ECONOMíA
Bonos que no sirven para nada y son sólo una promesa a largo plazo
Según un informe del banco Santander Central Hispano, quien optó por los Boden 2012 recibe hoy un 32 por ciento menos que aquellos ahorristas que no creyeron en las promesas oficiales y se quedaron con sus depósitos reprogramados (Cedros) en el banco.
› Por Maximiliano Montenegro
Carlos Heller, titular de Abappra, la asociación que nuclea a los bancos públicos y privados nacionales, dijo que el Gobierno debería resolver el tema de la redolarización judicial de depósitos entregando un bono a los ahorristas. “Tiene que haber un bono cancelatorio, no tenemos dudas de eso, porque creemos que no hay otra forma de resolver la situación que a través de un bono público”, aseguró. Las tajantes declaraciones del gerente general del Credicoop se suman a los reclamos de los bancos extranjeros y del FMI, que en los últimos días se abalanzaron sobre el Ministerio de Economía para exigir un bono compulsivo. Sin embargo, por ahora, los bonos han sido un pésimo negocio para los depositantes. Y la cosa podría empeorar, si continúan sin servir para nada.
“Cuando se llega a un punto en el que la Corte dice hay que devolver tanto dinero, se acaban las opciones y aparece el bono cancelatorio”, disparó Heller. La intención de los banqueros es que el Estado cubra, con el bono, la diferencia entre 1,40 más CER y el dólar libre, lo que costaría al fisco unos 4000 millones de dólares.
El ejecutivo, defensor de la banca nacional, no especificó si el bono que propone debería ser compulsivo, pero de sus dichos se desprende que eso es lo que piensa. Así, recordó que el bono en cuestión “ya existe”, en referencia a los Boden emitidos para el Canje I y II –aún en proceso– y explicó que el Estado ya asumió que el ahorrista que aspira a cobrar dólares puede hacerlo mediante la suscripción de ese título. “Ese bono no ha sido convalidado por la Corte, con el argumento de que, como es optativo, no puede ser considerado una forma de resolver la emergencia, porque si es de emergencia debería ser de aplicación de conjunto”, completó. En otros términos, para Heller, lo ideal sería que ante un amparo favorable el ahorrista recibiera un bono. Sin embargo, como eso no es jurídicamente posible, lo mejor es entregar el bono a todos los depositantes. Y listo. Eso sí sería avalado por la Corte. Vale como ejemplo el caso del reintegro del 13 por ciento a los empleados públicos. “La Corte estableció que (el recorte) era inconstitucional, pero el Gobierno dijo que no tenía el dinero para restituirlo y entonces resolvió que lo haría con bonos y los jueces no dijeron nada”, explicó Heller.
Más allá de la discusión jurídica, quien optó en septiembre del año pasado por canjear su Cedro (depósito reprogramado) por un Boden 2012 y necesita el dinero en estos meses, perdió, y mucho. En base a los cálculos incluidos en el último informe del Santander Central Hispano, controlante del Río, se puede construir el siguiente ejemplo:
- Suponiendo un depósito original de 10.000 dólares,
- quien se quedó con el Cedro recupera hoy unos 6000 dólares.
- En cambio, quien eligió un Boden lo puede vender a 4450 dólares; es decir, un 32 por ciento menos.
Uno de los motivos de la bajísima cotización de los Boden es que, pese a las promesas de Lavagna, no tienen prácticamente ningún uso: no se pueden utilizar para cancelar créditos (a diferencia de los Cedros) y tampoco destinar a la compra de autos o inmuebles. Es decir, hay una buena oferta de Boden, pero el Gobierno no puso en marcha ningún instrumento que generase cierta demanda. Cuando Heller habla de bonos con poder cancelatorio, justamente, se refiere a que puedan destinarse, por ejemplo, a la compra de bienes registrables, lo cual alentaría su demanda y mejoraría su cotización. Sin embargo, la inutilidad de los Boden no es casual: es otra condición del FMI, cuyos economistas están obsesionados con el fantasma de la inflación que, imaginan, acecha detrás de toda expansión monetaria en exceso. Y si los bonos fueran medio de pago para algunas transacciones, entonces se convertirían de facto en una cuasi moneda más. Ahora bien, si los bonos fueran compulsivos, pero no cancelatorios, sin demanda y con mucha más oferta, su cotización seguiría planchadita.