reglas de juego para los bancos. Se estableció un mercado libre para el dinero, en el que la tasa de interés pasó a depender del libre juego de la oferta y la demanda, al desplazar al Banco Central de la tarea de fijarla. Se dejaron de establecer diferencias entre los depósitos en cuenta corriente y las imposiciones a plazo que devengaban interés a través de un sistema de encaje uniforme y un complejo mecanismo de cargos sobre depósitos a la vista. Esa política generó un rápido corrimiento de los fondos disponibles hacia las colocaciones a plazo, que se hizo más intenso a medida que fue disminuyendo el período mínimo autorizado, hasta llegar a los siete días, que en la década del noventa se estiró a treinta días. De esa forma, la bicicleta especulativa derivó a un área marginal el financiamiento a la producción. Esa dinámica de captación de fondos de corto plazo aparece como una de las restricciones para atender a quienes requieren recursos de largo.
Desde el último año, el Central busca eludir esa restricción destinando fondos para alimentar créditos a la producción. Bajo el denominado Programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario, el Banco Central ha llevado adelante hasta el momento cinco subastas de fondos por un monto total de 1537 millones de pesos. Con estos recursos, las entidades financieras otorgan préstamos a las empresas para financiar proyectos de inversión, con un plazo promedio no inferior a los dos años y un costo financiero total de 9,9 por ciento anual. Poco más de cien proyectos ya fueron aprobados por las unidades evaluadoras de los ministerios de Industria, de Economía y de Agricultura, destacándose los sectores automotriz-autopartista, de biocombustibles y avícola.
Esta iniciativa son intentos para cubrir las falencias de un régimen liberal que no está diseñado para atender las necesidades de financiamiento del sector productivo. Por el contrario, es un sistema que tiene una impresionante capacidad de supervivencia, que ha superado las peores crisis y ha recuperado rápidamente la rentabilidad del negocio. Ha quedado en el recuerdo la furia social descargada sobre los frentes tapiados de las entidades por la imposibilidad de retirar fondos durante el corralito. Los bancos restablecieron su imagen y, para satisfacción de sus dueños, recuperaron márgenes de ganancias hasta niveles excepcionales, al ubicarse por encima de los logrados durante los años de la convertibilidad.
Algunas cifras revelan el recorrido de los últimos años y ese desempeño extraordinario. En 2002 contabilizaron pérdidas fabulosas por 19.162 millones de pesos, que al año siguiente descendieron a 5265 millones y en 2004, a 898 millones de pesos. Desde entonces, según el reciente Informe sobre Banco elaborado por el BCRA, las utilidades fueron crecientes:
- 2005: 1780 millones de pesos
- 2006: 4306 millones de pesos
- 2007: 3905 millones de pesos
- 2008: 4757 millones de pesos
- 2009: 7920 millones de pesos
- 2010: 11.761 millones de pesos
Esa evolución positiva no se ha detenido en los resultados presentados en los primeros cuatro meses de este año, al totalizar 4378 millones de pesos, 44 por ciento más que en igual período de 2010 y casi el mismo monto de las utilidades totales de todo 2008. Uno de los principales indicadores de solidez y de rentabilidad de los bancos es el resultado final en porcentaje del patrimonio neto (en la jerga, ROE –return on equity–). Refleja la rentabilidad de los recursos propios, lo que implica la fortaleza del negocio. El saldo de ese indicador es asombroso: en 2009 fue de 19,6 por ciento, cuando en 1996 marcó 4,1 y al año siguiente el 6,3 por ciento, el nivel más alto de la segunda mitad de la década pasada. El ROE de 2009 había sido record, superando todas las marcas anteriores. Ese máximo fue sobrepasado en 2010, con un obsceno 25,7 por ciento, tendencia ascendente que no se ha detenido en el comienzo de 2011, al registrar en febrero 26,8 por ciento.
Esta sucesión de cifras revela cómo un sistema financiero que quebró y que no muestra vocación para impulsar el desarrollo económico continúa, luego de su increíble recuperación después del corralito, con esa misma característica. Los bancos tienen como marco de funcionamiento la Ley de Entidades Financieras de 1977 que junto a la Carta Orgánica del Banco Central constituyen el andamiaje legal que permite ese recorrido prodigioso. Ganancias fáciles y especulativas durante los noventa, bancarrota con el corralito, socialización de las pérdidas con emisión de títulos públicos por la pesificación asimétrica, compensaciones varias y auxilios públicos con líneas de redescuentos en la crisis 2001-2002, y regreso a las ganancias fáciles.
Cuando el oficialismo expresa la idea de profundizar el modelo en un eventual segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, debería precisar si en esa voluntad se encuentra el desafío inmediato de revisar la legislación que regula el negocio bancario con el objetivo de alterar la actual estructura de funcionamiento del sistema.
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